Arquitectas de esperanza

21 2 2
                                    


Corrí.

Tal vez así dejaría atrás la perpetua monocromía.

Tal vez así dejaría atrás los sangrientos recuerdos.

Tal vez así dejaría atrás cada penetrante grito.

Corrí por los grises pasillos del castillo, iluminada por los rayos de luna que se colaban por las diminutas ventanas de vez en cuando. Bajé escaleras, abrí cerraduras, sentí mis pulmones arder como si estuviese sumergida a varios metros de profundidad. Mis piernas me llevaban por el idéntico castillo que había recorrido miles de veces, esperando encontrar algo nuevo. Mis manos recorrían las paredes en busca del oxígeno que había agotado hacía años. Mis dedos buscaban con desesperación un simple resquicio de libertad entre los cimientos de mi propia celda.

Corrí.

Corrí hasta que los pies ardían, hasta que los pulmones parecían a punto de apagarse, hasta que el sonido del tambor en mi mente se hiciese insoportable.

Corrí hasta que mis ojos encontraron la primera puerta que no necesitaba llave.

Hasta que mi mano, antes de darme cuenta, agarró el pomo de metal como si fuera el único chaleco salvavidas que quedase en todo el barco.

Y en cuanto la puerta estuvo abierta, el oxígeno besó mis pulmones, y la brisa acarició mi oído como la nana que adormece a un bebé que ha tenido una pesadilla. El cielo parecía caer sobre mí para cubrirme de diamantes parpadeantes, formando constelaciones que unían por fin mi cuerpo y mi espíritu, como dos amantes separados por un viaje eviterno.

A mi alrededor, por fin, el aire era fresco, nuevo, aparentemente inagotable. La puerta se cerró detrás de mí y no me preocupé por la llave que me permitía abrirla de nuevo.

No tuve tiempo de hacerlo cuando de repente, en la oscuridad que los astros adornaban, las damas de noche me rociaron con su perfume y las luciérnagas levantaron el vuelo alrededor de aquel jardín secreto que abría sus puertas solo para mí.

El brillo de aquellos diminutos seres iluminaba cada pequeña flor que cubría el suelo de aquel lugar, mostrándome el color que escondía la oscuridad, la magia que guardaba en su interior aquel castillo monótono, construyendo a mi alrededor una armadura de luz para luchar contra mis tinieblas.

-Arquitectas de esperanza -susurré, sonriendo mientras en mi cabeza sonaba por primera vez en años una melodía única-, esto empieza aquí.

AtaraxiaWhere stories live. Discover now