Capítulo 16

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La piel se me erizó cuando baje del coche. De nuevo estaba en el hotel. De nuevo era un servicio. Sería mejor no pensar en eso. Será lo mejor.

Scott baja del coche y me sigue agarrándome de la cintura mientras pasamos por la recepción. Subimos en el ascensor junto a una señora que llevaba con ella un carro de tela con ruedas. Vendría de hacer la compra.

Permanecimos callados hasta que la señora salió del ascensor cuando llegamos a su piso. En cuanto las puertas se volvieron a cerrar. Scott me atrapó con sus brazo entre la pared y sus labios. No podía temblar más.

-¿No estamos bien verdad?

-No te entiendo.

-Lo que hay entre nosotros, no está bien.

-¿Eso es lo que piensas?

-Eso es lo que me das a entender.

El comienza a eliminar la distancia que había entre nosotros, me pegó más a la pared. No puedo dejar que me bese. No podría verlo de nuevo. Me toma de la mejilla y una corriente de electricidad recorre todo mi cuerpo. En este momento no puedo comprender si esa corriente es algo bueno o malo. Cierro los ojos inconscientemente. Esperando ese beso que nunca llega.

Los abro lentamente y veo el rostro serio de Scott, su mirada fría como el hielo sobre mis ojos. Su mandíbula tensa. No puedo soportarle la mirada y la bajo lentamente. Veo como sus nudillos están blancos por la fuerza que está haciendo con su mano.

-¿Ves? Estas temblando y ni si quiera te he tocado. Me temes.

¿Le temo de verdad? Me asusta él. O el sentimiento que crece entre ambos. Soy un servicio. Una chica de compañía. Un pasatiempo. Soy solo una cifra en una cartera o una tarjeta de crédito. Los números no se pueden enamorar.

No noto cuando empiezo a jadear. Giro la cabeza y lo veo salir del ascensor, hace unos minutos que habíamos llegado a nuestro piso. Intento controlar mi respiración mientras lo veo alejarse buscando la tarjeta que abre la puerta. Pasa dentro y deja la puerta abierta. En ningún momento se gira a mirarme.

Salgo del ascensor antes de que las puertas vuelvan a cerrarse. Camino despacio hasta la habitación. Y cierro la puerta. El olor a café llega a mi. Nunca he conocido a nadie con esa adicción al café como él.

Llegó hasta la cocina y lo veo apoyado en la encimera. Mirando por la ventana, la luz pega en su rostro. Haciendo que sus ojos brillen. Su rostro parece cansado. Cansado de mi. Su flequillo cae por su frente. Sus manos siguen apretadas.

Su mirada se conecta con la mía. Y un escalofrío recorre mi espalda. Su expresión no me dice nada. Deja la taza de café en el fregadero. Apoya su cuerpo en la encimera pero esta vez mirando en mi dirección. Cruza sus brazos sobre su pecho. La camisa que lleva puesta se tensa dejando ver sus músculos.

-Quitate la ropa.

-¿Como?

Aquello me pillo más desprevenida de lo que creía. Jamas me hubiera preparado lo bastante para recibir aquella orden.

-¿Eres un servicio no? O al menos esos es lo que repites una y otra vez. Comportate como tal. Para eso te pago.

No respondí. No podía. Estaba petrificada justo ahí . En la puerta de la cocina. Vuelve a mirarme con una expresión aún más fría.

-Quitate la ropa. No lo repetiré.

Asiento y agacho la cabeza. Noto como me tiemblan el labio inferior. Jamas había sentido tanto miedo. Me quito la chaqueta y la dejó sobre la silla del comedor. Bajó la cremallera de las botas y las dejo juntas sobre la pared. Intento no mirarlo cuando pasó la camiseta por sobre mi cabeza. Dejando mi sostén a la vista. Noto como una lágrima cae por mi mejilla cuando agarró el botón de mi pantalón. Me detengo rogándole al cielo que me diga que me detenga. Pero ese momento no llega.

-¿He dicho que pares? Termina con lo que has empezado. Haz lo único que sabes hacer.

Lo miro sorprendida a los ojos, su expresión no ha cambiado desde que empezamos. Y eso me asusta. Llevo mis temblorosas manos hacia el botón y lo quito. La cremallera baja por si misma cuando empiezo a bajar el vaquero. Quedo en ropa interior delante de él.

Me siento más desnuda que nunca. Pero aún tengo ropa cubriéndome. Es una sensación muy extraña pero no me gusta. La odio. Odio esto. Llevo mis manos a mi espalda para quitar el cierre del sostén. Pero él habla. Ruego por que pare esto. Mis esperanzas son más grandes que yo.

-Detente. Date la vuelta.

Obedezco. El se acerca a mi, se mega a mi espalda mucho más de lo que esperaba. Siento su respiración en mi cuello. Siento miedo. Pero a la vez me tranquiliza su calor. Mi cabeza es un torbellino de sentimientos y emociones sin sentido, y todas tienen el mismo origen. Y este tiene nombre y apellido. Scott McCall.

Siento sus manos en mi cintura, esa corriente que sentí en el ascensor. Me estremezco ante su contacto, es algo involuntario. Que sólo me hace sentir él. Noto como sus manos suben desde mi cintura al broche del sostén. Me lo quita con suma agilidad. Me giro con una expresión de horror en los ojos. Pero él tiene la misma expresión que antes.

El sostén aun no se ha caído. Aún que mi espalda está desnuda.  Aún tengo las cintas que lo sujetan de los hombros. M muerdo el labio lo más fuerte que puedo. Casi siento ese sabor característico que tiene la sangre, cuando Scott desliza una de las cintas de mi hombro. Lo miro con verdadera desesperación. Y él ya no tiene esa mirada fría en mi. Eso ya ha cambiado. Ahora sus ojos transmiten pena. Eso es lo que yo le doy.

Sólo pena.

-¿Quieres que siga desnudandote?

No le respondo.

-¿De verdad eres esto?

Niego con la cabeza inmediatamente.

-Entonces deja de comportarte como si fueras un puto servicio. Joder.

Asiento dándole la razón. El suspira, parece agotado.

-Vuelve a vestirte e intenta dormir. Esta noche tenemos que ir a una cena.

Asentí de nuevo. El no lo vio. Salió prácticamente corriendo de la cocina, oí como cerraba la puerta principal y me dejaba sola en el piso. Quise andar pero las piernas me fallaron. Y casi desnuda, caí al suelo. Allí me quedé por un tiempo. Abrazandome a mi misma. Con los ojos empapados e lágrimas. No había sido la primera vez que me desnudaba para un tío. Pero si había sido la vez que más habia llorado.

Me levanto como puedo y me dirijo hasta el baño. Allí dejo que el agua caliente me caiga de lleno en la cara. Llevándose por el desagüe mis lágrimas.

Salgo de la ducha y me pongo un pantalón de pijama y una camiseta. Me dirijo hacia el balcón. Puedo admirar como el sol quema las nubes cuando está a punto de ponerse por el horizonte. Me encantará este momento del día. Solía subir al tejado de casa con mi hermana para verlo.

Hacia bastante tiempo de aquello. Miro hacia abajo, el aire me pega en el rostro. Pero consigo ver cómo el coche rojo de Scott se detiene en la puerta. Baja del el y coge unas bolsas del maletero. A continuación entra por las puertas saludando al hombre que hay junto a ellas. Me asomo mucho más a la barandilla que me depara de una altura de vértigo. Para poder verlo más. Pero ya está dentro del edificio.

Un escalofrío recorre mi espalda cuando escucho como la puerta principal se abre y se cierra segundos después. No me giro en ningún momento. Pero oigo cada uno de sus pasos. Deja las bolsas de lo que sea que haya traído en la cocina, y se dirige hacia el sofá. Espera unos minutos que se vuelven eternos hasta que me llama.

-Ven.

Giro mi cuerpo hasta verlo desde lejos. Esta quitándose la chaqueta a la vez que deja caer los zapatos en el suelo. Voy hasta el y me siento a su lado a una prudente distancia de seguridad. Me encantaría estar más cerca de él. Pero su !mirada me lo impide.

-Tengo que ir a una pequeña fiesta para celebrar las ventas de un nuevo vino. Es muy importante. Y una oportunidad para hacer nuevos clientes. Así que te pido, que estés perfecta.

-Así estaré, no tiene que preocuparse.



Cuando La Lluvia CeseWhere stories live. Discover now