¿Te pareces a mí?

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Ser hija única... a veces es un poco complicado. Todo el mundo te dice que es lo mejor que me pudo pasar, pero eso es falso!! Siempre anhele tener con quien pelear, a quien culpar de mis travesuras, a quien molestar y claro... quien me ayudara con el oficio de la casa.

Cuando mi mamá se enteró de su embarazo, la embargo una alegría que no le cabía en el cuerpo ni en el alma, Y es que desde joven había soñado con ser creadora de vida, y por eso, comenzó todo el proceso de adaptar toda su vida alrededor de la mía, y fue allí cuando comenzamos nuestro rol más importante, ser madre e hija. Y sin importar cuánto le costara llevarme en su vientre al paso de los meses, ella siempre estaba sonriendo. Se encargó de alistar todo para mi llegada y mis primeros meses de vida, la ropa, las cobijas, las sabanas y su corazón. Y al sentir por primera vez los dolores de parto, entendió que seriamos solo las dos... para toda la vida.

Nací en una familia católica, digamos que acomodada... Sin exceso de lujos, pero tampoco me faltó nada. Mi madre siempre se desvivió por darme lo mejor, esa era mi recompensa por ser... La niña de sus ojos.

Aunque no tuve hermanos biológicos, tuve amigas incondicionales durante los primeros 15 años de mi vida... con las compartí juegos en el parque, actividades del preescolar, navidades, cumpleaños y el primer amor de cada una. Cada una tenía ideales de vida completamente diferentes, una quería ser enfermera, la otra abogada y yo diseñadora de modas. Pero eso nunca fue impedimento para reír a carcajadas, explorar nuestros primeros pasos en la adolescencia y descubrir cuan valiosas somos.

Y es que cada una tenia lo que otra deseaba... Martina tenia un hermano menor, Luciana tenia una gata adorable que se llamaba "vainilla" y yo, bueno... tenía muchos juguetes que casi no cabían en mi alcoba. Tenía peluches, las muñecas de moda, juegos de cocina, accesorios fantásticos, tableros acrílicos... y todo lo que una niña en su infancia pudiera desear.... nunca faltó el amor puro e incondicional de mi madre, Luz Marina. la misma que vi trabajar de sol a sol, para que a mí no me faltara nada, y sé que hizo un gran trabajo.
Crecí viendo aventuras en pañales, Pinky y Cerebro, Sailor Moon, Sakura Card Captors, los Picapiedras, Rocket PoWer, Hey Arnold! y muchas otras más que ya no recuerdo. Todas nos dejaban con los ojos cuadrados, y podíamos durar horas y horas y jamás nos cansaríamos. Y ni hablar de los juegos en el parque; escondidas, congelados sin perrito guardián, cogidas americanas, stop, yermis y tin tin corre corre. Esa época en la que nuestra preocupación, era no pasarnos la hora de llegada a casa, aguantarnos el regaño por llegar más que sucias o mojadas a la casa y por dormir las 8 horas establecidas por el doctor.

En el kinder, éramos como las tres mosqueteras... inseparables.
Y fue allí, cuando sentí por primera vez las maripositas en el estómago por culpa de un chico que se llamaba Pablo. Dentro del juego y la inocencia empezamos a descubrir un tipo de relación muy deferente entre él y yo, pero en ese momento habían cosas más importantes, como salir al rodadero, montar en el sube y baja y comer dulces por montón.

Al mirar mi álbum de fotos, veo mi cara en el primer día de colegio... estrenando hasta las medias, sonriendo y con la ilusión de sentirme grande y autosuficiente. La foto que nos toman desnudas, mientras nos bañamos, durmiendo en la pose más extraña; aunque también la más cómoda, cuando se nos caen los dientes y nuestra primera vez en el mar. Y ni hablemos del jean day, aquel día en que lucíamos la ropa más chic de nuestro armario, sólo para vernos diferentes y con color, muy diferente al aburrido uniforme de colegio.

Y es allí, en el colegio... cuando empieza está historia ¿Con I? de Ironía, Intransferible, Intelectual e Interesante...

¿Con I? de IsabellaWhere stories live. Discover now