Un Príncipe para un Pirata

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O como cuando tienes
la suficiente imaginación.

Los brillos jamás habían sido de su interés.
No le gustaban.
Le llamaban la atención, si, tan brillantes y coloridos, de cualquier color que pudieras imaginar.
Y le llamaba más la atención cuando estaban adornando la piel morena o el cabello negro del chico que amaba. Cuando el moreno le robaba el lápiz de brillo labial a su madre y se lo colocaba en sus propios y carnosos labios. Tampoco era que le molestaran los brillos en sus labios, menos cuando el precio era soportarlos en si mismo luego de recibir un pequeño beso del otro chico.
Era el precio a pagar por rozar el cielo y sentir ese fuego intenso recorriendo sus venas, como si estuvieran gritándole: "Es este, es este" .
Tampoco le molestaba en absoluto que en su escuela algunos de sus compañeros les miraran raro cuando declaraban ser novios o cuando se tomaban la mano.
No era de su agrado el hecho de que las maestras les miraran con ternura.
O el hecho de que su padre le diera esa mirada cargada de tristeza y hablara en susurros con su madre.
Pero él prefería hacer oídos sordos y olvidar todo aquello.
Para ser feliz es mejor tener mala memoria, le habían dicho.

Y él haría caso porque esa era su decisión. Era su vida y él decidiría.
El elegía como quería equivocarse o como quería ser feliz.
Y a pesar de que Alec tuviera nueve años, parecía saber más de la vida que muchos adultos.

*************

-Yo si creo en las hadas. Creo, creo-gritaban Magnus y Isabelle riendo mientras miraban una de sus películas favoritas.
Por otra parte, Jace y Alec jugaban a ser piratas.
Jace llevaba una remera de un tono rojo oscuro y un chaleco negro encima y el típico sombrero pirata. Sostenía una espada en su mano con una postura de combate copiada de una película. Alec, por otra parte, llevaba una remera a rayas azul marino y blanco, resaltando su pantalón negro. El ojiazul tenía encima de su remera a rayas una tela fina roja oscuro que aparentaba ser una capa pero llegaba sólo hasta la mitad de la espalda. No recordaba como su madre había dicho que se llamaba esa mini capa, pero tampoco le importaba. Un parche negro tapaba uno de sus azulados ojos mientras que con una mano sostenía una espada idéntica a la de su hermano y golpeaba la suya contra la del rubio. Ambos dejaban escapar gritos de guerra como en las películas.

-¡Nunca me vencerás, Barba Rubia!-grito Alec con su voz infantil pero queriendo parecer adulto.

Se escuchó la risa de Magnus.

-Más que Barba Rubia, es Barba Teñida.-dijo entre sus risas infantiles.
Alec se distrajo un momento con tan hermosa melodía, bajando su espada. Jace, por otra parte, también bajo su arma pero frunciendo el ceño, molesto.

-Que no soy teñido, tú, envidioso gato purpurinoso que alega ser un humano.-respondió Barba Rubia, ofendido y alzando su espada hacia su dirección.

Alec dándose cuenta de su acción, frunció el ceño, molestándole que su hermano apuntara a su novio. Y así empezó una nueva guerra entre ellos.

Bueno, hasta que Isabelle quiso jugar también con ellos a los piratas.
-No.-se negó Jace-. Las damiselas no son piratas.

Isabelle pateó el piso. Dispuesta a seguir discutiendo.

Por otra parte, Magnus llegó al lado de Alec, dejándole un beso tierno y con la inocencia que sólo un infante podría poseer. Alec complemente rojo se giró hacia su novio y sonrió. Magnus le sonrió de regreso y alzó su mano, Alec pensó que su novio acomodaría uno de sus cabellos negros como solía hacerlo normalmente, sin embargo, Magnus quitó el parche que él traía en su ojo derecho.
Alec, al notar esto, lo miro confundido. Su rostro pálido de niño observando a su novio moreno.
Entonces él le sonrió,
y pareció que el mundo brilló.
Como si le hubiera agregado más color.
Como si al sonreír todo este mundo muerto hubiese estado un poco mejor.
Como si ya no existiese maldad.

-Tus ojos son demasiado hermosos como para ser tapados por esta cosa.
-Es un parche.-replicó Jace antes de seguir peleando con su hermana menor.

Alec, sonrojado y fascinado lo único que llegó a regalarle fue un sonrisa.

-Tu eres muy hermoso.-soltó de golpe.

Así de simple.
La pura y santa verdad. Totalmente verdadera.

Magnus, que no lo hacía tan seguido, se sonrojó, poniéndose uno de sus cabellos negros detrás de la oreja. Su cabello ya estaba bastante largo, terminaba un poco más arriba de donde empezaba su cuello. El chico sonreía, con su camisa de un rosado pálido y su pantalón blanco, haciendo su piel resaltar de un modo agradable a la vista. Su cabello cubierto por una capa de brillos dorados y plateados, haciendo a su cabello lucir más brillante.
Todo Magnus era tan magnífico, extrovertido, fascinantes de mirar, era lo que pensaba Alec.

-Gracias, Alec.-dijo con la voz de repente un poco tímida pero con una pequeña sonrisa.

Alec giró a ver a sus hermanos, ya no escuchando sus gritos y alzó sus negras cejas.
Isabelle estaba sobre Jace, quién estaba tirando en el piso, con su cara contra el pasto mientras ella sostenía sus manos y lo inmovilizaba para que no pudiera escapar.

-¿Quién sí jugará a los piratas con ustedes? ¿quién?
-¡Tú, tú!-gritaban Jace con la voz distorsionada por su cara en el pasto. Isabelle, sin embargo, seguía sin ceder.- Izzy, me falta el aire, por favor.

Alec dio un paso adelante, no dispuesto a que su hermano muriera esa tarde.
-Isabelle.-regañó.
La pelinegra bufó y se levantó de arriba de su hermano. Se dirigió hacía su mejor amigo y lo tomó del brazo.

-Vamos, Magnus, iremos a mi habitación a cambiarnos.

Magnus pareció emocionado, aplaudió con uno de sus brazos aún siendo agarrado por Isabelle y dejó un beso en la mejilla de Alec antes de irse corriendo con Isabelle a la habitación de está.

Alec suspiró mirándolos irse, esperando que no se tardacen mucho.

*********

Por supuesto, como era de esperarse, hicieron falta treinta minutos para que ellos volvieran.
Isabelle, inmediatamente al llegar, se tiró sobre su hermano adoptivo a luchar. Ella venía vestida también como pirata; con una remera púrpura y un chaleco marrón combinando con sus vaqueros azules, y en su perfecto y lacio cabello negro llevaba un pañuelo escarlata adornandolo, en su mano una espada de juguete como la de él y Jace-Alec no tenía idea de donde la había sacado pero sospechaba que lo había hecho de la habitación del rubio-. Tan pronto como había llegado se había arrojado sobre el rubio que decía ser natural y habían comenzado una guerra, haciendo gritos de guerra, copiando frases en especifico de aquellas películas que veían.

Su madre, pensó Alec, no debería dejarles ver tantas películas.

Magnus, por otra parte, había llegado a paso tranquilo detrás de la pirata, pero el no iba vestido de pirata.
Él claramente estaba vestido de príncipe, parecía realmente un príncipe de Disney.
Hasta poseía una corona dorada en su cabeza que solo hacia que el corazón de Alec latiera con más velocidad.
El, ahora, Príncipe Magnus subió directamente a la casita del árbol diciendo una simple palabra, pero que para Alec significó mucho.
Algo que el pequeño Alec de nueve años, a pesar de no saber mucho sobre la maldad del mundo, se tomó realmente en serio.

"Salvenme" habia dicho Magnus.
Y Alec lo salvaría, siempre que su novio lo necesitara.

Lo que Alec no sabía, es que algún día tendría que salvarlo en serio.

Pero como no lo sabía, se limitó a sonreír con su felicidad infantil, hacer una inclinación hacia su amo.

Dejó esas palabras guardadas en su memoria para el momento necesario,
como un secreto al corazón.

-Claro que sí, mi Príncipe.-dijo Alec con una reverencia. Y fue a luchar por su amado príncipe contra sus hermanos, ya que al parecer era un todos contra todos.

Y ese día, Alec se dió cuenta que los Príncipes si existían.

Sabor A Chocolate [Malec/AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora