Capítulo 16. [Editado]

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Me quedé dormido durante el trayecto hacia Londres, y para cuando llegamos ya pasaban de las dos de la tarde. Ringo y George me despertaron con sumo cuidado, me colocaron la peluca y una barba falsa, y cuando menos me di cuenta ya estábamos entrando al hospital. Algunas personas nos miraban un poco extrañadas, y otras, que corrían de un lado a otro, les daba igual quienes demonios fuéramos. 

    Subimos hasta el tercer piso, donde ya nos esperaba Johan. Habíamos acordado que él nos esperaría cada que tuviera cita, para que nadie más se tuviera que enterar de mi condición. 

    —Se habían tardado ya —nos saludó impaciente. 

   —Perdón, el tráfico —explicó George. Johan nos dedicó una pequeña sonrisa y nos indicó que lo siguieramos. 

    Caminamos un poco más lejos de donde se suponía que era su consultorio, hasta llegar a la sala de maternidad. Todas las personas que estaban ahí eran mujeres embarazadas, solas o con sus respectivos esposos, que nos miraron completamente extrañados de que estuviéramos ahí. 

    Me sentí sumamente avergonzado, así que bajé la vista y seguí caminando detrás de mis amigos, que hablaban animadamente con Johan, sin prestar atención a las miradas indiscretas de los presentes.

   Llegamos a una puerta completamente blanca que Johan la abrió sin siquiera tocar, por lo que pude deducir que la había reservado especialmente para mí. El pequeño cuartito se parecía mucho al despacho de Johan, a diferencia de que éste tenía una camilla mucho más grande y una gran televisión, que estaba conectada a cientos de cables raros que tocaban el piso. 

   —¿Como te has sentido, Paul? —preguntó Johan con una sonrisa, comenzando a inspeccionar las máquinas de la habitación. 

   —Bien, sólo que estoy engordado —expliqué, sentándome en la silla que George había reservado para mí. Ni siquiera me sentía cansado, pero sabía que me vendría un sermón completo si no obedecía las indicaciones de mis amigos. 

   —Eso es muy normal, los antojos por lo general hacen que subas de peso. Además del bebé, claro —me comenzó a explicar—. Pero cuando nazca podrás hacer ejercicio y nadie se dará cuenta de lo que sucedió. Una buena dieta y hasta tú mismo lograrás olvidarl

    —Bueno, espero no quedar gordo por siempre —contesté con simplicidad, haciendo reír a Johan. 

   —Para nada, lo prometo —éste levantó su mano derecha en señal de promesa y me dirigió una pequeña sonrisa antes de dirigirse a mis amigos: 

   —¿Y qué han estado haciendo ustedes con él, chicos? —les preguntó. 

   —Hemos intentado hacer que no se mueva mucho, le hemos dado la dieta que nos dijiste que debería de llevar e intentamos animarlo para que no se deprima por... —George le dio un codazo a Ringo para que se callara, aunque para todos en la habitación era obvio cuál era el nombre que estábamos evitando.

   —Me están volviendo loco —me apresuré a cambiar de tema, antes de que Johan comenzara a preguntarme por John, que se había convertido en su tema favorito. Johan pareció notar mi rápido cambio de tema y desvió la mirada hacia la camilla. 

   —¿Qué te parece si empezamos ya? —preguntó. 

   Asentí rápidamente, aliviado de no tener que ser presa de las miradas de lástima que todos iban a arrojarme. 

   Johan señaló la camilla. 

   —Levanta tu playera y baja un poco tu pantalón —me indicó, haciendo que Ringo y George rieran como niños pequeños, no podía creer que aún les diera risa que alguien se bajara los pantalones; los fulminé con la mirada mientras hacía lo que el doctor me había pedido, y me recosté en la camilla. 

    —Va a estar un poco frío —me dijo Johan, refiriéndose al gel que tenía en las manos. Asentí poco convencido y éste mojó un poco mi abdomen con la sustancia azul con un olor demasiado extraño, haciendo que me retorciera un poco por lo frío que estaba. 

   —Bien, veamos a ese bebé —dijo, tomando algo que parecía ser como un micrófono extraño, conectándolo a la gran televisión, que de inmediato comenzó a mostrar una imagen a blanco y negro, con muchas rayitas que no dejaban ver bien qué había ahí. Era como intentar encontrar señal en un televisor averiado. 

   Johan comenzó a pasear el extraño aparato por mi abdomen, haciéndome un poco de cosquillas. Estaba súmamente nervioso, pero me distraía un poco ver como George y Ringo se pegaban a la enorme televisión en busca de alguna figura inusual. 

   —¿Dónde está? —preguntó Ringo, impaciente. 

   —Bueno, es difícil encontrarlo, tomando en cuenta que es muy pequeño... —susurró Johan, completamente concentrado mientras miraba la televisión. 

    —¡Ahí está! —exclamó con emoción Johan, señalando con el dedo una pequeña figura casi indistinguible entre el fondo gris que la rodeaba.  

   —¡Mira Paul! ¡¿Lo estás viendo?! ¡Es un bebé chiquitito! —dijo con emoción Ringo, señalando la pantalla, sin dejarme ver absolutamente nada. 

   —¿De qué tamaño es? —preguntó George a Johan, que contestó:

  —Tiene nueve semanas, así que debe de ser del tamaño de un cacahuate.

    —¡Es un cacahuatito! —dijeron al unisono mis amigos, sin evitar emocionarse. De verdad que a veces actuaban como si tuvieran seis años. 

   —¿Me dejarían verlo? —pregunté con fastidio. Ringo y George se alejaron rápidamente de la pantalla, y por un momento solo fuimos esa imagen y yo. 

   La imagen que mostraba el televisor era francamente terrible, pero aún así logré distinguir qué era lo que Johan señalaba, era como una pequeña bolita semi-enrollada, una bolita muy adorable y pequeña. 

   Y sonreí. 

The little Beatle. [McLennon] [MPREG]Where stories live. Discover now