15. CONFIANZA

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Nunca han tenido esa sensación constante de ansiedad o nervios que recorre el cuerpo, un cosquilleo que hace picar las extremidades y da taquicardia.

Un picor que no te deja descansar y mucho menos mantener la mente en blanco puesto que tus pensamientos van a la velocidad de la luz y te dan respuestas a problemas que ni siquiera habías llegado a considerar.

Así me encontraba. Sentía los latidos de mi corazón en la garganta tratando de ahogarme, mis manos no se quedaban quietas, mi mente no me dejaba descansar y ya sentía los estragos de no haber dormido en toda la noche. El sudor corría por mi nuca y la piel se me erizaba en cada parte de mi cuerpo ocasionando que un escalofrío me recorriera la columna vertical.

—¿Qué tienes? —preguntó Zeke sacándome de mis cavilaciones.

Sacudí mi cabeza tratando de despabilarme y froté mi frente.

—Nada, sólo estoy ansiosa supongo.

—¿Por el patrullaje? —se sentó a mi lado en la cama y me vi obligada a apartarme un poco, su cercanía me provocaba picor en zonas que no sabía que tenía.

—Sí, estar ahí fuera...— pensé en que decir antes de abrir la boca.— me hace sentir insegura.

Zeke suelta un bufido y luego una pequeña risa que me envía un pequeño escalofrío, el posó sus ojos grisáceos sobre los mío y me miró.

—¿Tanto miedo tienes? Estás sudando...— pasó sus dedos por mi mejilla y luego miro las gotas de sudor de sus falanges.  —Interesante. Eres muy interesante sabes...

Me encojo de hombros y suspiro. Estos picores me estaban atormentado pero no pensaba compartir con él mi inquietud.

—Desde que llegaste esto se puso más...

—¿Interesante?— pregunté leyéndole la mente.

—¡Exacto!— Respondió alegre y me sonrió. ¿Por qué sonreía tanto? 

Suspiré y le miré a los ojos durante un buen rato hasta que volvió a llevarse las yemas de los dedos a mi mejilla, se aproximó lentamente. Poco a poco nuestros alientos se fueron mezclando y en cuestión de segundos todo el picor desapareció. Ahora sólo podía ser consciente de sus ojos grises fijamente puestos en los míos y de como su nariz estaba a punto de tocar la mía y un milímetro después sus labios. Solo faltó un maldito milímetro para ese roce cuando alguien golpeó la puerta de la habitación con fuerza y él dio un bote, saltando lejos de mí.

Empezó a respirar con dificultad y miró a la puerta con los ojos desorbitados para luego mirarme a mí. Me limité a encogerme de hombres tras sentir como el picor de mi piel volvía a molestarme ferozmente.

Zeke se irguió y de pronto parecía el mismo soldado implacable de siempre.

—Adelante.

La puerta se abrió y apareció Run al otro lado.

—Ya estamos todos listos para salir,  general.

Él asintió y luego me miró serio y arisco.

—Anda, la tropa los esperan.

A regañadientes me levanté de la cama e ignorando a ambos salí de la habitación rumbo a la puerta principal cuando su voz me detuvo.

—No la pierdas de vista —le dijo a Run en un murmullo —, que sienta la libertad de andar pero no pierdas su rastro. Y si intenta algo,  tú sabes que hacer.

—¿Protocolo 24.2, Sr?

Hubo un momento de silencio donde sólo se escucharon sus respiraciones. Estaba segura que ese protocolo no anunciaba nada bueno, al menos para mí.

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