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-Y bien, ¿Qué querías decirme?

Llevábamos diez minutos sentados en mi cama, sin decir palabra, solo escuchando las respiraciones ajenas, y el silencio comenzaba a ser incómodo.

Josh no me miraba, no supe en que momento el suelo de mi habitación le pareció tan interesante, evitaba mi mirada, incluso cuando llegó lo sentí extraño.

Podía oler el humo a cigarrillo que había comenzado a estar impregnado en su ropa desde un par de semanas atrás.

-Josh, ¿estás bien?

Pregunté ya un poco preocupado por su comportamiento inusual. A lo que el levantó lentamente la mirada, recorriéndome hasta llegar a mi rostro y detenerse, parecía indeciso, asustado, ansioso.

Nos observamos a los ojos durante un par de segundos y antes de que pudiera decir algo, unió sus labios con los míos en un beso desesperado, necesitado.

Me tomaba fuertemente de las mejillas, como si sintiera que de pronto me fuera a escapar de sus brazos, al reaccionar unos segundos después, pase una mano detrás de su nuca enredando mis dedos en su cabello.

El beso se intensifico más.

Él estaba triste, podía sentirlo por la forma en que se aferraba a mí.

Bajo sus manos a mi cuello, donde dejo una y la otra bajo a mi cintura, enterrando como siempre sus dedos con firmeza, pero esta vez, todo junto se sentía más fuerte, como si él quisiera transmitirme de forma física un dolor instalado en él.

Me separé de él intentando recuperar el aire perdido, dispuesto a averiguar qué es lo que lo tenía tan ansioso y tan necesitado.

-Josh, ¿Qué-pasa algo? –dije a centímetros de distancia de sus labios hinchados.

-Tyler, solo...-se mordió el labio sin terminar la frase, mientras mantenía sus ojos cerrados con fuerza.

Entendí.

Entendí porque estaba tan necesitado, no era solo el sexo lo que quería en ese momento, ahí me di cuenta. Sabía cuánto lo quería, por un momento quise pensar que el de alguna manera se sentía querido estando ahí, conmigo. Bien. A salvo de cualquier daño.

Así como yo me engañaba a mí mismo pensando que el en realidad se entregaba a mi como yo lo hacía.

Dejo ver sus ojos castaños, brillantes por las lágrimas que se acumulaban, con un gran deje de tristeza. Quise quitarle su dolor, sentí mi pecho arder, mi corazón latir rápido, un leve temblor en mis manos que intenté controlar cerrándolas en puños lejos de su cuerpo. Mis pulmones parecían dispuestos a no cumplir sus funciones correctamente, pues sentí como mi respiración fallaba, sentía mi garganta cerrarse al verlo tan débil y adolorido frente a mí, podía ver sus piezas rotas, todo, en un segundo que sentí eterno.

Así que lo besé bruscamente, intentando borrar todo el sufrimiento que alguien más le había creado, que el mismo se había impuesto.

Tomé sus mejillas posesivamente, sin miedo de lastimarlo. Correspondió al beso al instante, olvidando la frase que no pudo terminar.

Desesperadamente me quitó la sudadera haciéndonos separar del beso, pero unirnos de nuevo al instante Pude sentir sus dedos fríos rozar mi piel sin delicadeza, a lo que solté un leve jadeo. Me empujó lentamente hasta quedar recostado en la cama debajo de él.

Su lengua se mezclaba con la mía, en una batalla por intentar borrar algo, dejar su mente en blanco usándome como la herramienta para lograr su cometido.

Volví a separarme de sus labios para quitar rápidamente su camisa y arrojarla lejos. Escuche el sonio de sus zapatos golpeando el suelo al ser despojados de sus pies. Lo mire por unos segundos, sus labios entre abiertos, rojos; dejando entrar desesperadamente oxígeno a su sistema, sus ojos me miraban de manera intensa, con pupilas dilatadas, irradiando deseo.

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