4.La despedida

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Kimberly:

Cuando la mujer del Capitolio leyó el nombre de mi hermanita, estaba convencida de que la perdería. Una pequeña de diez años, que no sabe cómo luchar, no tendría posibilidades frente a veintitrés competidores, muchos varios años más grandes que ella y algunos con más entrenamiento. No habría manera, hicieran lo que hicieran mi madre, mi padre o Haymitch. Esto era lo que ellos temían, este era el motivo por los que cambiaron las reglas. Clarence Snow sigue hablando, pero a mí no me importa. Solo pienso en que tendré una oportunidad de despedirme de Stephie y no quiero llorar, no hasta entonces, no quiero que su último recuerdo de mí sea llorando porque sé que la perderé. Intento ser fuerte, parecer convencida de que ella podrá ganar. Tal vez eso le dé esperanza y la esperanza la ayude a sobrevivir.

-Bueno, antes de pasar a seleccionar a los varones, ¿alguna voluntaria? Quien se presente voluntaria, deberá ser una chica en edad de participar y jugará ella en lugar de Stephanie. Si nadie se presenta, Stephanie será quien... -Empieza a preguntar al público la señora Snow, y comprendo que no he perdido a mi hermana. Hay una posibilidad ¡Puedo ir en su lugar! Puedo morir yo en vez de ella.

Corro hacia el escenario gritando que me ofrezco como voluntaria. Ignoro los murmullos que surgen a mi alrededor y los gritos de mi hermanita rogando que me quede allí, que no lo haga. No importa lo que ella diga, lo haré. Iré al Capitolio en su lugar. Tampoco haré caso si mi madre, mi padre o Haymitch intentan detenerme. Pero ellos no lo hacen. Mamá y papá parecen haberse quedado convertidos en estatuas. Ninguno se mueve, aunque creo que mi madre está temblando. Tampoco dicen nada. El único que hace un gesto es Haymitch, me guiña un ojo y hace algo parecido a una sonrisa.

-Baja, Stephie. -Le susurro a mi hermana cuando llego junto a ella.

-Pero...

-Nada, baja y vuelve con las chicas. En un ratito podremos hablar. -Me mira con reproche, pero obedece. Eso es suficiente. Un alivio inmenso me invade cuando la veo bajar y Sarah, mi mejor amiga, la abraza. Intento captar su mirada para agradecérselo con un gesto, pero está enfocada en mi hermanita.

Clarence me mira y murmura:

-Vaya, vaya, vaya... Creo que no necesito preguntar quién eres. Seguro que los que recuerdan de los 74 Juegos del Hambre se están dando cuenta de que tenemos a una nueva Katniss Everdeen. ¿Cómo te llamas, querida?

No es la primera ni será la última persona en decirme que soy igual a mi madre. Todos los que la conocían cuando tenía mi edad dicen lo mismo, que somos muy parecidas en el cabello y el rostro, aunque tengo los ojos de papá. Y quienes me conocen más aún, saben que mamá y yo tenemos el mismo carácter. Pero eso no puede saberlo Clarence Snow, no aún.

-Kimberly Mellark. -Le respondo.

-¡Excelente, Kimberly! Creo que tú y tu madre son las únicas que se han presentado como voluntarias alguna vez en el distrito 12, querida.

Me quedo helada mientras miro a mamá a los ojos. Aunque en estos tres días ha hablado más de los Juegos del Hambre que en toda mi vida, siempre hay algo que esconde. Y yo acabo de enterarme por una desconocida que ella fue a los Juegos porque se ofreció como voluntaria. La segunda vez, era porque había sido vencedora en los anteriores. Pero si nunca se hubiera ofrecido de voluntaria no habría tenido por qué conocer el Capitolio y la arena. Me pregunto por qué lo hizo. Sé que de pequeña se moría de hambre, ¿habrá sido para intentar salvar a su familia de la inanición?

Mientras yo sigo mirando a mi madre, pensando en qué podría llevar a una niña de la Veta a ofrecerse como voluntaria en Los Juegos del Hambre cuando el Distrito 12 no había conseguido vencedores desde que Haymitch había ganado, Clarence Snow introduce su brazo en la urna de los tributos masculinos.

"Que no sea Mark, que no sea Mark, que no sea Mark" Ni sé a quién le estoy rogando, pero deseo con todas mis fuerzas que el nombre de mi hermano no salga elegido. Ya ha sido suficiente con que haya salido Stephie.

La mujer lee en voz alta el nombre, no es Mark, sino Nataniel Steel, un compañero de su clase. Es un chico alto, robusto, moreno. Observa a su alrededor y camina lentamente hacia el escenario. Clarence pregunta si hay voluntarios, pero solo responde el silencio. Nat es hijo único, sus compañeros se agrupan y murmuran entre ellos. El único de su clase que no está allí es mi hermano, quien tiene a Stephanie alzada en sus hombros y su vista clavada en mí. Estrecho la mano con mi compañero de distrito, y los agentes de la paz nos ordenan ir al Edificio de Justicia. Miro a mamá y papá, están yendo a otro lado.

-¿Mis padres vendrán con nosotros? -Le pregunto al agente de la paz.

-Los mentores no pueden estar en la despedida de los tributos y sus familiares y amigos. Se encontrarán con ustedes en el tren.

Me conducen a una habitación y a Nataniel a la contigua. Camino en círculos por el lugar, pero enseguida la puerta se abre y entran mis hermanos.

-Fuiste muy valiente. -Me dice Mark abrazándome. Lo miro y solo le respondo con una sonrisa. -Tráeme esa sonrisita de regalo del Capitolio, ¿sí?

Me está pidiendo que gane, que regrese. Asiento con la cabeza y observo a Stephanie, cuyos ojos están bañados en lágrimas y parece incapaz de hablar.

-¿Y tú, mi peque? ¿Qué quieres que te traiga de regalo desde el Capitolio? -Le pregunto sonriendo, fingiendo que todo está bien, como si me fuera de vacaciones.

-A ti. -Exclama y se abraza a mí con todas sus fuerzas. La abrazo y la alzo como si fuera una bebé.

-Cuídala -le suplico a mi hermano. Él asiente con la cabeza y sonríe con suficiencia y sé que no ha entendido a qué me refiero. Abrazo y beso a Stephanie. -¿Me dejas hablar un minuto a solas con Mark? No llores, nos veremos pronto.

Se enjuga las lágrimas, asiente con la cabeza, fuerza una sonrisa y sale de la habitación. ¿Será esta la última vez que la veo? No importa, estará bien. Y eso es todo lo que quiero.

-¿Qué pasa? -Pregunta mi hermano.

-Ya lo sabes, -le digo -no soy ni mamá ni papá. Nunca he visto cómo son los Juegos del Hambre y no soy buena como ellos en nada. Tengo pocas posibilidades de sobrevivir. No puedo prometer volver. -Mi esfuerzo por evitar llorar es en vano, las lágrimas comienzan a salir. Mark me abraza e intenta decir algo, pero lo detengo. -No, espera, tengo que decirte algo importante. Cuida a Stephanie estos días, hasta que regresen mamá, papá y Haymitch. No la dejes que vea nada espantoso. Si muero, trata de que no vea cómo me matan, por favor.

-Escucha, Kimmy, no morirás. Tú puedes...

-Prométeme que no la dejarás ver cómo me matan. -Pido llorando desesperada.

-Lo prometo... -dice con un suspiro en voz muy baja. Eso es suficiente para mí. -Escucha, Kim, tienes a papá, a mamá y a Haymitch como mentores. Sigue sus consejos, hazles caso, y volverás, ¿sí? -No le contesto, pero él insiste -Es tu turno de prometer, prométeme que harás todo lo posible por regresar.

No tengo otra alternativa que asentir. Mark se va, quiere saludar a Nataniel. Suspiro. La puerta vuelve a abrirse, es Sarah. Nos abrazamos sin decir nada.

-Gracias por tomar hoy a Stephie.

Ella sonríe. Y vuelve a abrazarme.

-Podrás ganar. Confío en ti. -Me asegura. No soy capaz de responderle. Así que sigue hablando. -Queda poco tiempo, y mi primo quiere saludarte.

¡Oh, no! Para eso sí que no estoy preparada. No puedo saludar a Turner, su primo y mi novio desde hace poco menos de un mes. Me siento culpable por no haber pensado en él desde la cosecha. He rogado que no saliera el nombre de Mark, pero no el suyo. Y me he ofrecido como tributo sin pensar en lo que él sintiera, solo entregada a mis hermanos. Pero Sarah ya se ha ido y Turner entra a la sala. Me abraza, me acaricia el cabello y me siento incapaz de decirle nada. Solo me limito a llorar en su hombre.

-Tus padres no solo ganaron, fueron un símbolo de esperanza en los distritos. Todos confían en ellos, conseguirás todos los patrocinadores que necesites. -Me dice -No te faltará nada. Podrás ganar, lo sé.

No le digo lo que estoy pensando: además de esperanza en los distritos, mis padres significaron rebelión en el Capitolio. Los vigilantes querrán hacerme puré. Nos besamos. Vienen los agentes de la paz a informar que debo subir al tren. Camino hacia adelante, mirando hacia atrás, a Turner, que mantiene su vista fija.

El retorno de los juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora