Sobre hechos del Presente: Gift

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Tap, tap, tap.

El sonido de unos pasos solitarios reverberaba en el pasillo. La mujer golpeada se ponía en pie. El hombre atrapado por sorpresa gateaba en búsqueda de sus gafas.

El joven que había conseguido golpear al hombre de las gafas se desmayaba por agotamiento. La chica que se había defendido de un atacante invisible miraba con ojos muy abiertos como la mujer derrotada se ponía en pie.

—Es de mala educación mirar de esa forma a la gente chiquilla —dijo la desconocida.

Il la miró. Era alta, de piel bronceada y bastante delgada, no tanto como para que resultara antiestético, pero su delgadez era evidente a sus ojos. El pelo castaño lo tenía recogido en una coleta y sus ojos marrones miraban a su alrededor expresando fuerza y confianza. Si estuviera de su lado, Il pensaría que es una mujer de la que podría fiarse. No obstante, dadas las circunstancias, no podía considerarla menos que una amenaza. ¿Por qué le había atacado?¿Dónde estaba Reis? Todas eran preguntas sin respuestas. Pero necesitaba esas respuestas, debía obtenerlas.

—¿De mala educación? —Se rebeló ante tal regañina—. Para empezar no creo que sea de muy buena educación atacarme a traición.

La mujer la miró y sonrió.

—Buena respuesta —cambió la cara con una mueca y volvió el rostro hacia la puerta—. Vamos afuera, nos están esperando, creo.

Il recelaba completamente de aquella persona. ¡La había atacado sin motivos y no había dado ninguna explicación al respecto! Sin embargo, aquella mujer había recibido un golpe con la silla en la cabeza y estaba ahí, de pie y sin un rasguño. Contra alguien así no era prudente insistir en pelear. Eso por descontado. Consideró que debía llegar al fondo del asunto por lo que decidió seguirla y salir al pasillo. Además, debía encontrar a Reis.

Al salir, se encontró con una escena de lo más extraña. El hombre del sombrero de aquella mañana se encontraba junto a Reis y lo arrastraba contra la pared para incorporarle. Este último estaba inconsciente. Por último, un excéntrico hombre se afanaba en buscar a gatas sus gafas, que se encontraban en el lado opuesto del pasillo.

—¿Qué le habéis hecho a Reis? —La pregunta iba dirigida directamente al hombre que sostenía a Reis. Cada vez estaba más furiosa con aquel hombre que ahora la miraba directamente con sus profundos ojos azules. 

—Nada. Se ha desmayado él solo. Es más, de alguna manera el chico aquí presente se las ha apañado para darle un buen golpe a nuestro compañero —se agachó y cogió las gafas—. Sig, aquí tienes tus gafas.

—Ah sí, gracias —el hombre se levantó y agradeció el acto.

Il se fijó mejor en este último. Tenía pinta de ratón de biblioteca. Su piel pálida y su extrema delgadez hacían que pareciese un cadáver. Un bigote ridículo y una perilla enmarcaban su cara. En cuanto a su forma de vestir, era absolutamente descontrolada. La mitad de la camisa sobresalía por fuera de sus pantalones mientras que la otra mitad permanecía dentro. El cuello de la camisa estaba completamente descolocado y los andrajosos pantalones pasados de moda presentaban varios desperfectos. Ese tal Sig no parecía apreciar el hecho de cuidar de su imagen.

La situación no pintaba nada pero que nada bien para ella. Tragó saliva, no sabía qué era lo que querían, pero si ellos han sido los culpables de todo el ataque de esa noche eran gente muy peligrosa. ¿Terroristas tal vez? La mente de Il trabajaba frenéticamente en busca de una solución. Por añadidura, el hecho de que Reis estuviera herido e inconsciente no hacía más que empeorar el asunto. Dirigió su mirada a los ojos azules que no la habían abandonado en ningún momento. Fue entonces cuando el hombre comenzó a hablar.

En el corazón de los que lloranWhere stories live. Discover now