Capítulo 7

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Cristiano encuentra a Simplicidad, Pereza y Presunción entregados a un profundo sueño; es despreciado por Formalista e Hipocresía; sube por el collado Dificultad; pierde el rollo y le halla otra vez.
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Pasada esta escena, vi en mi sueño que Cristiano continuó su camino, y llegando a una hondonada, vio algún tanto desviados del camino, entregados a un profundo sueño y con grillos en sus pies, a tres sujetos que se llamaban simplicidad, Pereza y Presunción. Se acercó a ellos, con objeto de despertarlos, y les dio voces diciendo: —Desepertad, que sois como los que duermen en lo alto de un mástil, que tienen debajo de sus pies el mar muerto, que es un abismo sin fondo. Levantaos y venid conmigo; yo os ayudaré también a quitaros esos grillos, porque si pasa por aquí el león rugiente, indudablemente caeréis en sus terribles garras. Los tres se despertaron, fijaron sus miradas en Cristiano, empezando a contestarle del modo que sigue. Simplicidad dijo: —Yo no veo aquí peligro alguno. —Pereza añadió a su vez: Aún un poco más de dormir. —Y Presunción se quejó por —meterse en lo que nada le importaba; y con esto se entregaron de nuevo al sueño, dejando a Cristiano que siguiese su camino. Así lo hizo éste, aunque profundamente entristecido y lastimado de ver aquellos hombres, puestos en riesgo tan inminente, rehusar testarudos al que generosamente se había brindado, después de despertarlos de su funesto sueño y darles saludables consejos, a ayudarles a deshacerse de sus ligaduras.

Absorto en estos pensamientos marchaba nuestro buen hombre, cuando, con gran sorpresa, vio saltar la muralla que guardaba el camino angosto dos seres que a pasos muy apresurados se dirigían hacia él: sus nombres eran Formalista e Hipocresía. Llegados al encuentro de Cristiano, se trabó entre ellos la siguiente conversación:

CRIST. — Señores, ¿de dónde venís y adonde vais?

FORMALISTA e HIPOCRESÍA. — Somos naturales de la tierra de Vanagloria, y nos dirigimos en busca de alabanzas al monte Sión.

CRIST. — Pero, ¿cómo no habéis entrado por la puerta que está al principio del camino? ¿No sabéis que está escrito: "El que no entra por la puerta, mas sube por otra parte, el tal es ladrón y robador?".

FORM. e HIP. — Los naturales de nuestro país consideran, y con razón, que para buscar la puerta necesitan dar un gran rodeo, y les es más corto y más fácil saltar por la pared. Es verdad que con esto traspasan la voluntad revelada del Señor; pero han adquirido ya esa costumbre, que data de más de mil años, y que tiene, por tanto, los derechos de prescripción. Seguramente, llevada la cuestión a un tribunal, un juez imparcial fallaría a nuestro favor. Además, la cuestión es entrar en el camino; el por dónde es lo de menos; usted ha entrado por la puerta, nosotros lo hemos hecho por la pared; pero uno y otros estamos en el camino, y no vemos en usted ventaja alguna sobre nosotros.

CRIST. — No puedo en manera alguna ser de vuestro parecer. Yo sigo la regla del Maestro, al mismo tiempo que vosotros seguís nada más que el tosco impulso de vuestros caprichos, y sois, con razón, mirados como salteadores por el Señor del camino. Estoy cierto que al fin de vuestro viaje no seréis mirados como hombres de verdad y de fe. Habéis entrado sin la anuencia del Señor, y saldréis sin su misericordia.

FORM. e HIP. — Será lo que dices todo lo verdad que quieras suponer; pero cuídese cada uno de sí mismo y deje en paz a los demás. Sabe que las leyes y ordenanzas las guardaremos tan escrupulosamente como tú; nada, pues, nos distingue de ti sino ese vestido, que, sin duda, te ha dado algún vecino para cubrir la vergüenza de tu desnudez.

CRIST. — En grande equivocación estáis, creyendo que os salvarán las leyes y ordenanzas, pues no habéis entrado por la puerta angosta. Este vestido que llama vuestra atención me fue dado por el Señor para cubrir así la vergüenza de mi desnudez, y lo tengo por gran señal de su bondad, pues antes no tenía más que andrajos. Cuando yo llegue a la puerta de la ciudad, El me reconocerá como bueno y merecedor de ser en ella admitido por este vestido que de su voluntad me dio el día que me limpió de mi miseria. Además, llevo en mi frente una señal, que sin duda no habéis visto, puesta sobre mí por uno de los socios más íntimos del Señor el día en que se cayó de mis hombros la carga que me tenía tan abrumado. Después de esto, tengo también un rollo, que entonces mismo se me dio, con el doble objeto de que su lectura me consolase durante mi viaje y su presentación me facilitase la entrada a la puerta celestial. Sospecho que todas estas cosas os han de hacer falta, y carecéis de ellas porque no habéis entrado por la puerta.

El Progreso del PeregrinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora