Capítulo 4: Hogwarts

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Hogwarts


La gran cara peluda de Hagrid rebosaba alegría sobre el mar de cabezas.

—Venid, seguidme... ¿Hay más de primer año? Mirad bien dónde pisáis. ¡Los de primer año, seguidme!

El estrecho sendero que atravesaron detrás de Hagrid era muy resbaladizo y estaba repleto de obstáculos. Estaba todo muy oscuro, los altos árboles que había a sus lados cubrían la luz de la luna. Nadie hablaba demasiado. Neville, lloriqueaba de vez en cuando por la pérdida de su sapo Trevor.

—En un segundo, tendréis la primera visión de Hogwarts— exclamó Hagrid por encima del hombro—, justo al doblar esta curva.

Se produjo un fuerte ¡OooOooh! No era ni de lejos lo que Gill se había imaginado. Era mucho más grande y era sencillamente precioso, la niña se enamoró del castillo en cuanto lo vio. Iluminado por la luz de la luna llena, el castillo resplandecía.

El estrecho sendero se abría súbitamente al borde de un gran lago negro. Justo al otro lado, al borde de un precipicio, estaba Hogwarts.

—¡No más de cuatro por bote!— grito Hagrid, señalando a una flota de botecitos alineados en el agua, al lado de la orilla.

Gillian se quedó atrás cuando Hermione se la cruzó. Hermione se subió en el mismo bote que Harry y Ron, y con ella se subió Neville, así que Gillian, que quería subirse en el mismo que con los que la acompañaban desde el principio, se quedó parada esperando ver a alguien que la invitara a subirse a su bote. Por suerte, por su lado paso Draco Malfoy con sus dos guardaespaldas.

—Si quieres puedes subir a nuestro bote— le dijo Draco.

—Muchas gracias— dijo Gill, mirando de mala hostia a Hermione que le estaba dando, cómo no, la chapa al pobre Ron.

—Draco se sentó el primero y a su derecha Gill, después se sentaron los corpulentos amigos de Malfoy.

—¿Habéis subido todos?— continuó Hagrid, que tenía un bote para él solo—. ¡Venga! ¡ADELANTE!

Y la pequeña flota de botes se movió al mismo tiempo, deslizándose por el lago, que era tan liso como el cristal. La mayoría se mantuvieron callados, pero Gillian y Draco mantenían una conversación mientras miraban el asombroso castillo que se cernía sobre ellos. Cada vez se acercaban más al risco donde se erigía.

—¡Bajad las cabezas!— exclamó Hagrid, mientras los primeros botes alcanzaban el peñasco.

Todos agacharon la cabeza y los botecitos los llevaron a través de una cortina de hiedra, que escondía una ancha abertura en la parte delantera del peñasco. Fueron por un túnel oscuro que parecía conducirlos justo por debajo del castillo, hasta que llegaron a una especie de muelle subterráneo, donde treparon por entre las rocas y los guijarros.

—¡Eh, tú, el de allí! ¿Es ese tu sapo?— dijo Hagrid, mientras vigilaba los botes y la gente que bajaba de ellos.

¡Trevor!— gritó Neville, muy contento, extendiendo las manos.

Luego subieron por un pasadizo en la roca, detrás de la lámpara de Hagrid, saliendo finalmente a un césped suave y húmedo, a la sombra del castillo. Subieron por unos escalones de piedra y se reunieron ante la gran puerta de roble.

—¿Estáis todos aquí? Tú, ¿todavía tienes tu sapo?

Hagrid levantó su gigantesco puño y llamó tres veces a la puerta del castillo. La puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo, y lo primero que se le vino a la cabeza a Gill al verla fue que era mejor no buscarse problemas con ella.

Una Segunda Oportunidad | 1er AñoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang