3.8

86 17 7
                                    

Robin miraba el piso del Salón, siempre hacía eso cuando estaba pensativa y preparaba rápidamente una decisión. No quería mirar a Jim a los ojos pues tenía miedo de que eso sesgase su juicio. Además, este proceso le revivía la partida de Malcom y la Matriarca que había envejecido visiblemente desde el día en que se separó de su hijo. No sabía si podía controlar la emoción y evitar que su voz se quebrase frente a su viejo amigo. Pero enfocó la mente en sus deberes, ya tendría tiempo para llorar a su hijo si es que había muerto.

- Rob, - preguntó un atribulado amigo - ¿cuánto tiempo ganamos?

- Un día para votar la comitiva dos días para prepararla, cuatro días a lo sumo.

- Será suficiente, Malcom vendrá con ayuda.

- Y si no viejo amigo, al menos habremos salvado el espíritu de Rhor.

- Ea ¿A cuántos piensas enviar?

- Cinco o seis, como máximo. Si enviamos más, corremos demasiado riesgo de que sean descubiertos por las Bestias y enviarlos habría sido en vano.

- De acuerdo, sé que ya tienes a algunos en mente ¿quiénes son?

Robin miró fijamente a su amigo.

- Tú sabes en quién confío más después de Malcom - dijo la Matriarca un poco triste.

Jim sabía perfectamente que su amiga se refería a Anna, su hija mayor. Anna era una hermosa chica de pómulos prominentes, cabello rubio y liso. Era bastante alta, casi de la estatura de Malcom. Desarrolló un carácter fuerte y decidido, aunque no por eso perdía su femineidad. Siempre había mostrado interés por los más débiles y una gran capacidad para motivar a otros en la ayuda hacia el prójimo. Cuando pequeña organizaba visitas al hospital y hogar de ancianos de Rhor. Incluso producía espectáculos teatrales a los cuales obligaba a sus padres y amigos de sus padres a asistir para recaudar fondos y comprar comida para quienes habían tenido un mal año.

Anna y Malcom tenían casi la misma edad, salvo que él era unos cinco meses mayor. Amigos desde la infancia, habían crecido juntos y sus padres habían observado cómo las miradas entre ambos cambiaban al mismo tiempo que cambiaban sus cuerpos. Los viejos amigos habían planificado unir ambas familias a través de sus hijos. Aunque Anna era un líder natural y era una muy buena opción para Rhor, Jim no podía evitar tener sentimientos encontrados sobre enviar a su hija fuera de la ciudadela. Por un lado temía que ella fuese descubierta par las Bestias y atacada, pero por otro lado sabía que al menos tendría una pequeñísima pero existente oportunidad de vivir. La ciudadela de Rhor no tenía casi ninguna, iba a morir asfixiada o invadida par Bestias. Dejarla ahí sería una muerte segura.

- Siempre pensé que llevaría mi pequeña al altar - dijo Jim con emoción.

- Ella irá al altar amigo mío, - dijo Robin poniendo una mano sobre el hombre de su amigo - y tú estarás en sus pensamientos y en su corazón.

Jim asintió levemente mientras se recuperaba y respiraba hondo.

- ¿Quién más crees que deba ir? Alguien con capacidades para la cacería tal vez, y que sepa del terreno.

- Sí, - confirmó el líder - creo que el hijo de Bastián es el indicado.

- Estoy de acuerdo, tendremos que hacer otro agujero en los muros. Nunca atacan el mismo lugar.

- Iniciemos los preparativos, luego, podremos decidir sobre el resto de la comitiva.

Los dos amigos se pusieron manos a la obra para poner todo en movimiento. Aunque los viajeros anduviesen livianos, había mucho que preparar. Mapas, bolsos, raciones de alimentos, diseñar la mejor ruta, afilar hachas y cuchillos, ropa de viaje. Un poco de dinero, suficiente como para no peligrar su seguridad. Además se necesitaba evaluar a la comitiva, cerciorarse de que estaban mentalmente preparados para el desafío y de que podrían mantener su integridad emocional. Si alguien sufría un ataque de pánico en el momento inapropiado, podía ponerlos a todos en riesgo. Más importante aún podía poner en riesgo la misión que llevaban. La última misión.


ENTRE BESTIAS - Parte I -  Hijo del Bermellón [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora