Capítulo 8

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El ruido que hacían mis doncellas mientras correteaban de un lado a otro de la habitación me despertó. Era por la mañana, concretamente las siete y media, la hora de levantarse. Pero aquella mañana, no era como cualquier otra. A las nueve en punto, la entrevista tendría en el Gran Salón, y mi padre haría público el mensaje de nuestro compromiso.

Sabía que, después de que aquello pasara, todos los ojos estarían puestos en nosotros. Seríamos el centro de atención durante mucho tiempo. Tendríamos mucho peso sobre nosotros: la planificación de la boda, la unión de los países, la opresión de los medios de comunicación... Si mi vida ya era agotadora siendo la futura reina, ahora lo iba a ser mucho más. Pero las esperanzas de que nuestro plan funcionase se habían anclado en mi mente con mucha fuerza, y no tenía pensado rendirme tan pronto.

Laura retiró las pesadas cortinas, y abrió las puertas del balcón para que el aire otoñal de la mañana refrescara la habitación. Afortunadamente, no era un aire demasiado frio, y me ayudó a despejarme un poco. Pero no me levanté de la cama, ni siquiera abrí los ojos ni me moví un poco. Oí cómo Roxi entraba en el baño, y pocos segundos después el agua de la bañera correr. Laura se acercó a mí, y me acarició la cabeza suavemente.

–Buenos días, señorita.

–Hmm... –murmuré, haciéndole entender que no quería que estuvieran allí.

Ella rió por lo bajo y se dirigió al armario para escoger tres vestidos. Normalmente, por la mañana yo no era una persona más activa y espabilada, por lo que Laura me escogía tres vestidos que creía apropiados y después yo elegía uno de ellos. Y como todos mis vestidos me gustaban, siempre lo elegía al azar. Pero estaba segura que en aquella ocasión tendría que poner especial atención a los vestidos. Quería estar lo mejor presentable para la entrevista. Si íbamos a hacer aquello, al menos lo haríamos bien.

Retiré las sabanas de una patada, y me incorporé a regañadientes. Me froté la cara con las manos en un intento desesperado de desvelarme un poco. Al menos, aquella noche no había tenido pesadillas.

Me bajé de un salto de mi cama y crucé la estancia rápidamente, el mármol frío del suelo hacía contacto con mis pies descalzos. Cuando entré al baño, Roxi me regaló una sonrisa de buenos días y salió, cerrando la puerta y dándome intimidad. Me quité el camisón de seda azul y lo tiré al suelo hecho una bola de tela brillante. No estaba de humor para hacer las cosas delicadamente. Entré en la bañera, dejando que el agua caliente me cubriera del cuello para abajo. Como siempre, Roxi le había echado al agua aquel liquidito con olor a vainilla, el cual me encantaba, y le había echado pétalos de rosa, lo cual veía innecesario. Cogí aire y sumergí mi cabeza dentro del agua. Permanecí así, escuchando todo el silencio que había allí abajo, hasta que sentía que el aire me volvía a faltar.

Media hora después, salí de la bañera y me puse el albornoz, además de una toalla en el pelo. Cuando volví a la habitación, mis doncellas ya tenían todo listo para empezar a prepararme. Como siempre, me dirigí al tocador, donde estaba Laura. Me senté en el mullido taburete de color rosa, y ella me quitó la toalla del pelo para después frotarla sobre él y retirarle la humedad sobrante. Me giré sobre el asiento, quedando de cara al armario, donde, de un lateral, había colgados tres vestidos, y Roxi permanecía de pie al lado de ellos, esperando mi decisión.

El primer vestido era blanco, de cuello cerrado y de manga larga. Se ajustaba delicadamente a mi cintura, y me llegaba hasta la mitad de los muslos, donde había un volante blanco. El segundo era de color azul marino. Su cuello también era cerrado, pero tenía los hombros al descubierto. La parte de arriba tenía un escote de ilusión maya en forma de V que iba desde el cuello hasta un poco más de la altura de mi ombligo. El resto tenía pedrería del mismo color que el vestido, simulando flores. Una tira de color gris oscuro se ajustaba a la cintura, y de ella caía una falda de gasa con pequeños tablones que llegaba un poco por encima de las rodillas. Y el tercer vestido era de color verde agua. El escote era cerrado, y tenía los hombros al descubierto, como el anterior. Se ajustaba a mi cintura por una goma interna, y tenía una falda con vuelo que me llegaba hasta la mitad de los muslos. En el final de la falda, en la cintura y en los tirantes tenía un pequeño bordado con hilo del mismo color, que simulaba una hilera de pequeñas flores y hojas.

The Crown (Parte 1)Where stories live. Discover now