CAPITULO XI

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Era viernes y estaba en su casa tranquila, pero sabia que eso no duraría mucho porque en algún momento llamaría Karina con alguna invitación.

O era bruja o la invocó con solo pensarla, porque de repente le mandó un mensaje y sí, era una invitación a un baile, decía que no podía faltar que era lo mejor de este año, como siempre ella era una exagerada, pero no podía negarse porque sino, vendría y a arrastras la llevaría y sí, sabía que ella era capaz, así que no se arriesgo y aceptó.

—Mamá hoy voy a salir con Karina a un fiesta.

—Y ese milagro, qué tienes fiebre hija—lo dijo riéndose, sabia que no era de fiestas, pero qué podía hacer.

—No. Es por Karina, ya sabes como es ella no hay como decirle no.

—Haces bien hija, debes salir distraerte y por la hora no importa puedes venir bien tarde o mañana.

—Si no me quieres aquí dímelo no más y me voy—Bromeó

— No, hija, es sólo que tu pasas encerrada debes salir, conocer gente rehacer tu vida, ya es tiempo.

Se conocía ese discurso y no quería escucharlo mas, era su decisión que hacia con su vida.

—Ajá si como digas, me voy a por un helado ya vengo, besos.

Un helado podía relajarla y si era de chocolate mucho mejor. Ella sabía que debe rehacer su vida, pero como hacerlo si aveces todavía pensaba.

Cómo pudo ser mi vida con Carlos si ese maldito que aun no se quien fue no lo hubiera matado y eso me carcomía, aunque aparentaba ser fuerte todavía me dolía.

Y con esos pensamientos siguió su camino hasta la heladería, cuando vio a su maldición, estaba en ese lugar.
Dios mío, ¿por qué eres así, tanto me odias?.

Pero no podía irse, ya había sido vista, no iba a irse corriendo, lo que le sorprendió era que estaba con una chica muy bonita... Y esa estúpida quien será, Diana por favor controla tu subconsciente ese niño bonito puede hacer lo que quiera.

Pasó sin mirarlo, y pidió un helado para salir lo más rápido posible, cuando fue agarrada del brazo, lo miró con muy mala cara.

—No te han dicho que es de mala educación no saludar a las personas y peor cuando si las conoces.

—Y a ti no te han dicho que es de mala educación agarrar a una persona cuando ni siquiera te ha dado la confianza— Replicó.
Ja, niño bonito jaque mate. Pensó. Pero le duró muy poco la alegría, cuando habló.

—Pero en el parque de diversiones me agarraste la mano y yo no te di la confíanza.
Lo dijo con una sonrisa que la derretía pero no lo daría a notar

—¡Ay! por favor ya superalo no fue gran cosa.

—Entonces esto tampoco y dime qué tal, como vas.
En todo esto no se había fijado que la chica ya se había ido y le respondió.

—Oye, tu amiga se ha ido.
Él sin dejar de mirarla contestó

—Ah, no importa, si quieres puedes sentarte tú, y por cierto, ¿vas a ir a la fiesta de esta noche?.
No podía ser él también iba estar.

Dios, llevame mejor.

—Primero, no voy a sentarme y segundo... A ti que te importa— lo dejó ahí sentado y se fue con una sonrisa en el rostro.

Como le encantaba tratarlo mal, aunque ese era un modo para que no se de cuenta que le gustaba y... esos benditos tatuajes ¡ash!como le quedaban tan bien subconsciente callate mejor, que no me ayudas mucho... Se  volvía loca, ahora peleaba con ella mismo.

Los tatuajes del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora