La fiesta

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Aquella noche, después de toda la odisea con Liam, dormí profundamente y del tirón. Y tan profundamente que ni siquiera me desperté cuando Liam se fue, por lo que a la mañana siguiente estaba sola en la cama. Esto hizo que tardara unos segundos en recordar lo que había ocurrido la noche anterior, pero los recuerdos irrumpieron de golpe en mi cabeza dándome los buenos días y, automáticamente, volví a sentirme cansada.

La luz del débil sol de diciembre entraba por la ventana, miré el despertador que había sobre mi mesita de noche y vi que eran casi las 11 de la mañana. Era una suerte que ese día no trabajara y no tuviera que madrugar.

Dirigí una mirada al resto de la habitación, buscando cualquier indicio de Liam, y vi que sobre la mesa del escritorio había un pedazo de papel que no había estado allí el día anterior. Me levanté de un salto y leí la chapucera caligrafía de Liam:

Voy a estar ayudando a Paul con las cosas de la fiesta. Nos vemos esta noche. Liam Gallagher

Joder, pensé, ni un "querida Tara", ni un "gracias por haberme dejado dormir en tu cuarto" o "estoy bien". Esas formalidades no funcionaban para alguien como Liam Gallagher, aunque el muy creído se había esmerado mucho en la rúbrica de su firma. Resoplé y decidí volver a la cama, al fin y al cabo no tenía nada que hacer hasta la fiesta y me merecía hacer un poco el vago a mis anchas. Aún llevaba puestos los vaqueros y el jersey que llevaba el día anterior, así que me los quité y me puse un viejo chándal que usaba para estar por casa. Luego me sumergí de nuevo entre las sábanas, tenía muchas cosas sobre las que reflexionar y aquel era el lugar y momento adecuado.

Lo primero que me vino a la mente fue el escabroso asunto de Tommy Gallagher. Maldito cabrón hijo de puta de mierda (todos los insultos del mundo me parecían pocos). Vale, estaba claro que por mucho que sonara tentador no podía denunciarle ni vengarme de aquel tipo de ninguna forma. Sin embargo, no sabía si lo más sensato desde mi posición era contárselo todo a Peggy o si eso me convertía en una chivata. Era una difícil decisión, ya que no quería defraudar a Liam, mi amigo, pero tampoco quería engañar a Peggy, mi adorable y atenta vecina. Recordé que Liam había dicho la noche anterior que todos acabarían enterándose, que los chismes en Burnage corrían como la pólvora, y puede que estuviese en lo cierto y que Peggy acabara sabiendo lo de la pelea de todos modos, pero... ¿debía enterarse por mí? Joder, ojalá Liam se lo contara personalmente a su madre, era mejor que fuese él quién confesara algo tan delicado y seguro que ella lo preferiría así. De hecho, tendría que sugerírselo en cuanto le viera.

...en cuanto le viera. Bienvenido, señor arrepentimiento.

Mi conducta de la noche anterior había tirado por tierra todos los esfuerzos que había hecho para mantener en pie la barrera de "sólo amistad" que había creado entre Liam y yo. No tenía excusa: había dado pie a Liam a que pensara que entre los dos podía haber más que amistad. Me maldecí, ser hospitalaria y ofrecerle pasar la noche en mi casa era una cosa, pero con el asunto de besarle había llegado demasiado lejos. Joder, yo misma me lo había buscado.

Lo único que me apetecía en aquel momento era darme bofetadas, cabezazos contra la pared o algo por el estilo. Aunque así no solucionaba nada. Lo mejor y, en realidad, lo único que podía hacer en aquel momento era dejar las cosas como estaban y actuar con prudencia, a ver qué pasaba. Quedaba la posibilidad de que Liam fuera una especie de adivino y supiera que lo de la otra noche no iba más allá de una amiga consolando a un amigo que lo había pasado mal. Y, sino, tendría que joderme y cargar con mis errores.

Seguí acurrucada en la cama un buen rato, sepultada entre las sábanas y dándole vueltas a aquellos asuntos, y de repente mis pensamientos llegaron a un terreno peligroso... ¿qué había sentido yo cuando Liam me había besado? Tenía que reconocerlo: me había gustado. Pero, me dije para convencerme, todo había sido culpa de la situación. Vamos a ver, yo estaba exhausta y no había tenido fuerzas de apartarme, y además llevaba como mil siglos sin tener un contacto tan cercano con alguien, así que en el fondo puede que estuviera necesitada de un poco de cariño y Liam me lo había dado. Y, joder, aunque sabía que no estaba enamorada de Liam tenía que reconocer que, aunque fuera más pequeño que yo, era un tío muy guapo y con cierto magnetismo, y siempre me había gustado su forma de ser y encima la noche anterior había sido especialmente tierno... ¿Cómo podía haberme resistido?, me preguntó autocompadeciéndome.

Mis vecinos del BurnageWhere stories live. Discover now