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  Maratón 3/5  

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La nota no fue firmada, pero yo sabía que era de Pablo. Traté de decirme a mí misma que se la dio a Paula para que me la diera a mí, pero ella me la hubiera entregado, me habría mirado leerla, y luego haría un gran alboroto. No hay manera que hubiera sido capaz de simplemente ponerlo en la almohada para que lo encontrara más tarde, incluso si él le hubiera dado instrucciones exactas.  

Fui a mi ventana, suspirando cuando la encontré cerrada y luego volví mi atención a la nota. Sabía que quería decir con la cita, pero no estaba exactamente segura lo que me intentaba decir. ¿Me pedía que mirara dentro de él? Porque cuando lo hice, todo lo que vi fue un posible homicida maníaco.

¿O es que el "nosotros" se refiere a él y a mí? Lo que hay detrás de nosotros podría ser ayer, y lo que está delante podría ser... me estremezco al pensar. De cualquier manera no hay definitivamente nada dentro de nosotros o entre nosotros o a nuestro alrededor o en cualquier parte porque no hay un nosotros.  

Quería arrugar la nota y tirarla lejos, pero no pude. Había algo en ella. Al igual que había algo en el florero con rosas en mi tocador que no podía arrojarle blanqueador sin importar cuántas veces había pensado en hacerlo.  

Tomé la rosa de mi almohada y la puse de nuevo con las demás después de aspirar su aroma. Luego con cinta adhesiva pegué la nota en el espejo de mi tocador e intenté no pesar en ello cuando me fui a dormir.  

Mis sueños esa noche fueron los peores que tuve en todo el verano.  

Después de todo con Paio, y las cosas de asesino en serie, y los sueños, tenía una insalubre cantidad de tensión acumulada dentro de mí. Así que pude haber estado actuando un poco loca a las 07:00 a.m. Irrumpí en la habitación de mi hermana y comencé a hurgar en sus cajones. No intentaba exactamente ser graciosa y tampoco Paula cuando me dio una gran cantidad de insultos cuando despertó.  

—Perdón —mascullé—. Pero hay un juego en el parque a las 7:30 a.m. y quiero llegar antes de que escojan los equipos.  

—¿Y estás saqueando mi tocador porque....?  

—Porque cuando jugué fútbol frisbee la otra noche en la fiesta era un millón de veces más fácil moverse en una blusa y unos shorts que en unos pantalones sueltos y un suéter. Por no mencionar que tenía codazos en los pechos.  

—Claro —concordó con un bufido—. Eso es porque los Neandertales con los que siempre juegas finalmente se dieron cuenta de tus pechos.  

—¿Vas a ayudarme a encontrar algo o no? —espeté, tirando un montón de ropa al suelo.  

—Bien, bien. Jesús. ¿Te importa?  

Mi hermana actuó como si fuera una prueba enorme salir de la cama, pero me di cuenta de su sonrisa mientras se deslizaba en la puerta abierta del armario. —¿Tienes un sujetador deportivo?

—Por supuesto.  

—Entonces toma. —Me tiró una blusa blanca—. Úsala y toma los pantalones Adidas rosados. Segundo cajón, lado izquierdo. Vas a tener que llevarlos más debajo de tus caderas, porque tienes las piernas más largas que las mías, pero tiene un cordón ajustable. Obtienes una gota de sangre sobre ellos y me tendrás que comprar otros nuevos.  

—Como sea.  

Suspiró y finalmente sonrió. —Trabajo de diez a cuatro hoy.—Paula trabaja en Red Sports—. Ven a verme y te ayudaré a recoger algunas cosas. Incluso te conseguiré mi descuento de empleado.

—Quizás, si tuviera alguna forma de llegar ahí —me quejé, todavía molesta por abandonarme el sábado.  

—Estoy segura de que Paio estaría más que feliz por darte un paseo.  

—Un viaje al infierno en el Expreso Acuchillador de los Sábados por la Noche.  

—¡Ni siquiera es sábado, fenómeno! —gritó después de que me cerró la puerta.

[***]

—¡Ella tira, ella anota! —gritó Gonza, dándome un máximo de cinco— Y esto es juego, ¡perdedores!

Me sentí realmente, realmente bien soltar toda la tensión, ira, y frustración dentro de mí, y como resultado, he matado en la cancha esta mañana. Seguro cuando me mostré con la ropa de entrenamiento de mi hermana los chicos me dieron una mierda por no estar disponible para jugar ahora porque era una chica, pero había estado por ahí por tres horas y no había estado en el equipo perdedor ni una vez.  

Mi teoría acerca de la ropa de Paula era correcta también. Me sentía mucho más fresca, más cómoda y mi pecho sólo había sido asaltado una vez esta mañana. Cuando me golpearon, incluso pararon el juego por un minuto para asegurarse de que estaba bien. No necesitaba eso, pero definitivamente necesita tomar la oferta de Pau en ayudarme a comprar.  

Me caí de un banco, me quité el casco y limpié el sudor de mi cara mientras capturaba mi aliento. Cuando drené una botella de agua, este chico Dami, que acababa de marcar el gol de la victoria, se sentó a mi lado.—Puedes parecer una chica ahora Viciconte, pero todavía tienes el juego.  

—Claro que lo hago —bromeé—, y si no fuera tan fácil anotar podría llegar a utilizarlo algunas veces. Este fue apenas un entrenamiento.  

La sonrisa de él creció tanto como su cara. —Chica, si buscabas a alguien para anotar, todo lo que tenías que hacer era decirlo. No tienes idea de lo fácil que puede ser.  

Gemí por centésima vez en el día, las insinuaciones no paraban. Golpeé a Damián en el brazo y grité, no sólo a él, sino a todos los presentes—: ¿Realmente voy a tener que escuchar esta mierda cada vez que juguemos a partir de ahora? ¡Son como un grupo de perros salvajes!  

CasualidadWhere stories live. Discover now