II - Descubriendo la verdad.

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Habían pasado 7 minutos que Joy había sentido que habían sido como una eternidad. Todo era silencio entre los dos sentados en el living.

— ¿Porqué vives con mi hermana? –Preguntó por fin Joy intentando romper el hielo.

—Es una larga historia. –Suspiró– Nos conocimos en la Universidad, estábamos juntos en Harrisburg Area Community Colleges, ambos estudiábamos Justicia Criminal y nos hicimos buenos amigos casi de inmediato, es extraño porque somos opuestos, pero algo nos unió.

¿Acaso eran más que amigos?

—Ella dejo primero la Universidad, y luego yo. No tenía donde vivir así que la invite a vivir conmigo. –Se encogió de hombros. – Y así ha sido desde hace unos meses.

–Mi hermana dejo la Universidad para ser una supuesta bruja, ¿Pero y tú?

—Problemas económicos y una enorme falta de identidad.

¿Falta de identidad?

—Yo nunca entré a la Universidad. –Soltó Joy. – Estoy lista para casarme, así que no lo necesito.

Levantó una ceja. — ¿Casarte? ¿Con quién?

—Trevor Black; la perfección hecha persona.—Al mencionarlo le brillaron los ojos.

Rió. —Entonces, ¿Ambas hijas de una familia importante en el condado, no tendrán la Universidad cursada? ... Eso es tener dinero. –Dijo sarcásticamente.

Lo miró molesta. —No necesito estudiar. Lo tengo todo, y Trevor también, estaremos completos.

Daniel suspiro lentamente, Joy no era muy parecida a Rachel, tenían ideales diferentes y de comportaban diferente; obviamente le agradaba más su mejor amiga qje esta chica nueva, pero suponía que tenía que ser paciente.

—Lo cual me recuerda... –Continuó Joy.- que Trevor, debe ser un niño en estos momentos, cuatro años debe tener, quizá. –Comenzó a hacer cuentas.

No sabía quién era ese tal Trevor, pero Daniel seguro lo imaginaba como un tipo apuesto, barba de candado, siempre trajeado, ojos intensos, en resumen todo un playboy. Y en efecto, no se equivocaba.

Pero en 1994 las cosas eran diferentes.

—Llévame a verlo. –Soltó desesperada.

— ¿Disculpa? –Preguntó extrañado.

—Dije, que me lleves a verlo. Necesito verlo aunque sea siendo un niño. —Suplicó.

—No, no puedo. Rachel dijo que...

Interrumpió. —Sé lo que ella dijo, pero no es importante. No voy a hacer nada malo, tú cuidaras de mí. ¿Cierto? —Sus ojos rogaban también.

—Yo... –Titubeó. –No sé, no quiero tener problemas.

—No los tendrás. Por favor. –Hizo puchero.

— ¿Y acaso tienes idea de donde vive en estos momentos? –Buena pregunta, creyó deshacerse del tema con eso.

—Claro, ha vivido en la misma casa desde que nació.

Mierda.

—Por favor, vamos. –Insistió.

¿Cómo rayos conseguía todo lo que se proponía?

Daniel tenía un auto propio, era un Ford beige del 85, herencia de su padre.

Condujo desde su apartamento ubicado a las afueras de Harrisburg, la capital de Pensilvania, hasta llegar a los suburbios más lujosos de Dauphin.

El mismo cielo en una época diferente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora