32. Alejo

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¿Se puede ser más feliz? Yo creo que no.

La primera semana en Pergamino fue mil veces mejor de lo que esperábamos.

Veo a Damien todos los días. Viene cada tarde, después del almuerzo, y pasamos las horas en casa, o en casa de Ema, o como hoy... en la quinta de Sebas.

Al principio dudé en ir. Me daba miedo pensar que pudiesen estar Mariano y Lautaro y que la situación fuera, como mínimo, incómoda. Al final accedí y la estamos pasando genial.

—A Mariano lo mandé a la mierda —dice Sebas a Damien.

—Qué cagada...

Nah. Es un pelotudo. Le dije que no hablara mierda tuya cuando estaba yo, que esperara a que me fuera y ¿sabés lo que me dijo? «Yo no me voy a censurar» ¡¿Censurar?! ¡Andá! A este le está pegando mal el Pulpito.

Me causa gracia su expresión.

—Igual es una mierda —agrega Damien. Se siente culpable. Apoyo mi mano en su espalda para consolarlo, odio cuando piensa que es el responsable del mundo.

Esta tarde en la pile es la realización de un sueño.

Posta. Soñé despierto tantas veces, en la secundaria, que Damien se acercaba a mí, frente a sus amigos, dejando todo atrás...

Están los que solían estar con él en la esquina del cole o en el centro cuando me lo cruzaba. Sus compañeros de clase, de rugby, amigos del club, Tamara... todos presenciando cómo Damien se gira, camina hacia mí y me besa.

Si estoy dormido, no se les ocurra despertarme.

—Te amo —le digo. Me muerdo el labio para contener un poco mi sonrisa embobada.

—Yo también —contesta y me da un beso duce en la mejilla y otro más cerca de la oreja.

Sé que nos miran, sobre todo los que recién hoy se enteran de que Damien es gay. Pero él hace de la indiferencia, un arte.

A mí me cuesta un poco más. Es que es distinto cuando sufriste abusos y comentarios hirientes en la secundaria; la necesidad de desafiarlos, de exigirles que se metan en sus asuntos, es muy muy fuerte.

No es que ahora tengamos mil años y toda la madurez del mundo, pero no es lo mismo que a los quince. A Damien le chupa un huevo si a alguien no le gusta, sólo le importan las personas que él quiere, y como sabe que Sebas, Esteban y Tamara lo tomaron bien, los demás se pueden matar.

Lo único que resta en su lista para ser feliz es su familia. No veo la hora de que podamos solucionarlo; no quiero que nada empañe la felicidad de Damien, lo amo demasiado.

Muy a mi pesar, empiezo a sentir algo de pena —no, no es pena, es empatía— por Tamara. Se nota que todavía le gusta Damien, lo mira con la misma cara de nene frente a una dulcería que tenía yo en la escuela cuando sabía que no podía ser mío.

El último vestigio de celos se me va esta tarde.

El hermano de Sebas es peor que él, más hincha pelota, más bromista, más pesado... No tardo en percatarme de que, tras sus bromas, se esconde algo que le da vergüenza admitir: está re hasta las manos con Tamara. No es chiste, no se trata de si Damien es gay o lo que sea con lo que esté jodiendo; se está muriendo por esa chica que sigue babeando por su ex homosexual.

—Hacen linda pareja —me dice Tamara cuando Damien se tira en la pile.

—Él es lindo.

Y de verdad, está para comérselo entero. Tiene puesta una malla que en otro parecería del abuelo. No es de las bermudas debajo de la rodilla o con estampados locos, tampoco es sunga; es un short, azul oscuro, con bolsillos de esos para meter las manos, que se inflan cuando estás en el agua. Pero lo que hace que en lugar de quedarle como a mi viejo, le quede para partirlo en ocho, es su culo. Puedo ponerme a escribir poemas alabándolo. Lo veo salir de la pile, empapado, con ese pedazo de tela pegado a su cuerpo y tengo que recordar cómo respirar.

Entonces, me besó (Completa)Where stories live. Discover now