30. Duerme menos o más

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Continúo forcejeando hasta que me canso y me quedo quieto.

―¿Qué hice para merecer esto? ―Hago puchero.

―Tú sabrás ―Ella me tira una mirada asesina y luego a Otoño―. ¡Y ya deja eso, ni sabes cómo usarlo! ―lo regaña y le quita la cámara, tirándola al suelo.

El castaño se queja.

―Pe... pero... ―Baja la cabeza―. Malvado equilibrio cósmico, no me ayudas en nada, nunca estás de mi lado ―exclama resignado.

―¡Eh! No seas mala ―me quejo―. Mira como me lo dejaste.

―¡Ustedes lo que necesitan son modales! ―nos reprende―. ¡Tú te callas! ―Me señala y luego a Otoño―. ¡Y tú a hacer ejercicio!

―¡¿Qué?! ¡¡No!! ―grita asustado el castaño.

―Oblígame ―le digo yo.

―¡No entienden! ―se enoja más―. Tú necesitas dormir menos ―Señala a Otoño y luego a mí―. ¡Y tú más! ―Me pega con un almohadón.

―¡Auch! ―grito―. ¡Soy activo, no me puedes obligar a quedar quieto! ―Pataleo y veo como agrega hielo a mis pies―. ¡Tramposa! ―Caigo para atrás otra vez y tiemblo―. Esto está helado.

Rueda los ojos.

―¿Y qué esperabas? ―Luego apunta a mi amigo con su dedo―. ¡¿Y qué esperas tú?! ¡Ve a correr!

―¡Malvado equilibrio cósmico! ¡¿Por qué no estás de mi lado?! ―Se va lloriqueando y corriendo como le dijo.

―Qué mala persona ―exclamo molesto pero después grito―. ¡Y hace frío!

―¡Tú te callas!

Me golpea otra vez con el almohadón y no me queda otra que cerrar la boca, obviamente sin dejar de mirarla enojado. 

Cambio de estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora