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“Así que prepárate, porque volaremos, nos quitaremos la ropa

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“Así que prepárate, porque volaremos, nos quitaremos la ropa.”
[Sex Trip – Jay Park]


A su alrededor, el mundo dejó de existir. Con un beso lograron viajar al corazón del otro, dieron un paseo por las intenciones que tenían, se permitieron (por un segundo) experimentar ese sentimiento confuso que causaba “mariposas”. Aunque, sinceramente, ninguno de los dos lo iba a admitir en voz alta.
Jay posó su frente sobre la de ella, mirándola a los ojos.
–Quiero…– no terminó su oración. Charlotte lo miró curiosa, cuestionándolo con la mirada, porque la música estaba demasiado alta como para que pudiese susurrar y la escuchara. El más alto se agachó para besar su mejilla. –Quisiera tocarte.
Charlotte se sonrojó.
– ¿Es una confesión?
–Es un pensamiento que se escapó de mis labios.
Ella pensaba las cosas.
–Me pediste permiso. – gritó. –Eso es… no lo sé. Nunca nadie lo ha hecho.
– ¿Nunca? – ¡mierda! Charlotte le lanzó un balde de agua fría con esas palabras.
–Iré… Iré por una soda en la barra.
Asintió.
–Bien, yo te esperaré aquí. De todas maneras ya tomé mucho whisky por hoy.
Su amada Calabaza desapareció entre la gente.
Pero luego de un rato ella no volvía. Jay escuchó unos gritos de unas mujeres, frunció el ceño acercándose a la barra. Vio a Gray besando y frotándose contra Charlotte, quién estaba presa en la barra, con los ojos humedecidos y balbuceando cosas. Se acercó y tocó con la punta de su dedo el hombro de Gray.
–Hola Sunghwa. Veo que te estás deleitando, ¿no?
– ¿Qué tal Jay? – sonrió su amigo.
Fue todo lo que el productor pudo decir antes de que el puño de Jay le partiera la boca, tan fuerte que sonó el sonido sordo del puñetazo.
–Oh mi Dios. – gritó Charlotte mirando todo.
Jay sacudió su mano en el aire.
– ¿Te hizo algo? – preguntó de manera indiferente a la pelirroja. Ella negó, aún con la boca abierta. –Bien.
– ¿Qué te pasa, cabrón? – chilló Gray lanzándose encima de él. Pero el alcohol le jugó una mala pasada y terminó mareado dando golpes al aire.
–Tú eres lo que me pasa. – gruñó Jay, empujándolo.
El DJ pausó la música y todos los miraban.
– ¿Qué no era que Charlotte te caía mal? Ah, es que me engañaste todo este tiempo. Hijo de puta. – comenzó a gritar en coreano.
–Jay, basta, déjalo. – Charlotte lo levantó del suelo. –Está borracho.
–Con Charlotte voy lento, así que cálmate, le estaba invitando un trago en la mesa. – dijo el pelinegro levantándose con la boca sangrando.
– ¿De verdad?
Otro golpe en el pómulo y otro grito de la gente.
–Escúchame. Con Charlotte no vas a ninguna parte, ni despacio, ni rápido, ni de ninguna forma.
La nombrada estaba escuchando todo con atención.
–Jay, ¿por qué golpeaste a Sunghwa? – murmuró.
Gray sonrió.
–Me golpeó porque está celoso.
Dicho esto escupió sangre, tosiendo un poco.
–Vámonos. – el tatuado tomó la mano de la pelirroja, quién no chisteó al ver a su jefe tan enojado.
En el auto todo era silencio, inclusive cuando llegaron al apartamento de Jay. Él se aseguró de cambiar la clave de su código de seguridad, porque el cabrón de Sunghwa la sabía al igual que sus más allegados de AOMG.
–Vas a dormir en mi habitación, yo dormiré en el sofá. Debes estar cansada. – le indicó tomándola del brazo y llevándola. Abrió la puerta de la habitación, mirándola.
–Está bien…– susurró.
Pero no se movieron.
– ¿Segura que estás bien? ¿No te hizo nada?
Ella negó con la cabeza.
–Lamento haberte besado. – murmuró él.
– ¿Te arrepientes ahora de eso? – se quejó ella.
Jay dudó, porque ¿se arrepentía de eso?
–No. La verdad no, pero no sé si te hayas sentido cómoda con eso.
Observaba su cabellera naranja, sus ojos azules y las pocas pecas que las capas de maquillaje le permitían ver. Se deleitaba con las facciones finas que adornaban su rostro y le daban un aspecto impecable.
Hacía meses se juró que sólo quería estar dentro de ella de la manera obscena. La verdad es que…
Es que Jay no pudo soportarlo más.
Besó a la pelirroja con tanta furia, tanta pasión, tantas ganas… Charlotte casi tropieza hacia atrás, él la tomó de la cintura antes de que cayese. Le tomó un rato a Charlotte seguirle el beso.
Ella estaba realmente nerviosa, porque de alguna manera el beso fogoso le acaloraba y le hacía sentir cosas indebidas. Soltó un gemido cuando Jay mordió su labio rudamente, halando, soltándola y llevándose entre dientes un cuero de su piel reseca que soltó gotitas de sangre, mezclándose entre su labial color carmesí. Lamió la sangre, suavemente, con la delicadeza que le faltó en un inicio.
Fue entonces que Charlotte abrió sus ojos, encontrándose con una sonrisa y una cara inocente, pero con ojos llenos de picardía. Se veía precioso, pero no lo admitiría, no por ahora.
Creyó que debía parar aquello ahora mismo, estaba dejándose llevar por sus deseos más profundos, aquellos que no debía tocar. Y sin más, cuando volvió a acercarse a su cuerpo, emitiendo aquel calor que comenzaba a hacer a sus piernas flaquear, lo empujó por el pecho, este sin darse por vencido, quiso llegarle de nuevo a los labios con el desespero entre el pecho y la garganta, queriendo salir, pero no pudo reaccionar cuando fue postrada contra la pared de la habitación, casi deslizándose por esta por la presión que comenzó a ejercer sobre su cuerpo, mientras la besaba con su instinto a carne viva. No tenía idea de lo que había hecho, pero fue como haberle encendido un interruptor, sin más dejándose hacer y dándole la victoria a sus deseos carnales.
Sus manos se deslizan de sus hombros a sus brazos, erizándose la piel a su paso, mientras explora el interior de su cavidad bucal, con los agraciados y expertos movimientos de su lengua. Se apega tanto a su cuerpo, que siente su erección rozarle levemente a través del pantalón, poniéndola ansiosa, pero sus manos y su cuerpo estaban estáticos ante él, excepto sus labios contra los suyos.
No pasó mucho tiempo cuando se deslizaba por su mejilla con humedad, corriendo hasta su cuello y cayendo por este con agilidad. Los costados del vestido se le subían con la ayuda de sus manos, las cuales parecían no poder quedarse quietas, subiéndole el vestido, acariciando sus caderas, y pronto comenzando a deslizarse por su abdomen por sobre la tela, que se contrajo con vergüenza, haciéndole reír sobre la piel.
Sus manos decidieron moverse en el momento que lo vio luchar por mover su vestido del lugar, que comenzaba a estorbarle. Con un sonrojo postrado en las mejillas se deshacía de él, mientras inconscientemente Jay se iba alejando, para poder observar como aquella prenda iba dejando a la luz aquella pálida piel, que brillaba, llamándole a saborearla por completo.
Cuando cayó al suelo, tuvo que bajar su mirada porque su mirada fija le recorría todo el cuerpo aún vestido. Parecía haber brillado más su mirada en deseo cuando la vio en aquella forma tan íntima, porque...
Las pecas le goteaban la piel como si la noche la hubiese bañado de estrellas.
Segundos pasaron hasta que él volviera a mirarla, luego de que su cabeza diera un giro hacia su costado por la fuerza bruta de su cachetada. Había un brillo nuevamente, algo que jamás vio, pero tan parecido al segundo en que su cuerpo fue expuesto ante sus ojos.
Su mandíbula se agrietó ante sus ojos mientras la apretaba y una respiración errática fue lo último antes de besarla con frenesí.
Pronto no vio donde había estado toda su ropa interior, probablemente siendo rasgada de su cuerpo, ahora desnuda ante aquel eminente deseo que le invadía el cuerpo a Jay, contagiando al suyo que por más que se resistió esta vez tampoco ganó la batalla.
El cuero bien se ajusta a sus muñecas y sabe que fue ajustada a la cabecera de la cama en la que se encuentra a su merced, temblando de nervios y algo más que llamaba excitación.
Pero en el fondo, sabía, algo le decía que no le haría daño jamás, y que jamás su merced podría confiar a ciegas en él. Se deslizaba por su cuerpo, desde entre sus pechos, y su abdomen, rozándole con la respiración, sacándole otra cantidad de jadeos.
Parecía hacerlo con delicadeza, pero con la cantidad exacta de erotismo que la situación ameritaba, casi sentía que podía perder la cabeza en aquella situación.
Aún más cuando sus labios rozaron su parte más sensible, comenzando a dejar lamidas cortas en esta.
Todo su cuerpo tembló cuando utilizo su lengua de forma profunda, y lentamente acarició con sus dedos las partes que creyó que había olvidado, hasta introducir estos con cuidado entre la escurridiza humedad de su entrada, sacándole un fuerte gemido gutural.
Se sentía bastante bien.
Aceleró con debida presión, y hasta los dedos de sus pies se estremecieron y se arrugaron cuando rozaba la cima, con sus dedos viajando dentro y fuera con tanta rapidez, pero entonces se detuvo. Se detuvo y le obsequió una de esas miradas con picardía, lamiéndose los labios y ahora acariciándole los muslos, viéndola en su estado de derrumbe y para sus ojos, el estado en que su belleza se encontraba en máxima expresión. Se detuvo el tiempo cuando se separó de su cuerpo y extraño la calidez, mirando sobre alguna mesita el pequeño paquete que había olvidado por completo.
Subió por su cuerpo con sigilo y le comió la boca esta vez más fuerte, tomándole los pechos de nuevo, obsequiándole un masaje, mientras sentía que la tela de su ropa interior le estorba cuando su erección rozaba su cadera, tan presente como le era posible.
Como si le hubiera leído la mente, se despojó de esa prenda y a continuación tomó su mano pálida para despojarla de la presión del cinturón para que rozará con sus dedos, la humedad de su punta, el recorrido del tronco y la base, viéndolo estremecerse ante su toque, fascinando a Charlotte. La deja caer, pero aun observándola rompe el paquete con sus dientes, para colocar con facilidad el condón.
Tomándola de nuevo dirige su mirada directo a los cuando vuelve a ponerla en el sitio bajo el cinturón, esta vez aplicando mucha más fuerza, para luego abrir sus piernas lentamente y encontrar lugar entre estas, alineándose para lo más esperado por su libido encendido.
–Lo haré lento para ti, Calabaza.
Y sin más, entre el susurro con voz rasposa se introdujo en su interior, apretándole con los dedos las caderas, donde tal vez terminarían las marcas de sus dedos. Espera un tiempo con los ojos cerrados, disfrutando de la calidez del otro, fusionados con un propósito.
La primera embestida es lenta, robándole un jadeo, pero la segunda comienza a tomar forma para encontrar su camino propio en su interior, dos y tres y el ritmo está marcado como un compás, firme y determinado, sin flaquear ni un poco en su objetivo.
Le succiona la línea marcada de la clavícula, entre el rostro, y el cuello, le muerde el lóbulo mientras se comparten gemidos fuertes en el oído, aumentando con la velocidad de sus movimientos.
Apretándose más a su cuerpo, ayudándole con las piernas y arañando los costados del cinturón envuelto en sus manos, soltando improperios con fuerza, mientras la cama rechinaba ante el movimiento constante, y el sonido de sus pieles se juntaba a corromper el silencio en que debería sumergirse la habitación.
Pronto están rozando con los dedos el paraíso que se les venía encima, ajustándose las embestidas a su deseo carnal, volviéndose erráticas y los gemidos más inentendibles, apretándose el cuerpo del otro.
Charlotte tiene que morderse el labio cuando se siente tan cerca, pero los ruidos de su boca delatando a su cuerpo.
–Por favor. – le suplica con los ojos llorosos a causa del placer.
Los labios de Jay le impactan los suyos para acallar aquellos sonidos, que inevitablemente terminaban fluyendo, los cuales interrumpieron el fogoso beso para avisar que la parada en su paraíso estaba allí. Pero rápidamente sale de ella y con una sonrisa perversa, le da la vuelta a su cuerpo, ajustándose más el agarre del cinturón a sus muñecas, ganándose un quejido de parte de la pelirroja.
Le acaricia los costados y la espalda, mientras se introduce de nuevo en su cavidad, haciéndola gemir, ahora tomando ambas mejillas de su parte trasera, e impactando en ellas sin pudor alguno. Siente que recupera todo el placer que parecía haber querido esfumarse cuando salió de su cuerpo, se incrementa, hasta que siente la palma de aquel muchacho contra su trasero, fuerte y seca, sin dejar de entrar y salir en su cuerpo, haciéndole sentir que estaba cerca y goteando. Cuando menos lo espero el tomo su cabello entre sus dedos de forma experta, y tiró de ellos, casi haciendo que su cabeza se tirara hacia atrás y comenzó a tomarle de forma más profunda y tosca, una y otra vez, hasta que siente que ya no puede más y el cosquilleo en su estómago explota con necesidad.
Entre un torrente de placer, y las embestidas que aún continuaban la cabeza le dio vueltas, la espalda se le arqueo y un grito inconsciente salió, mientras se retorcía en su lugar, y sintiendo los guturales gemidos masculinos, junto con jadeos de impresión.
Parecía haber sido maravilloso, tanto que no se preocupaba por un mañana.

爱 (ai) | jay parkWhere stories live. Discover now