+1: EXTRA

662 64 7
                                    


La mano de Taemin se paseó por el marco de la fotografía, hundido en sus propios pensamientos. Desde que decidió jubilarse bajo su propia cuenta, siempre regresaba al mismo sofá luego de salir de pasear al perro. Se sentaba con una bolsa de frituras y continuaba tomando del pico de la botella de leche de banana como un niño malcriado, pese a haber cumplido casi cincuenta años.

Ninguno de nosotros sabe cómo o la razón por la cual empezó a envejecer como cualquier otro ser humano. Según Key, puede ser parte del efecto al abstenerse a consumir la droga y reemplazarla por otros suplementos. Cualquiera que fuese la causa, a Taemin no le importaba. Según él, había vivido lo suficiente y tener el mismo ciclo de vida que yo era lo más aceptable.

—Si sigues así, vas a perforarle un hueco —chillé desde el otro lado, secando el resto del menaje.

—Dudo mucho que deje la foto igual que te dejo a ti cuando estás de ganas —silbó, volviéndose hacia mí con una de sus famosas sardónicas muecas.

—¡Taemin! ¿Algún día dejarás de actuar como un crío? —gruñí, sacudiendo la cabeza—. No me sorprendería que en tu lecho de muerte te pongas a bromear de esa manera.

Antes de obtener una respuesta, me dirigí a las alacenas con una pila de platos y los regresé a su lugar. Cuando volví para coger las tazas, Taemin se encontraba bajo el marco de la puerta de la cocina con la misma imagen en manos. Él la depositó sobre el counter de la cocina y se cruzó de brazos.

—¿Tanto odias a tu esposo que ya lo quieres matar? —bufó, enarcando una ceja—. Si te hace sentir mejor, solo te lanzaría un par de nalgadas —aseguró, encaminándose hacia mí—. ¡Ven acá!

—¡Taemin! —grité entre risas, doblándome cuando me tomó de la cintura y me dio un par de vueltas. Solté el secador y giré para darle el encuentro. Ni bien lo abracé, me dio un par de palmadas en la parte posterior.

—¿Quién se ha portado mal esta Navidad?

—Sigues siendo igual de estúpido —repliqué, manteniéndonos cerca del uno al otro. Llevé mis manos a su rostro y lo acerqué para darle un rápido beso—. Siempre te pones así cuando estás preocupado. No has dejado de ver esa fotografía en casi un año. ¿Estás nervioso?

Taemin dejó de reírse y desvió su mirada. Sus orbes se perdieron por el suelo hasta posarse sobre la imagen de nuestra familia. En la foto se podía apreciar a una señorita, un chiquillo más joven y a nosotros dos. Nuestros hijos ya habían abandonado el nido hace no mucho. Primero había sido nuestra hija cuando insistió en seguir su carrera en otra ciudad. Después vino nuestro hijo, interesado en la abogacía.

Para mí fue complicado verlos marchar. No sé cuántas lágrimas derramé de orgullo y felicidad. Taemin también se había objetado. Quién iba a pensar que sería un padre tan cariñoso. Era como si su personalidad narcisista y perversa diera un giro impresionante. Por más que no lo admita frente a mí, se preocupaba demasiado por su bienestar. No había días en que no se ponía a brincar cuando ellos nos llamaban. Hablaba por casi una hora sin parar. Con el chico no tenía filtro en la boca, le decía las cosas crudas como eran y a veces me veía amonestándole por la lista de groserías que tenía que enumerar. Sin embargo, con la mujercita era todo un caballero. Todavía recuerdo las primeras veces que había decidido traer niños a la casa.

—¡Le haces algo a mi hija y juro que colocaré tus bolas en tu boca! —le dijo a uno.

—¿Piensas estudiar arte? ¡No me hagas reír! ¡Salté de mi casa y no la veas más! —le dijo a otro.

—No eres lo suficientemente bueno para ella. Vete —le dijo a otro más.

—No. Largo.

Y la última vez, solo con mostrarle la distorsión de su rostro en una fiera feroz fue lo suficiente para mandar a llamar a la policía. Desde ahí, le pedí que se controlara porque ninguno de ellos se iba a casar con su hija. Taemin perdía la paciencia y me observaba desde un rincón con sus ojos dorados, sus facciones salvajes como los de un lobo hambriento, negándose a ceder. ¡Y qué decir cuando la muchacha quería ir a fiestas!

—¡La falda está muy corta!

—¡Los hombres son como orangutanes, no vayas así vestida!

—¡Nunca aceptes el trago de un chico! Conocí a un hombre que se llamaba Minho y era de lo más asqueroso. Siempre pido para que no te cruces con alguien así.

En está ocasión, sin la sobreprotección de su padre, nuestra hija había encontrado un joven decente. Él estaba estudiando lo mismo y deseaban hacer un anuncio. Como era de esperarse de nosotros, supusimos que se trataba de una pedida de mano. Cuando Taemin se enteró, no le hizo gracia y casi sale de la casa con una antorcha y un trinche en dirección a la parte norte de la nación. No podía asimilar que su hija ya era una mujer y podía tomar ese tipo de decisiones tan importantes. Naturalmente, ningún hombre es el mejor para su princesa.

—¿No crees que deberíamos conocerlo antes de que ella haya aceptado? ¿Qué tal si es un bueno para nada? ¿Y si es un enfermo mental? —insistió Taemin, envolviéndome con más fuerza.

—Cariño, dudo mucho que ella cometa los mismos errores que yo cometí cuando terminé con un mutante súper narcisista con complejo de reliquia. Pero míranos. Al final, nos amamos y estamos bien —le aseguré con media sonrisa.

—Muy gracioso, mentecata —refunfuñó, alzando la mirada—. Admítelo. Sigo siendo igual de hermoso. ¿Dónde has visto unos pómulos que se alcen como dos maravillosas torres?

No pude resistir rodar mis ojos.

—Tú te excedes de ególatra —dije, pasando mis dedos por su cabellera. Algunos pelos habían adquirido un color plateado—. Pero tienes razón. Siempre has sido un hombre muy bello, pese a ser un pervertido y sádico.

Taemin me respondió con un prolongado beso.

—Y tú no te quedas atrás. Siempre has tenido buen porte —admitió mi esposo.

Súbitamente, el timbre sonó.

—Deben ser ellos —le dije, soltándome de sus caricias.

Vi a Taemin corriendo a zancadas. Antes de que saliese de la cocina, lo tomé de la muñeca y lo giré a verme.

—Por favor, Taemin. Nada de violencia —supliqué en completa seriedad—. No quiero que sea un episodio de la nueva generación y las peleas que se desataron entre mi papá y tú. Supongo que ahora ves las cosas desde su punto de vista. De todas formas, tranquilízate, habla con el chico y no lo asustes. ¿Bien?

Su nariz se arrugó ante mi petición.

—Lo intentaré. No prometo nada.

—Bien.

Ambos atravesamos el comedor y la sala, llegamos a la entrada principal y nos dimos una rápida mirada. Taemin abrió la puerta de porrazo y admiramos a nuestra hija, colgada del brazo de un muchacho mucho más alto que ella. Nuestras mandíbulas cayeron al suelo.

—¡Papá, mamá! —nos saludó, soltándose de su pretendiente para darnos un fuerte abrazo.

—H-hija... —balbuceé sin despegarle los ojos al chico.

Taemin no dijo nada.

Frente a nosotros, un joven de cabellera azabache no paraba de sonreír. Sus finos ojos rasgados, aquellos músculos que alguna vez me abrazaron, gruesos labios que se habían partido por el frío y una postura muy juvenil nos recibieron.

—¿Pero qué mierda es esto? —inquirió Taemin, helado del susto. Era la primera vez que soltaba una grosería frente a su adorada hija. Ambas estábamos con la boca abierta—. ¿Es una puta broma?

—Q-querido... —intenté calmarlo, cogiéndolo del brazo.

—Zelo —dijo Taemin.

—¡Hola, hermana! —me saludó con una voz gruesa—. ¿Cómo estás, Taemin? ¿O debería llamarte papá?

Una serie de gritos invadió nuestro tranquilo vecindario. Taemin no dejaba de ladrar como un perro rabioso, mientras que Zelo solo reía y se disculpaba por la sorpresa. Después de muchos años, vi nuevamente ese flash que se iba de pies a cabeza de Taemin. Su vieja ropa de combate, su semblante cuando era un mocoso y esos ojos verdes que me cautivaron. Él había empezado otra riña, lanzando puñetazos y patadas. El tacho de basura terminó abollado, el poste donde nos dejaban la correspondencia terminó quebrándose.

Uno de esos golpes profirió una herida.

La sangre.

¡No otra vez!

Terminé desmayándome. No lo había hecho en tanto tiempo.

La Menta del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora