Pecas Weasley

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Una pelirroja estaba sentada esperando que sus padres terminaran arreglarse para ir a casa de sus padrinos. Harry y Ginny Potter. Pero quería impacientemente quedarse en casa, a leer un libro o por lo menos a terminar los deberes de encantamientos. ¡Menuda sorpresa le había dado su madre al despertarla! Debía ir a casa de su detestable primo James Sirius Potter. Adoraba a sus tíos, pero como detestaba a ese cúmulo de cabello castaño y desordenado. Nada le alegraba en verlo, sin embargo debía ir. Sabía que Albus no estaría, al igual que Lily ya que estaban pasando unos días en La Madriguera con los abuelos.

¡Pero que maldita suerte de pelirroja! Además de soportarlo en Hogwarts también debía soportarlo en todas las reuniones familiares, y es que James Sirius Potter según la profesora McGonagall había heredado lo mejor y lo peor de eso que el chico llamaba "Los Merodeadores"

"Que nombrecito" Se dijo a si misma mientras se peinaba su roja melena y observándose en el espejo. Arrugó su frente y su nariz como solía hacerlo cuando se enojaba, y es que en su reflejo podía ver su cara pecosa, esa de la que tanto se burlaba James. De no ser por pequeños rasgos, diría que no sería hijo del mismísimo Harry Potter. Eran muy diferentes, su padre era una persona completamente amable y de vez en cuando se refugiaba en la soledad de su sala junto con un álbum de fotografías que el mismo le había mostrado cuando era una niña. En cambio James era un arrogante, fanfarrón, cabeza hueca y además jugaba Quidditch.

No es como si Rose Weasley detestara el Quidditch, desde pequeña había visto a sus tios jugar y había aprendido a volar lo suficientemente bien como para anotar varios puntos como cazadora, pero en el fondo, aunque le gustaba prefería la tranquilidad de el estudio.

" - Eres una sabelotodo insufrible Rosie, deberías divertirte un poco jugando Quidditch, no serías mala cazadora - " Eso era lo que le había dicho James en una de sus pocas conversaciones normales en la sala común.

Cualquier persona que los juzgara a simple vista diría que no eran familia. James no había heredado muchos rasgos de la familia Weasley, realmente ninguno. Solo y quizás únicamente el espíritu aventurero y bromista del tio George, y quizá de ese tío Fred que junto con el había fundado Sortilegios Weasley. Había heredado el cabello rebelde de los Potter y los ojos castaños de su abuelo. Lo sabía porque lo había visto en las fotos de su tio Harry. En cambio Rose, ella era toda una Weasley. Su cabello pelirrojo la delataba, y esos ojos azul celeste que resaltaban en medio de su pecosa nariz, para su mala fortuna había heredado el cabello de su madre y para ella era toda una tortura que trataba de solucionar con pociones y hechizos.

Ese año había cambiado un poco, estaba un poco mas alta (según la abuela Molly eso lo había heredado de su padre que crecía y crecía sin parar en su adolescencia), su cabello seguía espeso y rojizo pero ahora era un poco mas dócil y estaba casi por su cintura, su cara estaba mas alargada y sus facciones ya no eran tan infantiles.

"Como ese Potter, es todo un infantil" - volvió a pensar.

Sin embargo, le sorprendía que detrás de toda esa arrogancia y fanfarronería se escondiese un ser tan estudioso como ella. Sabía que era uno de los alumnos mas sobresalientes en la clase de Defensa contras las Artes Oscuras, y que además de todo, era excelente con encantamientos.

Era hora y su madre estaba en la puerta de su cuarto dándole su sentencia a un día peculiarmente familiar en su vida. Al bajar las escaleras observó a su padre que ya estaba frente a la chimenea comiendo una tostada.

-          Nunca paras de comer Ronald - le espetó Hermione mientras le sacudía las migajas de la túnica.

Se trasladaron en Red Flu hasta la casa de los Potter. Grimmauld Place. Rose sabía la historia de la casa y que muchas cosas habían sucedido allí. Desde pequeña había conocido ese lugar y le parecía un laberinto sin fin. Sus paredes eran coloridas, lo que le recordaba que su abuela Molly le dijo que en un tiempo el lugar era oscuro y lúgubre. Tambien sabía, que había pertenecido al padrino de su tio Harry. Sirius Black. La otra razón por la cual su gran desgracia llevaba su nombre.

Ginny Potter, llevaba unos vaqueros y una camisa color crema que le quedaba holgada, su rostro era tan maternal como el de la abuela Molly. Le dio un enorme abrazo a Ron y Hermione, el cual repitió con Rose mientras que le daba un beso en la mejilla.

Apreciaba de entre todos sus tíos a su tía Ginny, la primera mujer en la familia Weasley desde hacía unos años. A diferencia de su generación en la cual parecían sumarse cada vez mas. Ella era la mas parecida a si misma, su cabello pelirrojo y sus ojos azules. Tambien la adoraba, porque era la única con el poder de calmar a James Sirius Potter, quien se quedaba callado con una simple mirada de reproche de su madre.

Seguido de ella estaba Harry Potter, o como ella escuchaba que lo conocían, "el niño que vivió", "el elegido" y entre muchos otros. Cualquiera pensaría que con las grandes hazañas que realizó junto a sus padres podía llegar a ser tan arrogante e insoportable como James. Pero no, él los recibió con la misma simpleza de siempre y con el periódico el Profeta bajo su brazo derecho. Siempre se alegraba de verlos.

Su abuela Molly decía que desde que Ron, su padre, lo conoció, perteneció a la familia Weasley. Sabía que su tio Harry no tenía hermanos, y que para él, Hermione y Ron eran unos hermanos que junto con él habían estado en las buenas y malas.

-          Rosie, cada vez que te veo me pareces mas alta - le saludó su padrino. Y es que de su boca su diminutivo de nombre sonaba adorable, su tío siempre había tenido especial aprecio con ella y en secreto solía decir que era su favorita. Sabía que probablemente fuese así. De entre todos los primos Weasley eran ella y Hugo quienes pasaban mas tiempo con la familia Potter.

-          ¡Tia Hermione! ¡Tio Ron! - "mierda" pensó la pelirroja. Conocía esa voz y cada vez la detestaba aún mas. James Sirius Potter aparecía con su cara de recién despertar y como siempre al saludar eran los nombres de sus padres los que resonaban primero. James, el primogénito de la familia Potter. James el ahijado de Hermione y Ron. ¡Como detestaba Rose a James Sirius! Sus padres le tenían especial trato a el chico de cabello revuelto, y es que el sabía como meterse a la gente en el bolsillo sin siquiera saber hablar. Se llevaba muy bien con Hermione, porque para su desgracia también era un excelente estudiante y en repetidas veces pedía consejos sobre conjuros, y con Ron hablaba sobre Quidditch y compartía su gusto por el ajedrez mágico que jugaba muy astutamente aprendiendo unos cuantos trucos.

Rose vio como abrazaba a Ron y luego con gran determinación y delicadeza le daba un abrazo a la que el llamaba su "tía favorita". La pelirroja rodó los ojos e instintivamente se cruzó de brazos.

-          Rose Rosie Rose, ¿no piensas saludar a tu primo favorito? - su madre le dio una mirada amenazadora y su padre solo se encogió de hombros.

-          Hola Potter - siseó. Ginny solo miraba divertida la rivalidad de ambos, la cual tenían desde que solo eran pequeños - y no eres mi primo favorito, ese es Albus.

Quien lamentablemente faltaba. Su desgracia no podía ser peor, no podía refugiarse en la habitación de su amigo y su primo además. Como envidiaba a Hugo en ese momento, estaba de seguro con el abuelo Weasley hablando de artefactos Muggle.

Para completar su cuadro de mala suerte sus padres ya se habían ido a la cocina a hablar y lamentó el momento en el que se encontró con la mirada de James. El la observaba y la rodeaba mientras ella aún seguía de brazos cruzados. Observó al chico que vestía una camisa azul; se veía mas alto y parecía mas fornido que la ultima vez. A diferencia de la mayoría de sus primos Weasley, James Sirius no parecía tener la mas minima peca en su rostro, ni siquiera Albus.

-          Has crecido mi querida pelirroja Weasley - le resaltó mientras la dejaba parada y el se lanzaba en un sillón - te ves mucho mejor que la ultima vez, aunque sabes que para mi siempre serás pecas Weasley.

Pecas Weasley. El "dulce "apodo que le había puesto desde que llegó a Hogwarts. Lo detestaba tanto como detestaba a quien lo pronunciaba. Inútilmente ella había intentado decirle algunos como "papanatas Potter" o "James el sin cerebro" pero el terminaba riéndose de su falta de imaginación y repetía incansablemente ese apodo que ahora la acosaba hasta en la Sala Común.

Sería una tarde muy larga para Rose Weasley, pero ya había pasado gran parte de su vida soportándolo, unas horas mas no serían una nueva batalla.

No te enamores de mi JamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora