Monday: Grace (IV)

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Lo veía en todos lados. En el retrovisor del auto. En cada ventana escarchada. En todas las paradas de colectivo. Estaba en los hombres que me cogía. Él me seguía a donde quiera que vaya.

Pero cuando mis ojos se encontraban con los suyos, simplemente desaparecía.

Esa tarde llegué asustada a sesión, lo había visto sentado en un banco de la plaza al lado de una mujer con una hermosa beba entre sus brazos. Jace las miraba nostálgico, con sus ojos rojos y las manos temblorosas.

—¿Cómo va, Grace? —dijo Becca recibiéndome con una reconfortante sonrisa.

No contesté, la imagen de aquel chico de pelo negro y mirada triste no salía de mi mente.

Se sentó frente a mí como cada lunes, mirándome tan distante y a la vez tan cercana.

— El recuerdo de Jace me atormenta, quiere hacerme sentir culpable de todo lo que he hecho.—Solté de repente, con la voz quebrada.

—¿Lo piensas más que antes?

Cerré los ojos con fuerza intentando ganar algo de coraje.

—No, Becca. —dije con miedo.—Puedo verlo, está en todas partes. Me ve con esa mirada acusadora, y cuando nuestros ojos se encuentran desaparece.

Ella me evalúa, queriendo adentrarse en los lugares más oscuros de mi trastornada mente.

—¿Te sientes culpable aún de lo que pasó con Lucy y Jace? —preguntó.

—Sé que podría haberlo hecho mejor, sé que podría haber hablado con él sobre un aborto seguro en lugar de tirarme de la puta escalera.—dije más para mí misma que para Becca.—Lucy no hubiera sido feliz con nosotros. Jace estuvo en rehabilitación una vez pero no funcionó, tenía una fuerte adicción a la heroína y yo apenas podía cuidar de mí misma. ¿Cómo es que iba a mantener a salvo a una criatura?

La muchacha de cabellos negros frente a mi toma un sorbo de café y carraspea.

—¿Hay algún evento puntual sobre este tema que al recordarlo te inunda la culpabilidad? —dijo con los labios manchados de aquel líquido.

Palidecí y mi cuerpo comenzó a temblar. Ese recuerdo dolía demasiado.

(...)

Aquella mañana desperté sola en una habitación de hospital, e instantáneamente comencé a desesperarme.

¿Que había hecho?

Toqué inmediatamente mi vientre; estaba plano. Rápidamente me incorporé pero no podía moverme a causa de un dolor insoportable en la pierna.

Comencé a llorar gritando el nombre de Lucy tan fuerte como mis pulmones me permitieran, pero no funcionaba; mi abdomen estaba vacío.

Y yo también.

Lloré más fuerte aún, hasta que una enfermera entró corriendo intentando calmarme.

—Por favor, cálmese. —repetía una y otra vez hasta que mi llanto cesó.

—¿Qué le ocurrió a mi hija y por qué no puedo moverme? —dije entre sollozos.

Se podía notar angustia detrás de sus ojos cafés. Ella iba a decirme algo horrible, algo que desearía no tener que decirme.

—Tuvo un aborto espontáneo en un accidente, anoche se calló de la escalera de su casa.—anunció triste.—Se quebró la pierna y perdió a su bebé.

En ese momento comencé a tener pequeños recuerdos sobre eso. Me recordaba a mí misma llorando y acariciando a Lucy en lo alto de la escalera. Recuerdo el miedo que sentí al tirarme y el estruendo de los vidrios rotos en el pié de la misma. Recuerdo mis gritos y cómo mi madre llamó desesperada  a emergencias.

—Lo siento mucho, señorita Leeson.—dijo la mujer antes de cerrar la puerta.

No podía creerlo, no podía creer lo que había hecho. El sentimiento de culpa y miedo se extendió por mis costillas.

¿Qué diría Jace a todo esto? ¿Me seguirá amando después de todo?

No hubiera podido ocultárselo, él sabía leerme como si fuera su libro favorito. 

Esperé todo el día en aquella habitación a que apareciera con lágrimas en los ojos y un ramo de margaritas en la mano.

Pero jamás llegó.

Esperé toda la noche en vela rogándole a Dios que me devolviera a mi pequeña Lucy.

Pero jamás ocurrió, ella ya estaba con él.

(...)

—¿Y desde ese día no volviste a ver a Jace? —pregunta sin apartar la mirada.

—A la mañana siguiente mi mamá me dijo que Jace había salido de su casa y no había vuelto en toda la noche.—musité con un hilo de voz—Hoy hace ya siete años que nadie sabe de él. Se comenta que está en algún lugar cerca de Austria, pero sólo puedo anhelar que alguna vez regrese y me diga que todo fue una horrible pesadilla.

Becca se acomoda un mechón de cabello detrás de la oreja y me observa como si intentara colarse por mis pupilas.

—Si tanto lo deseas, ¿por qué no vas a buscarlo?—dice como si fuera fácil.

Me río. Me siento una adolescente que no olvida a su primer amor.

—No sé ni donde estoy yo, ¿cómo encontraría a un hombre fugitivo hace siete años? —respondo.—Además, nunca se me ocurriría siquiera salir de Dublín. Ellos no me dejarían.

Aprieto los labios con fuerzas. Estoy obligada a quedarme en una ciudad de la que no me siento parte por cargar con el peso de errores ajenos.

—¿No hay alguna manera de que puedas dejar ese trabajo? 

La miro sin expresión, con un abismal vacío entre mis ojos verdes. Niego con la cabeza, anhelando que sea mentira.

—Quizás algún día vuele por nuestros al rededores y seré finalmente libre.

El pitido de la alarma inunda la habitación.

—Esta sesión ha terminado.


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¿Cómo va? Me retrasé un par de años luz en actualizar, sepan disculparme.

Gracias por leer.

X.



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