segunda parte.

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Al llegar al caluroso terreno baldío lleno de plagas se apresuró a unirse al montón de personas en una fila esperando su pase para dejar a un lado de una buena vez por todas a la infelicidad y rehacer su vida... o terminar con ella. Cuando llegó su tan valioso turno, le inyectaron algo extraño en su muñeca, grabándose un extraño código en su frágil piel que según lo que había escuchado servía como una identidad falsa que lo reconoce como habitante de Omysium para poder usar una Decsule y librarse de su enfermedad por fin.

Le dieron unas indicaciones un tanto confusas para su cerebro que estaba un poco anonadado con todo lo que estaba pasando en esos momentos, con suerte pudo comprender que tenía que subir a la nave que estaba por despegar, y emprender una nueva vida.

Se subió a ella con pasos titubeantes y manos temblorosas, observó a los demás pasajeros igual de nerviosos que él, algunos emocionados por estar cumpliendo su sueño, y otros llenos de temor y pánico por sus valiosas vidas que estaban corriendo peligro en el riesgoso viaje. Aunque si lo analizaba bien, todas esas personas tendrían el mismo final: la muerte; todos allí morirían si la policía de Omysium atacaba la nave, y si llegaban la policía de igual forma los atraparía y seguramente los mataría, o simplemente morirían por cualquier otra razón cotidiana en la Tierra, porque absolutamente ningún miserable terrícola se queda en Omysium –a menos que esté permitido para hacerlo, obvio-.

Harry se sentó en un extraño asiento el cual al sentir el peso del rizado, un cinturón parecido a unos brazos robóticos rodearon su estrecha cintura hasta engancharse entre sí y mantener seguro al joven de la posible turbulencia que le causará más mareos de los que ya tiene que lidiar.

Sus verdosos ojos recorrían nerviosamente toda la habitación, estudiando los diversos rostros de las personas que estaban con él, sus pies golpeteando contra el suelo irritando al rubio de su lado, sus dedos creando fricción al frotarse entre sí por sus nervios estaba comenzando a molestarle. Decidió pararse un momento pero el maldito cinturón se lo impedía ¡Demonios, le iba a dar un ataque de pánico! Estaba preguntándose si una guillotina le cortase la cabeza probablemente sufriría menos.

En un acto de desesperación, elevó sus manos y accidentalmente golpeó la nariz del chico rubio con ojos azules que lucía terriblemente irritado por el nerviosismo de Harry.

-Maldición, chico ¡Me pudiste haber roto la nariz!

Harry sólo atinó sonrojarse y bajar la cabeza cual perro que ha sido regañado y esconde su cola entre sus patas sintiéndose apenado. Constantemente se sentía eso, un pobre perro al que todos pueden controlar y manipular sus sentimientos a su antojo como si fuese un juguete. A veces no sabe si debería odiarse a sí mismo o a los que les hacen daño.

Una terrible sacudida le hizo salir de sus pensamientos, alarmándose y buscando el motivo de la sacudida que dio la nave. Volteó hacia la pequeña ventana que estaba a su lado y miró a través de ella las demás naves compañeras y el paraíso, Omysium.

Sus ojos se volvieron acuosos, una gran sonrisa se dibujó en su rostro y empezó a reír de la emoción. Se sentía tan feliz de estar cumpliendo su sueño. Era absurdo que se emocionara tan temprano, todavía corría mucho peligro, demasiado a decir verdad, como los misiles que acababa de lanzar la policía de Omysium hacia las naves y Harry no las había notado.





la siguiente parte será la última, por fin, joder.


03:47 pm   27/11/2016

Omysium; h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora