VII.

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Te amo, y no, no es un decir, ni una sensación. Es algo así cómo una corriente mediterránea, cómo el escalofrío que nos toma por sorpresa, cómo un beso, pero no cualquier beso, esos besos que te hacen levantar la pierna, esos que causan una leve puñalada en el corazón, que no es dolorosa, que es fuerte pero suave, que sucede cuando menos lo esperas, que llega cuando en la cama sientes tranquilidad. Me haces cerrar los ojos, cuando te beso, cuando te pienso, cuando toco tu áspera y ácida piel, que en todo momento es deliciosa, que me hace carnívora; te amo sin pensarlo dos veces, sin pensarlo una vez; porque cuando amas, no lo piensas, porque sientes cómo un vendaval arrasa con tu mente, dejándote a ti en compleja soledad. Trasmites ternura, y algo de placer, es sencillo, pensarte es un imán de ingenuidad, porque simplemente te amo, volviéndome vulnerable, poniéndome a tu mérced, haciéndome la tonta más inmensa, y deseando amarte más.

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