II

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—¿Sí? —respondí al oír que alguien golpeaba la puerta, levantándome de la cama tal como lo haría si el colchón estuviera en llamas.

—¡Buenos días, Valentina! —gritó Héctor—. ¡Vamos a desayunar!

—¡Buen día, gracias por avisar! ¡Ahí voy! —le respondí intentando parecer tan animada por comenzar la jornada como él.

Normalmente demoraba bastante en despertarme y aún más en salir de la cama. Pero esta vez la necesidad de dar una buena impresión y el deseo de parecer responsable cambiaban el asunto.

Me coloqué la ropa que había planeado ponerme para ese primer día en México, hace algunas semanas atrás. Afortunadamente mi habitación contaba con un baño. Era pequeño, pero cumplía con su función perfectamente. Allí me arreglé, y cuando consideré estar presentable, salí.

—Buenos días. —pronuncié con una sonrisa, ocupando una de las sillas del comedor diario dentro de la cocina.

—Hola. —me saludó Michael con voz amigable—. ¿Pudiste dormir bien?

Sobre su regazo estaba su hija, quien movía sus extremidades mientras balbuceaba en su intento por formular alguna palabra.

—Sí, gracias. ¿Vos? —pregunté intentando mostrar cierta amabilidad.

—Me alegro. —respondió a lo anterior—. Yo también. —Dejó a la niña dentro de la especie de moises encontrado sobre la mesa y se levantó en busca de una taza.

—¿Y tu papá? —pregunté para no cortar la charla, pero también porque buscaba una respuesta de verdad.

—¿Mi tío?

Lo miré frunciendo mi entrecejo, y el interpretó muy bien que esa era mi forma de manifestarle mi curiosidad.

—Héctor siempre le dice a todo el mundo que es mi padre. Pero ya que te quedarás a vivir con nosotros durante un año, creo que deberías saber que en realidad es mi tío.

Asentí asimilando la información, mientras él me miraba.

—¿Qué tomas? ¿Café, te, chocolate...? ¿Yoghurt... quizás?

—Un café está bien. —respondí.

—Bueno... Mi tío —recalcó—. ya se fue a trabajar.

—¿Cómo? —pregunté asustada—. Me dijo que iba a llevarme a conocer el lugar donde voy a estudiar.

—No te preocupes por eso, yo te voy a acompañar.

—¿Sabés dónde es?

—Sí. De hecho yo estudiaba ahí.

—¿Y ahora dónde estudiás?

—Trabajo. —sonrió—. En un supermercado.

—¡Que divertido!

Lo vi hacer una mueca.

—No sé si es divertido... pero me pagan bien y me dejan llevar a Valentina.

Aún era extraño que su hija llevara mi nombre. Pero debía acostumbrarme a oírlo decir Valentina con tanto amor. Pues viviría junto a él por un año, y por lo poco que llevaba en esa casa, podía suponer que su hija era lo que él más amaba en el mundo.

—De chiquita siempre decía que iba a ser repositora. Me gusta ordenar las cosas que la gente deja por cualquier lado. —le conté mi sueño frustrado de la infancia, que en realidad aún lo seguía siendo.

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⏰ Last updated: Sep 07, 2018 ⏰

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