Capitulo 2

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Otra noche más que no consigo conciliar el sueño. Llevo años así, apenas duermo, mi única obsesión desde que me levanto hasta que me acuesto es ver a mi madre. Miles de ideas se me han pasado por la cabeza para lograrlo, locuras como querer acabar en Azkaban solo por verla, pero sé que ella no me lo perdonaría. Después de saber que "San Potter" se enfrentó al Señor Tenebroso el año pasado, una pequeña esperanza de que la libere de esa prisión ha nacido en mi y no veo la hora de que llegue ese día en que mi madre venga a recogerme, me saque de este aburridísimo colegio y me lleve con ella a luchar junto al mejor mago de todos los tiempos. 

Salgo de mi habitación y camino sin dirección por los oscuros pasillos del castillo. Todo está en silencio y eso me gusta. Siempre me ha gustado el silencio, la paz, la tranquilidad. Y no es la primera vez que paseo a altas hora de la noche, es algo que hago desde pequeña, tanto en Hogwarts como en la mansión de los Malfoy. Pero esta noche no parece que vaya a estar sola, no debe de ser muy tarde porque oigo un par de voces más. Me acerco sigilosamente y doblo la esquina que me separa de aquellas voces. Procuro mantenerme en la oscuridad para que sean quienes sean no me vean. Veo un haz de luz de una varita levantada, apuntando la cara de... ¿Granger? ¿Qué hace ella aquí? Fuerzo más mi vista para descubrir quién es el dueño de la varita que la apunta. Es un chico alto, delgado y de cabellera rubia. No sé por qué me sorprende tanto que sea Draco. Parece que están discutiendo, como de costumbre. Quizás ambos salieron de sus respectivas habitaciones por x razones y se encontraron en el pasillo. Cualquier palabra basta para hacerlos estallar en una pelea. Por lo que logro oír, Granger parece estar defendiéndose de las burlas de Draco. Él se ríe de la broma que le gastó el otro día dejándola encerrada. Aún sigo enfadada con él por eso.

Me quedo en el sitio, viendo la escena, ambos enzarzados en una discusión, a estas horas, y en susurros para no alertar a nadie. Sencillamente patético. Entonces Hermione se hace a un lado para marcharse, pero mi primo la agarra del brazo, y por el "auch" que ella exclama parece que le ha apretado demasiado, y con muy poca delicadeza la empuja de nuevo haciendo que su espalda choque contra la pared. Esto está tomando otro nivel, y me sorprende decir que no me gusta. Hermione saca su varita para defenderse, pero Draco se adelanta y se la arrebata lanzándola lejos de su alcance, con la casualidad de que cae a pocos metros de mi. Avanzo lentamente hasta alargar el brazo lo suficiente para cogerla y guardármela. A continuación, veo como la gryffindor le da un empujón a Draco para apartarlo de ella, que se acercaba peligrosamente. Si yo fuera ella hubiera hecho lo mismo. Pero mi primo no se detiene, logro percibir una sonrisa malévola que no me gusta nada. Alarga su mano hacia ella y debe tocar alguna parte prohibida de su cuerpo que provoca que ella le propine una bofetada. Esto no arregla las cosas sino que las empeora. Mi primo tira de sus brazos con fuerza y la empuja contra el suelo. Es entonces cuando ella comienza a pedir ayuda. Y yo me quedo parada, mirando como Draco manosea el cuerpo de Hermione con lascivia, incluso le devuelve el golpe en la cara con el doble de fuerza.

No puedo aguantar esto. Puede que me arrepienta de ayudar a una gryffindor sangre sucia, pero antes de todo eso es una mujer y no merece que le falten el respeto de esta manera.

Saco mi varita, la sujeto con fuerza y apunto a mi primo con ella. Solo puedo pensar en un solo hechizo que acabe con todo esto y que sirva de escarmiento para que sepa que no debe meterse con una mujer. Nombro el hechizo en un susurro, no hace falta ni si quiera que alce la voz para que surta efecto. Mi primo cae al suelo gritando de dolor. Salgo de mi escondite a zancadas y me pongo frente a él. Le miro con odio, él horrorizado.

-¡Crucio! -repito la maldición, esta vez en voz alta, para que sepa lo que le estoy haciendo.

Draco se retuerce en el suelo mientras me suplica que pare. Justo cuando voy a volver a lanzarle la maldición, Hermione tira de mi brazo.

-Para o acabarás en Azkaban.

-Me da igual si con eso aprende a respetar a las mujeres -respondo llena de ira.

Pero la gryffindor no se da por vencida y vuelve a tirar de mi con tanta fuerza que llega a arrastrarme para que nos vayamos de allí.

-Estas loca, si alguien llega a enterarse de que has hecho una maldición...

-Deja de ser tan perfecta -la interrumpo-. Acabo de salvarte de un posible abuso, al menos deberías darme las gracias.

Hermione me mira dolida. Llevo cinco años diciéndole las cosas más horribles que se puedan imaginar y nunca me ha mirado de la manera en que lo está haciendo ahora. Baja la mirada con cierta vergüenza y se da media vuelta encaminándose hacia los baños. Y yo, tras ella. Soy así de dura con mis palabras, es la pura realidad, pero por primera vez siento que me he pasado de la raya con tanta sinceridad.

Cuando llegamos a los baños de las chicas, con las luces encendidas y mirándose al espejo me doy cuenta de la leve sangre que resbala del labio de Granger. Ésta mete las manos bajo el grifo haciendo un cuenco de agua y se lo lleva a la boca para limpiarse la herida. No sé qué hago allí con ella. Me cruzo de brazos y me apoyo en uno de los lavabos.

-Gracias -murmura Hermione apoyando sus manos en el lavabo donde ella está. No respondo, simplemente dejo caer los hombros.

El silencio nos invade mientras ella se seca con una toalla. Los mechones de pelo castaño le caen por la cara, totalmente despeinada por el forcejeo con Draco.

-¿Por qué me has ayudado? -dice mirándome a los ojos.

Su pregunta me pilla desprevenida, pero no me tengo que pensar mucho la respuesta, es muy fácil.

-No permito que nadie se propase con una chica, aunque seas una gryffindor sangre sucia.

-No tienes por qué insultar -se pone seria, cruzándose de brazos.

-Es la costumbre -respondo sin más.

Hermione resopla.

-No vuelvas a ayudarme -dice llevándose unos dedos a los ojos, apretándolos con fuerza. Parece cansada.

No me sorprende este arranque de orgullo típico de una gryffindor que no concibe que le salve la vida su propio enemigo.

-Está bien, nada de ayudarte. Tú tu camino y yo el mío.

-Por supuesto.

Tras decir la última palabra sale de los baños con prisas y con la mirada clavada en el suelo. Draco se había pasado, yo he pronunciado en voz alta una maldición, y encima he ayudado a mi mayor enemiga. Todo esto en menos de diez minutos. Veremos qué consecuencias tiene dentro de unas horas, cuando el alba llene de luz al castillo y las clases comiencen como cada mañana. ¿Seré expulsada y enviada a Azkaban? ¿Nadie se enterará y me libraré de ese castigo? ¿Hermione pagará la cuenta pendiente que tiene conmigo? Esto último suena bien, podría aprovechar para pedirle cualquier cosa, al fin y al cabo me lo debe así que no podría negarse. Iré dándole vueltas a ver qué se me ocurre.

Con la sangre no se juegaWhere stories live. Discover now