Capítulo 4

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MARINETTE

Mi indeciso corazón estaba gobernando mi cuerpo en ese momento, dejando a mi razón relegada en una jaula. Podía escucharla gritar con todas sus fuerzas: que mi actitud egoísta e impulsiva podía estar agujereando mi propio maltrecho corazón; que estar con Chat Noir en medio de esa confusión no era sano ni justo, para ninguno de los dos; que lo único que estaba haciendo al huir de mis miedos internos, en lugar de enfrentarlos, era lanzarme a mí misma a un profundo y oscuro precipicio... Sin embargo, la voz de la razón no me alcanzaba. Mi corazón cobarde tapaba cuidadosamente mis oídos, haciendo que las palabras perdieran significado al alcanzarme. Mi corazón se encontraba demasiado dichoso por la cercanía y la calidez reconfortante de Chat Noir como para dejarlo ir tan rápidamente.

El rebotar repentino de los cristales de mi ventana me sobresaltó. Me erguí en mi cama, en la cual estaba tendida, para comprobar que Chat estaba fuera de mi habitación. Parecía Spiderman, colgado boca abajo en la pared del edificio, esperando que le abriera. Con una sonrisa distraída, me encaminé hacia la ventana y la abrí de par en par. Chat entró dando un vigoroso salto y una voltereta. Al ser Marinette, no me dio tiempo de moverme antes de apreciar sus movimientos. Al momento lo tenía a mi espalda. Él aprovechó mi desorientación para rodearme con sus brazos y estrecharme fuertemente contra su pecho. Hundió su nariz en mi cabello y aspiró con fuerza.

―Adoro cuando te sueltas el pelo ―reconoció, débilmente―. Hueles más a lavanda que nunca.

El roce de su nariz en mi pelo provocaba cosquillas en mi cuero cabelludo y en mi cuello. Se me escaparon unas estúpidas risitas, nada propias de mí, pero que no pude evitar. Al percatarse de ello, la fricción pasó de ser inocente y fortuita a completamente pícara y planeada. Recordando que mis padres estaban en la planta inferior, viendo la televisión antes de dormir, me mordí el labio para contener las carcajadas. Mi intensa lucha pareció incentivar a Chat mucho más, porque sopló lenta y fríamente tras mi oreja. No me hizo reír, pero si me sorprendió lo suficiente como para que bajara mis defensas durante un segundo. Sin embargo, pude reponerme a tiempo, antes de que las cosquillas se extendieran de mi nuca y mi cuello a mi estómago.

―Eres una dura rival, ¿eh? ―declaró Chat, como un flagrante alarde de intenciones.

Al momento, y para mi consternación, Chat mordió juguetonamente mi oreja con sus colmillos. Es verdad que no logró que de mis labios escapara la más mínima carcajada, pero lo que sucedió fue peor. De mis labios resbaló un vergonzoso y titilante gemido. Al momento, mis mejillas se sonrojaron hasta los topes y recé con todas mis fuerzas para que, con el ruido de la tele, mis padres no hubieran escuchado eso. Imploré porque el sonido me hubiera parecido más impactante a mí de lo que había sido en realidad.

De mis padres no llegó nada, ni un sonido más que el eco lejano del televisor; sin embargo, de Chat no tardaron en alcanzarme sus taimadas risotadas. Las mantenía bajas, junto a mi oído, para que solo yo fuera capaz de escucharlas. Le habría dado un golpe, si no fuera porque su abrazo mantenía mis brazos bajo los suyos.

― ¡Chat! ―chisté con reclamo.

―Eso ha sido música para mis oídos ―aseguró, lamiendo sutilmente el lugar donde me había mordido.

―Y eso ha sido una frase muy cliché ―reté, debatiéndome entre mi mal humor por sus travesuras o mantener las piernas en estado sólido ante sus atenciones.

―Puede ser, pero quizás es una frase universal por algo ―comentó, acariciando suavemente mis manos―. Si tú, princesa mía, me haces sentir así, ¿por qué no decirlo?

Sin AireWhere stories live. Discover now