11. Damien

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El viernes fue leve.

Llegué a casa para la hora de la cena, por lo que me ahorré las quejas de mi papá, sus comentarios maliciosos, su actitud de patriarca de la edad media...

A la noche, me encerré en mi cuarto a mirar películas en mi notebook. Cada tanto agarraba el celular y revisaba la última conexión de Alejo o si había posteado algo en Facebook.

También hice algo súper patético: Le di Like a una foto que subió hace como seis meses. Es que salió hermoso, no pude contenerme. Estaba dibujando y el pelo le caía sobre la frente...

Todos sabemos que dar likes a fotos viejas te delata como stalker. A esta altura no me importa demasiado, dudo que eso arruine mi reputación. No puede ser peor que ponerle una trompada a alguien, ¿no?

«Los pumas (o casi)» es el grupo de WhatsApp que tengo con mis amigos. La mayoría jugábamos al rugby cuando vivíamos en Pergamino. No somos buenos, pero nos la creemos y eso es lo que importa.

Sebastián escribe en el grupo.

Sebas: quienes en perga?

Esteban: presente

Yo: yo.

Mariano: nunca me fui. No como otros...

Lautaro: dejá de llorar, maricón. Yo no. Parcial.

Sebas: quién está llorando ahora?

Así siguió por buen rato. Hasta que nos pusimos de acuerdo para salir al otro día. Según Sebas, somos peor que las minas para organizarnos.

—Pa, ¿me prestás el auto? —pregunto durante la cena del sábado.

Antes de que conteste, mi hermana empieza el berrinche.

—¡No! No vale, yo también voy a salir. El remís tarda una eternidad. ¡Sos un forro, Damien! ¡Te odio!

—Si igual no podés manejar, pendeja.

—¡Pero me lleva papá! Tarado.

—¡¿Pueden dejar de gritar?! —grita mi papá aún más fuerte. Dios, cómo odio mi casa—. Damien, si querés el auto, llevás a tu hermana a donde ella quiera antes.

—Ok...

—¡No! Y a la vuelta ¿qué? Siempre me cagan a mí.

Sí, claro. La víctima de la casa.

Sé que son normales los celos y que todos decimos lo mismo: mis papás prefieren a mi hermano.

En mi casa hay una cuota de verdad en todo eso. Mi viejo desde el «incidente» me trata distinto. Antes no era así, no se palpaba una preferencia. Desde entonces, todo es para mi hermana, la hija que no lo defraudó.

Mi mamá, en cambio, no hace diferencias; no de manera afectiva al menos. Hasta me atrevería a decir que es más cariñosa conmigo, lo cual creo que se debe a que soy más receptivo. No me molestan las demostraciones de afecto y mi mamá es de las que necesitan abrazar, besuquear, despeinar y demás.

Alishya chilla si la tocás.

Sin embargo, mi vieja es incapaz de negarle algo. Es que odia el conflicto y si con una remera nueva, un jean o lo que sea, consigue acallar una discusión, no lo duda.

Y Alishya se aprovecha de eso, como ahora.

—A la vuelta también —sentencia mi papá—. Le mandás un mensaje a tu hermano y te volvés con él.

Entonces, me besó (Completa)Where stories live. Discover now