Capítulo 17 -Recompensa y castigo-

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En el autobús que me llevaba de regreso a la universidad, sonaba una canción de una tal Taylor Swift, llamada We Are Never Ever Getting Back Together. Pensé que era graciosa, estúpida y que, también, me recordaba de una manera cursi y ridícula que lo mío con Castiel se había ido al averno... para siempre. Él tomó una decisión basándose en mis palabras mal empleadas y en el hecho de que, según él, no estamos listos para tener una relación, ni siquiera de amistad. Él dijo que yo seguía herido y resentido, yo más bien creo que hablaba por él mismo. Yo había decidido dar un paso adelante para salir de todo eso, pero él decidió dar un paso en otra dirección y alejarse definitivamente de mí. Escogió a un tipo al que había conocido recientemente, uno que seguramente le haría mucho más daño del que yo le había hecho. Una vez más, no estaba siendo justo conmigo, prefirió huir antes que arriesgarse. Una vez más, yo había saltado el precipicio por amor... y me encontré en un desierto de afiladas palabras y abandono.

No obstante, acepté su decisión con madurez. Si eso era lo que él quería, yo lo aceptaba y no volvería a insistir, ni siquiera volvería a verlo. Me despedí de él sin resentimientos, sin palabras de más, sin nada en mi corazón. Porque, tal como Chuck me dijera aquella tarde, el que es afortunado en el juego, es desafortunado en el amor y viceversa. Buscaría la victoria en otro lugar menos complicado.

Así que, de vuelta en la universidad, en lugar de armar líos para liberarme del dolor, me enfoqué en mis metas personales. Estaba enojado, más que descorazonado, pero ya había pasado por eso tantas veces... y con la misma persona. Uno se cansa de ser engañado, de ser ilusionado, de caer y levantarse. Se vuelve rutinario, la cicatriz endurece más y se forma una nueva coraza. Así que, la protección que perdí al enamorarme de Castiel, volvió a formarse, más fuerte que nunca. Me sentí diferente, más equilibrado y con mayor control de mis emociones. Supongo que hice un buen trabajo porque eso me trajo una recompensa.

Conocí a alguien. Una chica, ésta vez, con la que tuve un inicio amistoso que fue tornándose en algo intenso. Su nombre era Anna, una preciosa chica de roja melena y rostro angelical. Era compañera mía en varias clases pero fue hasta que uno de mis amigos nos presentó cuando comenzamos a hablar. Después, nos hicimos buenos amigos y compañeros en cuestiones de estudios. Una noche, tras una alocada fiesta y varios tragos, fuimos directo a mi habitación e hicimos el amor. No puedo decir que estaba enamorado ni mucho menos, era más bien una fuerte atracción física que derivó en una relación pasional y corporal, más que espiritual. Lo disfrutaba mucho, aunque en el fondo había algo que no me dejaba ser feliz del todo, algo parecido a un sentimiento de culpa, a un remordimiento. Creí que era debido a que Anna y yo teníamos algo meramente sexual, lo cual llenaba el vacío por momentos pero después me dejaba igual. Así que, llevado por las emociones del momento, le pedí oficialmente que fuéramos una pareja, lo cual ella aceptó.

Tenía una relación formal después de... Vaya, después de tanto tiempo. Anna era increíble, era hermosa, brillante... Era muchas cosas... Pero no era él.

***

Sólo me separé de Anna en el momento en que llegaron las vacaciones de Navidad. Ella fue a visitar a su familia, yo partí también hacia mi hogar, donde me esperaba mi hermano y mi padre. Sentía que había transcurrido una eternidad desde la última vez que había estado en esa casa, fue maravilloso volver a sentarme en un sofá de la sala, con mi hermano a mi lado, bebiendo cerveza y viendo el futbol americano en la televisión. Por supuesto, Gabriel también había vuelto a la ciudad junto con él y pasaba mucho tiempo con nosotros, salvo los días que sacaba de quicio a mi hermano y discutían. Me reía de ellos, yo bien sabía que al día siguiente estarían intercambiando saliva como si nada hubiera ocurrido.

Les conté de Anna y mi relación con ella, a lo cual no reaccionaron con tanta alegría como me hubiera gustado. Sin embargo, mi hermano asintió y sonrió, para decirme que estaba feliz de que hubiera encontrado a alguien. Lo dijo con un tono extraño, yo bien sabía que, lo que en realidad quería decir, era que estaba feliz de que hubiera superado a Castiel.

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