Que Dios la perdonara.

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-"Hay una mancha en el techo". – Pensó Tambi. Y la observación era tan sumamente estúpida que se echó a reír. Casey se agitó, sorprendida, pero no llegó a despertarse. Murmuró algo inteligible y la estrechó un poco más fuerte como si ella fuera un osito de peluche gigante y la rubia quisiera impedir que escapara, acurrucándose aún más si cabe a su lado.

Tambi sonrió, divertida. La situación seguía pareciéndole surrealista, irreal. Tenía la sensación de que todo aquello o bien era un sueño o se trataba de alguna treta que tarde o temprano explotaría. Y sin embargo no podía, no era capaz de mantenerse alerta. Y miraba el techo, casi enfebrecida, aún excitada, preguntándose porqué había pasado esto y cómo era posible que se sintiera tan cómoda en la situación.

En la penumbra de la habitación se observó las manos, con calma. Había visto, vivido y sufrido mucho a lo largo de los años. Se había encontrado con infinidad de situaciones, desde las más absurdas a las más peligrosas. Había convivido y aparentemente servido a la mujer más letal de Norteamérica y la había asesinado ella misma. Había hecho y había visto hacer cosas terribles a las mujeres más diversas y dispares.

Y ahora que todo había acabado, que el final de la gran historia había llegado, cuando las excusas para continuar se terminan y ya solo quedaban las verdaderas razones por las cuales estar en este mundo, Tambi no sabía que iba a hacer con su vida.
Deseaba lo que tantas veces robó en beneficio propio y ajeno. Quería ser lo que nunca había sido. Y sabía que tener a alguien a su lado formaba parte de ese conjunto. Pero se sentía como una niña pequeña a la que no le han enseñado algo esencial, y que de repente se da cuenta de que no sabe como discernir ciertas cosas.

Para Tambi, su lección perdida era la de ser feliz. Había sobrevivido siempre. Jamás se había quedado sin su trozo de pastel y al final había logrado la tarta entera. Pero si le preguntaran, respondería que no sabía lo que era ser feliz.
Y mucho menos el serlo con alguien. Podía apreciar la belleza de una mujer y valorar el físico de un hombre. Podía pensar en romper unos cuantos espinazos a costa de capullos y en proteger a otros pocos. No había dudado nunca en tener que sacrificar a una de ellas para salvar a cien. Pero, ¿Y ella? ¿Quién la salvaría a ella, al final?

Cuando fue a buscar a Casey, no lo hizo ni por que en otro tiempo fuera su subordinada ni por que creyera que era imprescindible. Fue por que al igual que con Becky y con Cherry, su relación con ella ya no era laboral. Había un algo "más". Una amistad que Tambi jamás había conocido y aún le costaba manejar. Una amistad por la cual había empezado a importarle algo menos que sus negocios salieran bien y bastante más que ellas fueran felices. Un sentimiento muy parecido al que despertaba en ella su medio hermana Katchoo.

Pero la muerte de David y el posterior testamento habían abierto en Casey una herida tan profunda que Tambi temió sinceramente por ella. Por que había sacrificado muchísimos años de su vida en un trabajo que sin duda no era fácil. Por que por muy profesional que quisiera ser, Casey se había implicado más de lo necesario y gracias a ello todo había salido bien. Por que ella también se merecía ser feliz.

Por todo ello había ido a buscarla, para convencerla de que nada de lo que había pasado era culpa suya. De que había hecho todo cuando debía y más, mucho más. Por que sabía que quería sinceramente a todos, desde el capullo de Fredie Femur hasta Katchoo. Y por que todo había terminado, y por fin ambas podían y debían ser no solo libres, también felices.

Lo que Tambi no esperaba es que Casey (tras casi destrozarle la rodilla izquierda) le preguntara porqué sus manos estaban llenas de viejos cortes. Que la abrazara como si siempre hubiera tenido que hacerlo. Que sacara a la superficie a la Mery Beth más sensible, más escondida, más recóndita. Esa superviviente que ha vivido escondiéndose de si misma para sobrevivir y ahora solo quiere una cosa: ser feliz.

Cerró los puños con suavidad y finalmente bajó la mirada hacia la rubia, que seguía abrazándose a ella con ternura. Le acarició el pelo dulcemente y un escalofrío recorrió su escultural cuerpo de arriba abajo poniéndole la piel de gallina.
Gruñó suavemente de forma involuntaria, incapaz de asumir tan rápidamente todo lo que había pasado: El llanto de Casey en su hombro, abrazándose a ella como a una tabla para no hundirse. El como su inquebrantable alegría por vivir la había sacado del pozo con su ayuda. Las horas que pasó después escuchando el relato de Mary Beth, nunca antes narrado y teñido de la negra soledad en la que había vivido. La creciente sensación de libertad al sentirse ella misma de repente. La tranquilidad, la calma, la paz de sentirse por primera vez comprendida.

Volvió a gruñir, ahora preocupada, ya que el asunto se le había escapado de las manos en cuanto bajó la guardia. Había cenado con Casey. Habían hecho las paces con sus respectivos pasados y brindaron a la memoria del amigo que se había ido. Seguían hablando, algo que desconcertaba a Tambi que siempre había sido de pocas palabras. Y antes de que pudiera darse cuenta su propio instinto, sus propios deseos habían tomado el mando y había entrado en la habitación de Casey, prácticamente vacía por el intento de mudanza de ella. Dios la perdonara, pero Tambi no recordaba jamás una noche como aquella y tenía la tentación de repetir. Y eso la preocupaba, profundamente.

Tambi volvió a la realidad de repente, al darse cuenta de que Casey no solo estaba despierta, sino que la miraba con aquellos ojos tan suyos, aquella mirada límpida y sincera con una única pregunta en ellos: "¿Qué necesitas?"
Sintió como si algo dentro de ella se derritiera una vez más, desarmada ante aquella mirada como en la vida lo había estado con nadie, y de nuevo volvió a perder el control de su cuerpo y sus pensamientos, arrastrada por todo lo que siempre había querido y ahora parecía empezar a encontrar.

Dios la perdonara, si es que existía perdón para alguien como ella. Pero aquel era el primer día de su nueva vida, donde por fin quizá podría ser feliz.

Su felicidadOn viuen les histories. Descobreix ara