✖ Segunda videollamada ✖

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—Esto no puede ser buena señal —farfulló Lime, mientras sujetaba el móvil con la mano temblorosa

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—Esto no puede ser buena señal —farfulló Lime, mientras sujetaba el móvil con la mano temblorosa.

Keith se hallaba estupefacto junto a mí, pero entonces para mi asombro, una sonrisa completamente audaz se dibujó en su rostro. Era notable que se sentía preparado para cualquier cosa.
Al momento en que la cuenta regresiva de la transmisión llegó a cero, la pantalla se iluminó de rojo, retándonos desde la distancia.

—Lime, chiquita —rogó Keith paciente, en un tono dulce—. Dame un minuto el celular. Tendré que ver esta videollamada con mis propios ojos.

Ella se lo entregó sin decir palabra. No parecía tener miedo a absolutamente nada ni nadie.
Poco a poco, todos los que nos encontrábamos en la casa contemplamos el móvil recién hallado. Crista permanecía seria frente a la pantalla, tenuemente reflejada en ella.
La voz de Bélica resonó con fuerza por fuera de los parlantes, entreví un sarcasmo cruel; no obstante sabía que Keith se mostraría indiferente: él era hábil con las palabras al igual que con los gestos. Quizás pudiera convencerla para dejarnos en paz.

Espero no haber interrumpido nada, Detectives y Agentes —siseó Bélica. Su voz se escuchaba ronca, desgastada.

Keith aumentó el volumen del celular con los botones laterales del aparato.

—Creo que ya sabes la respuesta —comentó con una sonrisa torcida—. No tienes nada nuevo que aportar.

La mirada de Bélica ansiaba fundirlo hasta reducirlo a cenizas. Juraría que sentía su ira vibrar en conjunto con el móvil. Sin embargo, ella se mantuvo altanera y despreocupada, como si hablar con su más acérrimo enemigo fuera un juego de niños.
Pero, ¿hasta qué punto no lo era?

Si es así... Si tanto saben sobre nosotros... —continuó, desafiante—. ¿Por qué no me han capturado ya? ¡Hazlo! —Bélica intentó sonreír con dulzura, pero esa palabra no se encontraba en su diccionario. Tras no obtener pronta respuesta por nuestra parte, continuó con su monólogo—.Vanos esfuerzos los suyos. Pero... ya verán quién ganará.

Nadie contestó, ni hizo una mueca. Keith parecía saborear el momento, ansiaba conocer el límite de la ira de Bélica.
Como vio que nadie se atrevía a replicar, ella continuó arrastrando las palabras de forma pertinente:

Crista, estimada amiga mía... —enfocó sus oscuros ojos como carbones en ella—. Me temo que debo suplicarte otra vez que te unas a nosotros. Es la segunda advertencia. A la tercera, si no nos respondes como es debido, me temo que tu familia...

Pasó su dedo índice en torno a su cuello, como si fuera un filoso cuchillo imaginario. Fruncí el entrecejo.

—¡Ya te ha dicho que no! —contestó Lease con firmeza, señalando la pantalla con su mano derecha—. ¡No, no y no! ¡Jamás se unirá!

Bélica no había reparado en la presencia de Lease hasta ese momento:

Tienes un rostro demasiado adorable como para hablarme así —respondió—. Y... En cuanto a Crista, más te vale que no interrumpas mi discurso. Ya he tenido suficiente de ti.

Algo en la mirada de Bélica me recordó a Crista. Tal vez ¿su brillo?, ¿Su afán? ¿La forma en la que nos desafía indirectamente?
Habían muchas piezas en juego, y si una desencadenaba un problema, nos veríamos en una clara desventaja. Faltaba una acción determinante para poder comenzar un pleito. Era eso. Crista y Bélica no medían las consecuencias de sus acciones. Harían las cosas a su propia conveniencia.
Dicho y hecho. Crista se aproximó hacia la pantalla:

—Tanto que hablas... —vociferó—. Y no te da para decírmelo en la cara. ¡Ven aquí y dímelo! ¡Deja de esconderte y atacar entre las sombras, cobarde de mierda! Porque claro, detrás de una pantallita es muy fácil amenazar a las personas.

El rostro de Bélica sufrió un espasmo. Sus labios temblaron. Fue la única vez que ví a Bélica flaquear. Nunca había fallado en sus amenazas, pero la jugada que le estaba haciendo Crista parecía hacer mella en su semblante.
Lo cierto es que ella jamás había sido confrontada verbalmente por una persona. Crista había sido la primera en hacerlo. Había dado en el blanco.

¿Cómo...? —farfulló Bélica, incrédula, con rencor—. ¿Qué... Qué me has dicho?

—He dicho que dejes de lanzar amenazas a través de la pantalla, imbécil —reafirmó, con ojos ávidos de venganza—. Dime, ¿cuándo será el día en el que dejes en paz a la Agencia?

Bélica la señaló con la mano, dando preciso enfoque a sus palabras; su mirada hervía de odio.

Cambié de opinión. Esta será la última advertencia —dictaminó—. Si no te nos unes ahora, no solo mataré a tus padres, sino que te mataré a ti también, a través de mis secuaces. ¿Has oído? Juro que te mataré, Crista Flame. Por más que tengas a mil Detectives defendiéndote, vas a cerrar la boca para siempre.

Crista tomó el celular de las manos de Keith. Su rostro se volvió impasible.

—Quisiera ver eso —insistió, sonriendo—. Pero, ¿qué te he hecho yo para merecer esto? ¡Jamás he oído hablar de ti! ¡Antes de esto nunca te he insultado! ¿Por qué vienes ahora a arruinarme la vida?

Bélica sonrió. Nos observó a cada uno de nosotros con detenimiento.
Llevaba el cabello peinado tan minuciosamente, y sus uñas lucían tan impecables, que intuí que antes de la videollamada había tenido una sesión de peluquería.

Estoy haciendo todo esto... —contestó ella— porque tus padres han cometido un error fatal con los míos.

La videollamada se cortó con un sonido agudo, y la pantalla mostró la típica estática. Instantes después se apagó, dejándonos solos, con nuestros reflejos confusos.

¿Qué hicieron los padres de Crista? ¿Por qué semejante cosa eligió realizar Bélica por ellos?

Crista temblaba; sabía que no era a causa de temor, sino por la impotencia que corría libremente como un río de lava por sus venas. Sostuve sus manos para tranquilizarla.
Ni siquiera nosotros, los Detectives, habíamos hecho enojar tanto a Bélica. A veces Keith le contestaba con descaro, pero jamás se había pasado de la raya. Teníamos miedo de cruzar ese límite porque sabíamos que teníamos el peso de muchas vidas inocentes sobre nuestros hombros.

Crista no había hecho más que lanzar una bengala al cielo.
Esa bengala significaría una guerra. El inicio de una nueva pesadilla que ninguno de nosotros jamás había vivido antes.
Porque ahora, Bélica tenía con Crista un problema personal.


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