Toma 1

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Y ahí estaba él, con sus cabellos rubios revueltos, sus mejillas rosadas, sus marcas únicas en el rostro y esos ojos que son tan expresivos pero a la vez no dejan ver nada. Caminaba cabizbajo por la acera camino a la escuela, desalineado y muy desorientado

Es muy diferente al chico que solía ser, ya no sonríe, no sociabiliza ni asiste a reuniones con sus amigos. Sus diecisiete años le están pesando, ya nada le interesa, cree que el aislarse de todos será la solución a sus problemas. Así hizo con su equipo de baloncesto, al cual pertenecía desde los nueve años, donde era la estrella, donde era el mejor jugador y la mejor base que este equipo tuvo. Empezó dejando de juntarse con sus compañeros de equipo y poco después dejó de ir a los partidos para luego no ir más a ningún entrenamiento. Ante las reiteradas llamadas de sus compañeros y de su entrenador no asistió más a ningún lugar de encuentro diciendo que ya no era lo mismo y que no podía jugar, entonces terminó dejando el club.

Enciende un cigarrillo y se queda mirando el cielo recostado en el jardín esperando el timbre de ingreso. A pesar de todo, el querer pasar desapercibido para el resto, lo hace aún más misterioso, ya perdió la cuenta de cuantas chicas se le acercan para hablar por día. Es lunes, por lo tanto sigue padeciendo las consecuencias del fin de semana, cada clase es una tortura y cada profesor es un sermón de reproches para éste rubio sin remedio alguno.

Sus pensamientos se van a otros lados, el sueño lo invade constantemente haciendo que se pierda en ellos, en simples sueños o quizás...recuerdos. El día transcurre sin modificaciones lo mismo que siempre sermones y más sermones.

La noche es quien invade no solo el cuerpo agotado sino también el alma de este joven que tiempo atrás no sabía más que sonreír, es ahí donde recurre a su más preciado inhibidor, su fiel compañero. Ese que aparece cuando las cosas se ponen duras y sin ser una persona puede acompañarte cuando más lo necesites y hacer que lo necesites siempre aun a causa de su hundimiento. Prepara su dosis de "tranquilin" como él solía llamarla y se dispone a ingerirla cuando el sonido de su puerta lo sobresalta, es su abuelo Jiraya indicando que la cena está servida. Baja las escaleras y se sienta a la mesa con su mirada perdida, desorbitada. No es el mismo y su abuelo lo notaba, no era la primera vez pero no se alarmaba creía que era cansancio, sabe que fue un chico con problemas y no quería ser él, el problema de su adolescencia.

Naruto disfrutaba mejor su tiempo a solas, peleando esas batallas interminables en su mente y cuando las creía perdidas recurría a una realidad paralela creada en su mente bajo los efectos de estos estupefacientes. Se sentía bien, vivo, lleno de fuerzas pero a veces este le jugaba en contra y se llenaba de recuerdos...hacia más de un año que le pasaba esto. Esos sueños que terminaban siendo recuerdos de aquello que había pasado hacia tantos años. Algunas noches lo atormentaba despertar con el rostro de sus padres frente a él, no podía olvidar aquello.

El amanecer llegaba y era como si la noche nunca hubiera pasado. Las ojeras del rubio lo demostraban. Ese día el salón estaba alborotado, había compañeros nuevos. Eran dos mujeres una de ellas tenía el pelo rojo con ojos del mismo color cubiertos por unos lentes, se notaba que tenía un carácter fuerte y que conocía a la peli rosa de ojos color jade a las cual el único chico nuevo miraba con desagrado y rechazo, sus ojos oscuros al igual que sus cabellos estaban clavados en las dos chicas que sonreían de un modo malicioso. Venían de la misma escuela, solo supo que dos de ellos habían sido echados y uno simplemente se había ido por su propia voluntad.

El morocho pregunto al rubio si el asiento contiguo estaba ocupado. Naruto simplemente negó con la cabeza y siguió mirando por la ventana.

El azabache miraba de reojo a este rubio que ya había logrado llamar su atención. Le causaba intriga no haberlo visto interactuar con nadie a lo largo del día.

Amistades PeligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora