Agridulce

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Esa noche me heché en la cama y no fui capaz de conciliar el sueño hasta que llegó María. Ella se coló en la habitación a oscuras sin hacer ruido y se metió en la cama.
María:
-Ya se lo que hiciste. Béretriz me lo contó. Me dijo que lo hiciste muy bien.-
Yo:
-¿Eso dijo Béretriz?-
María:
-Si. Ella fue a ver que hacíais porque escuchó vuestros pasos.-
Yo me quedé en silencio durante un tiempo con los ojos cerrados para intentar dormirme. María suponiendo que yo estaba dormido se acercó más a mi, presionando su pecho contra mi y comenzó a pasar su mano por mi pecho, deslizándola en un recorrido desde mi esternón hasta mi hombro donde la paró para presionarse un poco más contra mi cuerpo. Después reposó su cabeza en mi otro hombro haciendo que su suave cabello se desparramara por mi, eso hizo que por un momento mi corazón se acelerase pero, pude controlarlo y conseguir calmarme para que ella no notará que estaba despierto. Ella movió levemente su cabeza, parecía que había sentido como se me aceleró el corazón pero, no le dio mucha importancia y acomodó de nuevo su cabeza en mi hombro. María se durmió plácidamente en mi hombro y finalmente yo hice lo mismo.
Esa noche soñé que estaba en un lugar negro... Flotando en una masa oscura. Estaba aturdido porque solo escuchaba gritos de dolor. La masa negra me estaba devorando, notaba como me arrancaba la carne de los huesos, tenía ganas de gritar pero no quería ser una víctima igual que las voces que escuchaba. Repentinamente me desperté, María estaba observándome con cara preocupada, podía vislumbrar el brillo de sus ojos en la oscuridad.
María:
-¿Te encuentras bien? Estabas quejándote en sueños.-
Yo:
-Si, tranquila, solo fue una pesadilla...-
María continuaba mirándome fijamente, no parecía haberle satisfecho mi respuesta. Puso sus manos en mis hombros y acercó su cara a la mía.
María:
-No dejaré que nada te haga daño.-
Después de decir esto me abrazó con fuerza y dijo en mitad del abrazo:
-Estas calentito. ¿Podrías...?-
Yo:
-Claro que dormiremos abrazados para que no tengas tanto frío.-
Nos tumbamos de nuevo sin dejar de abrazarnos.
María:
-Ni que fuéramos novios para dormir así, ¿no crees?-
María sonrió mientras lo decía con una leve risa.
Yo:
-No es para tanto, sólo intento que no tengas frío.-
Después de decir esto nos dispusimos a dormir para poder comenzar el día de mañana con energía.
Cuando salió el sol María ya no estaba en cama, eso era algo típico de ella. Julia entró por la puerta con la bandeja de carne, igual que todas las mañanas.
Julia:
-¡Buenos días Alberto! Ya me enteré de lo que ocurrió ayer con el Etemamete y Besna.-
Julia dejó la bandeja de carne en la mesa.
Julia:
-Quizás deberías ir a dar un paseo por el bosque. Siempre te quedas en la habitación haciendo cosas con chatarra.-
Yo:
-Julia. Necesito un arma. Una espada, un hacha, lo que sea. Pero necesito algo grande que pueda cortar.-
Julia:
-¿Y por qué no le pides una a María? Ella es toda una experta en armas y tiene un montón. Ahora está en el bosque, cuando desayunes sal a buscarla para decírselo.-
Yo:
-Gracias Julia, eres genial.-
Julia se sonrojó.
Julia:
-Jaja, de nada. Ahora desayuna.-
Julia sale de la habitación y cierra cuidadosamente la puerta al salir.

 Yo desayuno la deliciosa carne que siempre me prepara Julia y salgo de la cabaña dispuesto a buscar a María bajo el sol matinal de ese nuevo día.


La raza perdidaWhere stories live. Discover now