Día tres.

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Día tres.

Hoy no hubo trabajo. Ruggero le dijo a Karol que se tomara un día libre mientras aclaraba sus ideas. Y después de pasar horas tendido en la cama, pensando y tomando su café espeso a causa del exceso de azúcar, llegó a la 'monstruosa' conclusión: Karol le gustaba, en el sentido amoroso.

Lo había admitido, más no lo había aceptado, como un alcohólico acepta que es un alcohólico y trata de no serlo más, acabar con su problema de adicción. Así que optó hacer una lista de todo lo ocurrido: 

1) Buscar los indicios del problema: Me siento extraño cerca de ella. 

2) Aceptar el problema: Me estoy enamorando de una chica seis años menor que yo y que lo más probable es que sea un amor enfermizo, además, el amor siempre termina mal y es malo para la salud de este chico.

3) Encontrar la solución para remediar el problema: En este punto, hay varias opciones, opción a) Alejarla antes de que el sentimiento aumente, pero es una opción bastante infantil, además, conociendo la persistencia de Karol, no lo aceptará; opción b) Decirle todo lo que siento, lo que lleva a dos resultados: Que me acepte o que me rechace, aunque sólo debería tener en cuenta el resultado de rechazo, es lo más lógico, ella se alejará por su cuenta y de nuevo todo volverá a la normalidad, y opción c) Ocultar todo hasta que Karol decida irse cuando se harte de mí. De cualquier modo, sólo van tres días

4) Llevar a cabo la solución del problema: Emmm...Soltó el bolígrafo, frustrado y soltando un bufido. Miró fijamente la hoja de papel donde tenía escrito todos los pasos para solucionar el "problema", pensó en tomarla y arrugarla, o romperla, o quemarla. Pero no hizo nada de eso, más bien, tomó su móvil y le escribió a la causante del zoológico en su estómago y la confusión de su mente:

R: Mañana 10:00 am. Cafetería del centro de la ciudad. Ve y no preguntes para qué ¿De acuerdo?

K: ¡Como usted diga, Ruggerito! ;D

...

El viento soplaba suavemente con delicadeza, golpeando con el rostro de aquel escritor que caminaba con posma hacia aquella cafetería donde había citado a su ayudante y fiel admiradora; las rodillas le temblaban y, a pesar del frío de noviembre, estaba sudando. Su mirada era impasible, completamente estoica, pero por dentro estaba gritando por ayuda, por dentro su corazón latía a mil por hora. Tragó grueso, y trató de concentrarse solamente en la gente que veía pasar y en su caminar. Pensó en las diversas maneras en que le podría decir a Karol todo lo que sentía de la manera más madura posible sin inmutarse no mucho menos sonrojarse, pero todo lo fríamente ensayado durante el largo camino de su departamento a la cafetería se desvaneció de su mente al ver a Karol sentada en una mesa, quemándose la lengua con el primer sorbido de su café americano. Sonrió al verla en esa faceta tan tierna, y ambas miradas se cruzaron. 

Las mejillas de Karol se tiñeron de emoción y una sonrisita traviesa apareció en sus labio.Ruggero se derretía por dentro y pensó varias veces en regresar a su cueva corriendo, pero tenía que hacerlo y decirle todo lo que tenía que decirle para no sentir ese horrible remordimiento en el pecho; él sabía perfectamente que las relaciones siempre terminan en infidelidad, rompimiento o muerte, y no sería capaz de soportar otra pérdida, pero tenía que decírselo para que Karol se alejara incómoda... Así que se acercó a la mesa donde ella lo estaba esperando con ansias.

-Hola- saludó Ruggero, mostrando una pequeña sonrisa que a Karol le pareció enternecedora.

-Hey, ¿cómo estás?

-No empecemos con conversaciones aburridas. Hablemos de la trama para una nueva historia- se encogió de hombros y se acuclilló en el asiento.

-¿También te sientas así en ligares públicos?- preguntó la castaña, incrédula.

"Shh..Es un secreto" |Ruggarol|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora