Capitulo 7

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La noche ya estaba cayendo, si habíamos pasado más de tres palabras mucho habíamos dicho, a pesar de todo el silencio no es incómodo

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La noche ya estaba cayendo, si habíamos pasado más de tres palabras mucho habíamos dicho, a pesar de todo el silencio no es incómodo.

Recuesto la cabeza en el asiento y bajo un poco el vidrio, una suave brisa azota mi cara y alborota mi cabello hacia atrás.

Los rayos anaranjados se cuelan por el cielo azul, a lo lejos se puede divisar un bello arcoiris. Dejo vagar mi mente lejos, donde nadie puede tocarla ni dañarla, me gustaría que las cosas fueran diferentes en todo el sentido de la palabra.

«Yo quiero ser tu prometida», quiero gritarle a Brad «pero no en estas circunstancias», me muero por decirle lo mucho que me gusta, tener el valor de enfrentar mis miedos y mis absurdos sentimientos y luego...

No sé qué pasaría luego, pero al menos ya no tendría un nudo en mi corazón cada vez que alguien me felicité o tener que poner una gran sonrisa en mi rostro cuando lo que en verdad quiero es  echarme a llorar cuál niña pequeña. Irme al otro lado del mundo y así olvidar, olvidar todo y a todos.

Cambiando de tema y sólo para empeorar el asunto, ahora también está Brenda.

Brenda es una de las primas favoritas de Brad, siempre han estado muy unidos. Intensamente unido, ambos son hijos únicos y se apoyan en todo. Un año atrás las cosas se volvieron incómodas, ella empezó a tratarme con indiferencia, se podría decir que incluso hasta mal, es como si yo fuera la peor plaga del mundo y ella la cura para exterminarme.

Cada vez que pasa eso una parte de mi corazón se debilita, nunca pondría a  Brad a elegir entre su familia y yo. Sería armar el infierno antes de tiempo, sin contar que sería estúpido y eso terminaría de  destrozarme, como una bola de cristal a la que dejan caer desde lo alto de un edificio de treinta plantas. Y así es justamente cómo me siento en estos momentos, como esa bola de cristal, pero al borde del gran edificio que con la más mínima corriente de aire caerá al vacío.

Juré nunca más enamorarme de nadie. El infierno que me hizo pasar Enrique eliminó toda ganas de enamorarme, por lo menos eso creí.

Un amor no se tapa con otro. Eso lo aprendí por las malas.

Y ya no quiero volver a pasar lo mismo, no quiero otra desilusión ni más dolor o que me destruyan de una forma tan siniestra y vil que apenas me queden ganas de levantarme otra mañana.

—Ya estamos llegando —La voz de Brad sacude mis pensamientos.

—Gracias —dije antes de volver a poner mi atención en el cielo.

Él sabe lo que pasa con Enrique, por lo menos la parte que podía contar, y lo mucho que me atormente por todo lo sucedido.

La versión que le di a Brad fue tan sencilla como que—: «lo encontré con otra y no pude aguantar su traición» —. Contarle la verdad completa en ese momento, hubiese sido el final de mi vergüenza y dignidad. Recordarlo sólo me hace sentir rabia conmigo misma, fui una cabeza dura y no escuché consejos de nadie.

Me inclino hacia delante en el asiento y miro a través del cristal, estamos pasando por la gran puerta de la «Finca Krieger».  Brad continua conduciendo por un camino estrecho hasta quedar frente a una gran casa.

Si alguna vez llego a casarme de verdad, quiero una casa como esta. Tiene una galería con cuatro mecedoras y una mesita en el centro está pintada en un  color limoncillo, lo que le da un tono neutro con su alrededor; tiene cinco habitaciones extragrandes cada uno con su baño integrado en la parte superior. En la planta baja está la sala de estar, una habitación también con su baño, medio baño para invitados. En la parte trasera, está el patio  lleno de árboles frutales, y un poco más atrás hay una pequeña cabaña con una habitación, un baño y una cocina.

Ellos le llaman «La cabaña del matrimonio», ya que es donde más privacidad se puede tener.

Bajo del jeep y doy varias sobre mis pies mientras Brad va la parte de atrás a bajar nuestras cosas. Dos figuras empiezan a acercarse a nosotros, no las puedo distinguir por la falta de luz y porque estoy algo ciega.

Enfoco la mirada hasta que puedo distinguirlas.

Siento como todo el calor se va de mi cuerpo, las rodillas me empiezan a flaquear y mis latidos aceleran y se vuelven erráticos.

¡Oh Dios!

Giro sobre mis talones tambaleantes y voy a la parte de atrás dónde está Brad.

—Ya estoy terminando —dice este con la cabeza gacha, su rostro se pone a serio cuando me mira—. ¿Sara? ¿Qué te pasa? —Lo miro fijo y creo que me  voy a desmayar, en sus ojos puedo ver preocupación.

—Enrique —logro balbucear.

Desde que escucha ese nombre aprieta los puños y su cuerpo se pone rígido. Lo que antes era preocupación en sus ojos ahora es rabia en estado puro.

—Sube al jeep, Sara —dice entre dientes.

Me agarra del codo me lleva a donde quiere. En otras circunstancias, le llevaría la contraria, pero ahora no estoy ni física ni emocionalmente fuerte para este encuentro.

No puedo seguir viendo, mi vista esta nublada;  escondo la cara entre mis manos, las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas. Llorar se me está haciendo costumbre, pero ¿cómo no llorar cuando todo se te cae encima?

El aire se vuelve frío y todo a mi alrededor se vuelve una ilusión.


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Perdón por saltarme un día de publicación, mañana público doble.

Gracias por leer.

Besos!

Besos!

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La prometida del GayWhere stories live. Discover now