Capítulo 10

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MARINETTE

Me desperté, confusa por la oscuridad que me rodeaba. Intenté abrir los ojos, pero mis párpados no me respondían. Parecían estar bloqueados por algo. Por un segundo, con el cuerpo totalmente inmóvil por el sueño, me asusté. Sin embargo, cuando una suave respiración me acarició la oreja y una mano conocida me acarició suavemente la pierna, en un gesto cariñoso, recordé todo. Dónde estaba y con quién; por qué no podía ver.

Su respiración se mantenía sosegada y tranquila, como si estuviera profundamente dormido. Bien. En ese momento, lo que más necesitaba era un buen descanso. Los poderes de Chat Noir eran distintos a los míos, pero esperaba que los prodigios tuvieran un efecto similar en lo que a recuperación se trataba. Quería moverme, pero temía despertarle o, peor, hacerle daño al no saber cómo estábamos ubicados o cómo habían evolucionado sus heridas, así que me mantuve inmóvil. De igual forma, aunque hubiera podido salir de su abrazo, ¿a dónde habría ido? No conocía la casa, y no era cuestión ponerse a deambular con los ojos vendados. A saber la que podía armar. Y la idea de quitarme el vendaje estaba totalmente prohibida. Al menos, hasta que Chat volviera a transformarse. No podía fallar su confianza así, y yo más que nadie era consciente de lo peligroso que resultaría conocer su verdadera identidad. Por mucho que quisiera saberla.

Ese repentino deseo en mí resultaba, cuanto mínimo, desconcertante. Sería mentira decir que nunca había tenido curiosidad por saber qué cara se ocultaba tras la máscara del gato negro. Quizás no era la misma ansia que padecía ahora, pero estaba allí, aguijoneándome desde el fondo de mi mente. Un deseo principalmente nacido más por curiosidad que otra cosa. Sin embargo, tenía muy en claro mis deberes como Ladybug, al igual que lo peligroso que podía resultar que conociéramos las identidades del otro. Así que, ante los ruegos de Chat Noir, que siempre se había mantenido más interesado en el tema, había conseguido guardar mi curiosidad en un profundo rincón de mi mente y seguir mi camino. No importaba la cara de cachorro abandonado que Chat ponía cuando le decía que no y nos despedíamos. Era lo que debíamos hacer, la obligación tras ser los héroes de París. Sin embargo, ahora ese deseo avaricioso se hacía prácticamente incontrolable. Más ahora después de haber sentido su rostro, su piel, sus pestañas, bajo mis dedos.

Debido al pánico de la situación, había dejado que los deberes de Ladybug tomaran el mando y había hecho lo primero que se me había ocurrido para detener aquella locura: taparme los ojos. Sin embargo, ahora era Marinette la que luchaba con esa decisión, maldiciendo no poder conocer la verdad y apreciar con sus propios ojos el verdadero rostro de Chat.

Por primera vez, empecé a entender el deseo frenético que mostraba Chat cada vez que sus transformaciones daban pie a descubrir la verdad. Era divertido comprobar como ahora era él el que me rehuía, escudándose en sus obligaciones, mientras yo sentía el impulsivo deseo de seguirlo. Divertido desde un punto de vista masoquista, en realidad.

Me temblaban las manos por el puro deseo de destaparme los ojos, de arrancarme las malditas vendas de cuajo. Palpé, con cuidado pero con firmeza, la piel de Chat. Encontré su mano libre, la que no acariciaba la cara externa de mi muslo, y la sujeté como si se tratara de mi tabla de salvamento. Entrelacé mis dedos con los suyos, sintiendo como el contacto me anclaba al suelo, a la racionalidad. No podía hacerle eso a Chat. Ya suficiente daño le estaba haciendo al ocultarle la verdad. Aún recordaba, con pánico, el incidente.

Me había ido de la lengua y había dicho cosas que eran absolutamente imposibles que supiera. A no ser que ya estuviera inmersa en el tema de los miraculous. Y solo había dos formas de estarlo, siendo Ladybug o siendo controlada por un akuma. Chat se había alterado, pensando directamente en la segunda opción. Resultaba un tanto insultante que hubiera obviado de tal forma la primera, sabiendo los sentimientos encontrados que tenía por mí y mi alter ego. Sin embargo, sabiendo por todo lo que había pasado para decidirse a estar conmigo, tampoco podía culparle por su confusión.

Me hundí en el asiento, sintiéndome horrible, una mentirosa y una timadora. En momentos así, sintiendo que estaba engañando tan flagrantemente a Chat, sentía que no lo merecía. Ya no era cuestión de escudarse en cuáles eran sus deberes y cómo debíamos proteger los miraculous. No, esto iba más allá. Tenía miedo. Un miedo rapaz y monstruoso a lo que pudiera suceder si Chat se enteraba de la verdad.

Ansiosa, buscando su contacto, tanteé la piel de su cuello y su mandíbula con la punta de la nariz. Aspiré su aroma con cuidado, disfrutando de la sensación, sin importarme que el perfume particular de Chat se viera enturbiado por los escombros, la sangre y el desinfectante. Dejé un suave beso en el hueco de su mandíbula, como si se tratara de una firma, una promesa que le hacía a Chat Noir de que le protegería, incluso del daño que podía ocasionarle yo misma. Era una promesa que parecía hacerme más a mí misma que a él. Sin embargo, el gesto pareció despertar a Chat, porque suspiró, gozoso, casi como si maullara. No pude evitar reírme ante semejante respuesta inconsciente.

—Hola —saludó Chat, con voz pastosa, dándome un casto beso en los labios.

—Hola —correspondí, enternecida por el gesto.

—Me gusta esta forma de despertar —comentó, juguetón, atrapándome con sorprendente fuerza entre sus brazos y ubicándome más cómodamente en su regazo, acercándome a él.

— ¡Chat! —reclamé, alterada—. No deberías estar haciendo esfuerzos —advertí, preocupada.

—No te preocupes —me tranquilizó, besando el tope de mi cabeza—, ya estoy mucho mejor —Alzó el rostro, pude sentir el movimiento al estar tan cerca, quedándose un segundo en silencio, antes de continuar—. Y en nada estaré totalmente recuperado.

— ¿Qué quieres...? —La frase completa habría sido ¿qué quieres decir? Sin embargo, no logré que toda ella saliera de mis labios. Sentí una extraña corriente eléctrica a mi espalda y, entonces, entendí sus palabras. Una extraña energía mágica estaba a mi espalda, una que solo podía pertenecer a un Kwami. Uno en plenas facultades para entrar en acción. Pese al silencio reinante de la habitación, estaba totalmente segura de que el Kwami de Chat Noir estaba tras de mí.

—Es hora de que Chat Noir vuelva al ruedo.

—Es hora de que Chat Noir vuelva al ruedo

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¡Hola a todos, lindas flores!

Hemos llegado a los 10 capítulos y todavía quedan cosas que contar. Es verdad que este capítulo es más cortito que los anteriores, pero tengo mis razones. Más que nada que, teniendo en cuenta todas las reflexiones que Marinette tiene aquí, me parecía un poco chocante empezar a poner movimiento. Y sí, en el próximo ya habrá un poquito más de acción, porque ya son dos capítulos muy romanticursis y hay que equilibrar xD.

En fin, pronto, más y mejor. Intentaré tener algo para la próxima semana, si las obligaciones y la maldita inspiración se compadecen de mí.

Con un beso y un bizcocho, ¡nos leemos pronto!

Sin AireWhere stories live. Discover now