Capítulo 14

461 19 0
                                    

Cristiano encuentra un excelente compañero en Esperanza, y ambos, inflamados del amor de Dios, resisten a los sofismas sutiles de varios sujetos que encuentran en su camino.
------------------

Entonces vi en mi sueño que Cristiano no había salido solo, sino que iba acompañado de Esperanza, que había llegado a ser tal al ver la conducta de Cristiano y Fiel, al oír sus palabras y presenciar sus sufrimientos en la feria. Este se juntó a Cristiano, y entrando con él en pacto fraternal, prometió que sería su compañero. Así sucedió que por uno que murió por dar testimonio de la verdad, se levantó otro de sus cenizas para ser compañero de Cristiano en su viaje; y añadió Esperanza que había otros muchos en la feria que a la primera oportunidad le seguirían.

Vi luego que no habían andado aún mucho camino, cuando alcanzaron a uno, que se llamaba Interés-privado, a quien preguntaron de dónde venía y adonde iba. -Vengo-les contestó-de la ciudad Buenas-palabras y me dirijo a la ciudad celestial. Más no les dijo su nombre.

CRIST. - ¿De Buenas-palabras? ¿Vive alguien bueno allí?

INT.-PRIV. - Pues claro; ¿quién duda eso?

CRIST. - ¿Tiene usted la bondad de decirme su nombre?

INT.-PRIV. - (Caballero, yo soy un extraño para usted, y usted lo es para mí; si usted va por ese camino, me alegraré tener su compañía, y si no, me pasaré sin ella.

CRIST. - He oído alguna vez hablar de esa ciudad de Buenas-palabras, y, según dicen, es un lugar de muchas riquezas.

INT.-PRIV. - Sí, por cierto; le puedo asegurar que las hay, y tengo allí muchos parientes muy ricos.

CRIST. - ¿Me permite usted que le pregunte quiénes son esos parientes?

INT.-PRIV. - Casi todos los de la ciudad; {pero en particular el señor Voluble, el señor Contemporizador, el señor Buenas-palabras, de cuyos ascendientes tomó primero su nombre la ciudad. También los señores Halago, Dos-caras, Cualquier-cosa, el Vicario de nuestra parroquia señor Dos-lenguas, que era hermano de mi madre por parte de padre, y para decir toda la verdad, soy un caballero de muy buena sangre, y, sin embargo, mi bisabuelo no era más que un barquero que miraba en una dirección y remaba hacia la opuesta, en cuya ocupación he adquirido yo casi toda mi hacienda.

CRIST. - ¿Es usted casado?

INT.-PRIV. - Sí, y mi mujer es una señora muy virtuosa, hija de otra señora también virtuosísima, la excelentísima señora doña Astucia, y por eso viene de una familia muy respetable, y ha llegado a tal grado de cultura, que sabe perfectamente cómo llevar los aires lo mismo a un príncipe que a un campesino. Verdad es que diferimos algo de los más estrechos en materia de religión; pero es solamente en dos pequeños puntos: primero, nunca peleamos contra viento y marea; segundo, somos más celosos por la religión cuando se nos presenta con sandalias de plata, y nos gusta mucho acompañarla en público cuando es a la luz del sol, y la gente lo ve y lo aplaude.

Entonces Cristiano se volvió hacia su compañero Esperanza, y le dijo aparte: -Si no me equivoco, éste es un tal Interés-privado, natural de Buenas-palabras; y si así es, llevamos en nuestra compañía el pillo más consumado de estos contornos.

-De seguro que no tendrá vergüenza en confesarlo -dijo Esperanza.

Se le acercó, pues, Cristiano otra vez, y le dijo: -Caballero, usted habla como un gran conocedor del mundo, y si no estoy mal informado, me parece que ya adivino quién es usted. ¿No se llama usted el Sr. Interés-privado de buenas-palabras?

INT.-PRIV. - No, señor; mi nombre no es ése, aunque en verdad ése me han dado algunos que no pueden sufrirle, y tengo que llevarlo resignadamente como un baldón, como lo han hecho otros buenos hombres antes que yo.

El Progreso del PeregrinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora