Epílogo [EDITADO]

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Veinte años después...

Veinte años habían pasado desde aquel intento sumamente fallido en el que Thomas había abandonado la esperanza de unirse a una causa jacobita para restaurar a su familia, pues los afrancesados herederos no contaban con él.

Su sobrino Charles Edward Louis John Casimir Silvester María Stuart, mayormente conocido como Carlos Eduardo Estuardo, había nacido el 31 de diciembre de 1720.

Jacobo Francisco, el hermano -legítimo- de Thomas, fue declarado Rey, con el título de Jacobo III de Inglaterra y VIII de Escocia y reconocido como tal por Francia, España, los Estados Pontificios y Módena. Todos estos estados rechazaron reconocer al Rey Guillermo III, la Reina María II y también a la Reina Ana como los soberanos británicos: dos reyes de un mismo territorio coexistían reclamando lo mismo.

En aquellos veinte años, Alexander se había casado por segunda y última vez -aunque este matrimonio no fue legal- y había tenido dos preciosas hijas, y un hijo, a quien llamó William Thomas Mackenzie, en honor a su hermano William, y a Thomas Charles Stuart.

Por su parte, Thomas también se enamoró, y aunque no tuvo hijos, crió al joven Bill a la muerte de Alexander, a quien enterró en el jardín de su modesta mansión a orillas del mar entre dos verdes y frondosas colinas, y fue a visitarlo todos los días desde su muerte, pues siempre supo no conocería a nadie con su valor, su camaradería... Fue su mejor amigo y como un padre para él.

-Algún día, William, te contaré la historia de cómo tu padre y yo estuvimos a punto de hacernos con el trono escocés en el nombre de mi padre, tu abuelo Jacobo... -empezó a contar Thomas al pequeño William, muy parecido físicamente a su padre, pero con la bella inocencia de la niñez.

En aquellos veinte años se sucedieron algunos levantamientos jacobitas, aunque Thomas no participó en ninguno de ellos.

A pesar del trauma de la masacre de Glencoe de 1692, las revueltas continuaron e incluso se intensificaron, después del ascenso de la Casa de Hannover al trono británico en 1714. Inicialmente Jacobo II disfrutó del apoyo económico y político de Francia, en tanto Luis XIV entendía perfectamente que era muy útil a sus intereses mantener vigente el reclamo de los Estuardo como arma política en su enfrentamiento contra Gran Bretaña.

En 1715 estalló una sublevación de jacobitas leales a los Estuardo en Escocia, en connivencia con el hijo y sucesor de Jacobo II de Inglaterra, Jacobo Francisco Eduardo Estuardo, el denominado «Viejo Pretendiente» (o Jacobo III para sus partidarios). Los jacobitas escoceses iniciaron su revuelta el 6 de setiembre de 1715 y tomaron Perth poco después, iniciando una sublevación en escala mayor, aunque con escaso apoyo popular fuera de las Highlands escocesas; mientras tanto la reacción gubernamental en el mes de noviembre causó pérdidas a los sublevados.

El 4 de febrero de 1716 el Viejo Pretendiente huyó de vuelta a Francia e instó a sus partidarios de los clanes escoceses a abandonar la lucha, lo cual sucedió de inmediato.

Francia se abstuvo de apoyar una restauración de los Estuardo por la fuerza, tras la firma del Tratado de Utrecht, por lo cual el pretendiente jacobita pidió ayuda a España.

El primer ministro español influyó ante el rey español Felipe V para ayudar a Jacobo Francisco Eduardo Estuardo. Como resultado, en 1718, se ideó el plan de enviar un contingente de soldados españoles destinados a desembarcar en Gran Bretaña y apoyar una revuelta que estaba siendo preparada por los jacobitas en Gales y Escocia.

Un primer contingente de 300 hombres de la infantería de marina española se dirigiría a Escocia a iniciar la rebelión, partiendo de Cádiz, al sur de España, en marzo de 1719, dirigidos por ingleses jacobitas exiliados.

La fuerza española principal de 7000 hombres no pudo avanzar por fuertes tormentas en el Atlántico, pero la fuerza menor de 300 soldados españoles desembarcó en las Highlands del noroeste de Escocia, reuniéndose a los clanes escoceses jacobitas que iniciaron así la revuelta en abril de 1719. La reacción del gobierno británico fue rápida al enviar un numeroso y bien armado contingente de tropas, y los jacobitas fueron vencidos con sus aliados españoles en la Batalla de Glenshiel el 10 de junio de 1719, fracasando este nuevo levantamiento.

Si bien es cierto que iban a haberse sucedido más levantamientos, no lo era que a Thomas le permitían participar, ya que a excepción de su padre, el resto de su familia no le veía con buenos ojos por ser bastardo. Además, él se negaba rotundamente en las ocasiones presentadas a ir a los levantamiento por la fuerza.

Supongo que siempre prefirió la tranquilidad de su isla y el danzar de los espíritus a la luz de la luna que morir por un estúpido motivo, ¿no?

El bastardo del rey fue el sobrenombre con el que le conocieron en Escocia, y aunque nadie recordaría su nombre -ya que por si fuera poco, no bastaba con haber huido, sino que había sido declarado muerto-, a él le bastó con haber amado profundamente como lo hizo: a su madre, la más bella y amable de las mujeres jamás habida; a su padre, a quien apenas conoció y por el que tanto orgullo sintió...; a Bonnie y a Ygritte, sus amigas y confidentes; a Effie, su preciosa Effie, rubia como el sol y con una sonrisa que te hacía querer derretirte; y a Alexander, -el hombre a quien más quiso en toda su vida.

El Escocés: el bastardo del rey [COMPLETA Y EDITADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora