Capítulo 12 El juicio

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John fue sentado en una silla en frente del juez y cerca a Adam, tal vez demasiado cerca. Anna ahora era testigo. Al lado izquierdo del juez estaba el defensor de Adam, y el procurador, mientras al otro lado estaba el fiscal y el acusador particular, que sería George, quien no se veía en absoluto preocupado.

El juez empezó la sesión dando orden con tres martillazos a la mesa, puesto que se habían reunido algunas personas curiosas enterados de la noticia y estaban muy agitadas. Al haber un silencio sepulcral en la sala, el juez dijo:

—Vamos a dar inicio a la sesión, en primer lugar escucharemos los cargos en contra del acusado.

—Juez, los cargos son de tentativa de homicidio —dijo George.

—Que hable el testigo.

Anna se dirigió a la tribuna y el defensor se levantó para empezar con su largo cuestionario. Su primera pregunta fue:

—¿Usted conoce a la la víctima?

—Sí, señor.

—¿Conoce al acusado?

—Sé muy poco de él.

—¿En qué casos nota que él acusado realizó un intento de homicidio?

—Cuando en Nueva Zelanda estalló una bomba en pleno restaurante, cuando envió a sus hombres a asesinarnos y en el momento en que secuestró a la víctima. —Entonces se dispersó un murmullo de voces en la sala.

—Orden en la corte —pidió el juez.

Adam tenía la cabeza gacha y no pretendía levantarla: estaba intranquilo.

—Prosiga.

—¿Tenía éste hombre algún motivo para intentar esta atrocidad?

—Nada demasiado importante —respondió Anna.

—Su señoría —dijo el defensor al juez— podemos notar que en realidad el acusado no tiene una razón que lo obligue a hacer tal cosa, lo que significa que seguramente tiene algún problema mental.

La indignación se sintió entre los testigos hasta el mismo George. Se oyeron exclamaciones y gritos de disgusto, el juez por otro lado, siempre imparcial pensó en que era momento de escuchar al acusador particular.

—Cederemos la palabra al acusador particular.

George se levantó de la mesa y mirando de reojo al defensor y a Adam Rowling, dijo:

—Su señoría, el acusado no tiene ningún problema mental más que el resentimiento. Esto se puede saber claramente de su astucia para deducir si su objetivo estaba vivo a través de los periódicos locales y de algunas notas que, si me permite, le mostraré. —George tomó de la mesa de la que se había levantado, una carpeta, la cual contenía el periódico todo rayado y las notas encontradas en el depósito. Se la pasó al juez, quien empezó a leer.

—¡Eso puede ser falso! —gritó el defensor, levantándose.

—Puedo probar lo contrario. Claramente esta es tinta de una empresa francesa que cerró hace ya muchos años. Está tinta era muy costosa por estar hecha de madera de sauce y químicos de extrema calidad. Por está razón los pocos que la tenían eran privilegiados y solamente un experto podría saber conservarla como lo es nuestro acusado. Además sabemos que él es rico y podemos volver a comprobar lo dicho por la fecha del periódico y la suciedad del papel que solo es causado por la única dificultad de la tinta, que se corre por el trazo de un hombre zurdo tal como él.

George demostró toda sus ideas tan rápido que el defensor quedo estupefacto, tanto así que cerró su boca y se sentó. El juez necesito de unos instantes para digerir la información dada.

—Gracias por esta reflexión, acusador. Puede sentarse.

—Gracias —respondió George.

John se sentía más tranquilo después de la intervención de su querido amigo, pues, ¿cómo refutarle lo que acababa de decir? Tan solo una mente brillante podría decirlo y entenderlo al mismo tiempo. Muchas personas testigos de esta demostración de perspicacia quedaron boquiabiertas.

Adam parecía estar molesto, pues aunque su cabeza no se había levantado, frunció el ceño y cerró sus puños. ¿Qué estaba pasando por su cabeza?

—Ahora me parece justo pensar que necesitamos más pruebas para declarar culpable al acusado —dijo el juez.

—Tengo más pruebas —respondió George— . Cuando en el principio del viaje John se perdió, se desvió la brújula y se perdió el astrolabio, el señor Adam estaba a bordo...

—Eso tan solo prueba una coincidencia —interrumpió el defensor.

—Déjeme terminar. Como en su habitación se encontró el astrolabio... No tenemos más opción que considerarlo culpable de las perturbaciones del viaje. También sabemos que colocó a través de sus hombres una bomba y también que lo confesó haber hecho, lo que puede ser confirmado por el testigo y por mí mismo.

Adam se levantó súbitamente y tomó la camisa de John para golpearlo contra la silla en la cabeza. Lo soltó y corrió hacía la puerta. Los policías intentaron detenerlo pero éste los golpeó el uno con el otro y después abrió la puerta con ellos de una patada. George se levantó y corrió hacía él. Adam giró su cabeza para verlo y aceleró el paso. George se apresuró pero Adam se volteó y lo tomó de la cabeza para terminar golpearlo con su rodilla.

Quedó aturdido, y Adam lo miró de reojo para seguir corriendo por el corredor de la estructura. George se levantó y lo tumbó con su pierna. Después lo aturdió golpeándole las orejas y le dio una patada para dejarlo en la puerta de la sala de juicio.

El juez se levantó después de parecer pegado a la silla como por encanto y dijo golpeando con el martillo la mesa:

—Adam Rowling es declarado culpable.

La multitud celebró el veredicto y la actuación de George con palmas y gritos. Los policías recién levantados y un poco abollados tomaron a Adam y lo entraron a la sala. George volvió con John y le pregunto si estaba bien. Él respondió:

—Con una horrible jaqueca, pero bien.

Anna corrió hacía John y lo abrazo feliz porque ahora estaban fuera de peligro. Esto lo hizo sentir mejor. George pidió permiso para llevar al criminal y acompañó a los policías hacía la comisaría. Así comenzó un nuevo capítulo en la vida de John Dalton y Anna Watson.

Un rescate imprevisto (historia vieja)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora