Encadenando

321 38 14
                                    

  "Y hemos llegado, simplemente."

  Los humanos son animales demasiado primitivos, e insensatos, afectivos e hipócritas, y traidores. Oh, vaya que lo son, infieles a todo tipo de relación.

  Tú lo sabías, tenías grabado a fuego en tu mente que lo eran, conocías en carne los sentimientos tan obscuros que cada corazón llevaba, y no te aventuraste. Sabías que las máquinas insensatas de las cuales pertenecías, te dejarían en algún momento.

  Tus sonrisas jamás habían sido sinceras. La pequeñez en tu cuerpo era simplemente el tapujo que a tu fría, gélida mente cubría. Tu corazón parecía estar en desuso, todo gusto o sentimiento era inecesario; todo se resbalaba en aquel géiser que tenías en tu pecho.

  Las páginas en el blanquecino café que se encontraban vacías, tú las llenaste. Tu familiar, aquel autor, se había olvidado de poner, de agregar a la criatura más peligrosa que había; los humanos. Lo hiciste por él. Página tras página era embarrada en tinta, era completada por crudas realidades, dolorosas verdades. Los supuestos monstruos anotados eran simplemente la tela que cubría aquel hueco inexistente, en donde los humanos sobrevivían.

  Se derritió.

  No fue la tinta, no fue el cuero del objeto, no fue el ambiente, pero lo derritió. La fría helada que estaba en tu pecho, se derritió.
Se deshizo, se dejó caer, se derritió, resbalando por tus mejillas, raspando tu fina y tersa piel, dejando un ritmo húmedo a su paso. Las gotas cayeron al libro, como una cascada. Tu vista se nubló, como una tormentosa noche, tu vista se volvió difusa, sinsentido. El zafiro de tus ojos fue reflejado, se dejó ver a tu frente. El azul que creías ver logró volver a penetrante, repitió el doloroso camino escombroso que alguna vez dejó.

  Oh, y te preguntarás, ¿Cómo has llegado ahí?

  Lo recuerdas, sé que lo haces. Tienes en claro cuándo comenzó, cuando tus sonrisas no eran rotas, cuando solo derrochaban falsedad, no sensaciones. Cuando creías, o fingías, ser feliz.

  ¿No? Bien, déjame refrescar tu memoria. Tú ya sabías, ya  conocías la naturaleza humana; la destrucción humana. Querías dominar en todos sentidos a los de tu especie.

  Tú llamabas, tú investigabas plenamente sobre los míticos seres. Tú encontraste a William.

  Un arma, un utensilio, un esclavo, sería lo que pudo alguna vez describir lo que sentiste por William, lo que era para ti. Lo invocaste en busca de poder, y oh, vaya que te lo había dado. Te lo entregó malditamente bien.

  Sé que lo recuerdas, conoces aquella noche en donde le tocaste por primera vez, donde abusaste de su artificial cuerpo.

Donde te volviste adicto a él.

  Un humano promedio, eso eras. Te dejaste leer tan fácilmente... Menos para él. Golpeaste su cuerpo, queriendo acariciarlo. Mordiste sus labios, cuando deseabas besarlos, le arrebataste sus ojos... Cuando lo único que querías, era que jamás dejara de verte.

En desmedida, así llegaron tus sentimientos. Tal y como una avalancha, sentiste por aquel demonio olas constantes de emociones; era normal que no supieras controlarlas.

  No podías describirlo, siquiera admitirlo en tu cabeza. Habías pasado horas sin dormir, pasaste noches completas simplemente pensando, existiendo. Tu cabeza estaba llena, completa de William. Y, lo peor de todo, es que te gustaba.

  Aborrecías, detestabas que te gustase, querías eliminar todo sentimiento que aquel ingrato demonio había provocado, cuando comenzó a derretir las capas protectoras... Cuando comenzaste a implementar más fuerza.

William [Two-shot \ Reverse Falls]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora