Chris da un paso hacia enfrente y se miran directo a los ojos del otro.
—Christopher, solo estaba charlando un rato con Beto. Ahora mismo me iba a poner a atender las mesas. Tranquilo.
Los ojos de Chris no dejan a los de Beto, se miran como si se odiaran desde siempre y, apenas y se conocen.
—Ve a donde te corresponde estar —ladra. Se acerca más a Beto y sé que terminará en golpes.
—No tienes por que hablarle así, no es tu esclavo —escupe Beto.
—Pero es mi empleado, y le hablo como se me antoje.
Sus espaldas se ensanchan y sus quijadas se tensan, parecien animales preparándose para pelear. Sus aletas nasales se dilatan y sus respiraciones se vuelven irregulares mientras siguen acercándose cada vez más.
—Beto, este es problema entre Chris y yo. No te metas —digo aún más nervioso que antes. Decido volver a poner en práctica lo de hace un rato. Camino hasta ellos y me pongo entre los dos. Envuelvo el brazo en la cintura de Alberto y el hechizo se rompe.
Beto deja de mirar a Chris y me mira confundido. Su expresión se suavisa y su seño comienza a fruncirse.
—Ya te dije que no puedo dejar que te hablen de esa forma —susurra muy cerca de mi rostro.
—Lo sé y te lo agradezco mucho, pero Chris es mi jefe. Tengo un trato con él. Ahora siéntate y cálmate que casi termina mi turno y entonces podremos disfrutar del resto de la noche. ¿Qué te parece? —sonrío.
Sé que mi actitud es igual a la de una puta, pero necesitaba actuar igual que una puta para no meterme en problemas con ninguno de los dos.
Asiente lentamente y me giro para encarar a Chris que aún sigue viendo a Beto.
—Vamos —digo imitando su tono descortés.
Una sonrisa se dibuja en su cara y se gira no sin antes soltar una leve risita. Burlándose de Beto por haber logrado su cometido. Camino hasta la cocina sin mirar atrás y una vez dentro, encaro furioso a Chris.
—¡¿Qué putas fue eso?! —digo levantando las manos en el aire de una forma exagerada.
—No me hables así, soy tu jefe —ríe y se calla cuando ve que no celebro su chistesito. Se pone serio y sus hombros se relajan—. Lo siento, solo quería dejarle claro a ese tipo quién manda.
—¡Ja! ¡Vaya! Chris, aquí no se trata de ver quién manda y quién no. Tal vez si no te lo hubiera presentado, no te caería mal. —resoplo, frustrado—. Ni siquiera sé por qué se odian, no se conocen lo suficiente como para que ambos hayan tomado esa decisión. ¡Sólo los presenté una maldita vez y ya!
—Ese tipo quiere contigo y aunque no lo quiera aceptar, me duele. Sé que lo preferirás a él por sobre mí.
¡¿Qué?! ¿Estoy soñando?
—¿Perdón...? —mi voz es una octava más aguda—. Bueno, al parecer ni tú ni él, entienden. ¡Estoy casado, carajo! No voy a preferir a nadie sobre nadie.
Su rostro decae y no puedo dejar de sentirme mal. Aunque ellos no quieran entender, no puedo verlos más que como un par de buenos amigos.
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Mi Verdadero Verdugo
RomanceContinuación del primer libro Mi Verdadero Cielo. Después de pasar tres largos y exhaustivos meses alejado del que creía el amor de su vida, Ricardo se entera de las verdaderas intenciones de Orlando y conoce los porqués del matrimonio tan apresurad...