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Apenas pudo pegar ojo por la noche, las imágenes de lo acontecido en clase se mezclaban con todo tipo de preguntas. ¿La estaba poniendo a prueba?, ¿le excitaba ser un voyeur?, ¿podía contar lo sucedido a sus amigas o era demasiado arriesgado? De camino al colegio el día se le antojaba largo y carente de motivación, sin clase de historia o alguna excusa para ver a su profesor la vida parecía aburrida. Pero había dado la cara en la última batalla, quizás el bueno del maestro tan solo quería ver de qué pasta estaba hecha, asegurarse de que no trataba con una niña pija cualquiera.

Ya en los vestuarios, preparándose para la clase de gimnasia, hablaba de cualquier cosa con sus inseparables amigas Lucía y  Eli mientras se cambiaba.

—Que pereza natación, cada día hacemos más natación y menos de todo —se quejó Eli mientras se colocaba el traje de baño.

—Eso es que al profesor Alfonso le pone vernos con paños menores, está clarísimo, puto viejo verde —participó Lucía.

—Dentro de poco le pedirá al Padre Agustín que nos cambien el uniforme, bikinis en vez de bañadores —añadió Briseida arrancando la risa de las demás.

—Pues tú con ese bañador talla niña y esas peras seguro que le alegras el día —dijo Lucía entre risas.

—Ya te digo, podrías darme un poco a mí Bri, algunas tanto y otras tan poco —bromeó Eli.

—Ni de coña, estas amiguitas hay que saber usarlas y vosotras dos sois un par de guarras.

Las risas pasaron a ser carcajadas con aquella conversación tan baladí.

—Será mejor que movamos el culo antes de que nos haga dar cien mil largos por llegar tarde, que ya sabéis como es el pervertido —sentenció Lucía dirigiéndose a la salida que conectaba directamente el vestuario con la piscina.

—Chicos, chicos, silencio, ¡silencio!, que aquí las tres princesitas han decidido honrarnos con su presencia —dijocon sarcasmo el profesor de gimnasia viendo que todos los alumnos estaban ya en la piscina excepto las tres amigas.

—Ya nos la hemos cargado —susurró Briseida.

—A ver muchachos, haced dos equipos para jugar un partidito de waterpolo, equipos mixtos. Todos excepto vosotras tres claro, iros al fondo de la piscina y utilizad los carriles libres para pensar en vuestra falta de puntualidad, ¡venga!

El trío sabía perfectamente que significaba eso, otra hora de nadar sin parar, largo tras largo hasta el final de la clase.

—Joder, pero si debemos haber llegado tres minutos tardes —se quejó Eli en voz baja.

Las tres nadaron sin parar, cambiando de estilo de vez en cuando para no morir de aburrimiento, intentando hacer pequeños descansos para charlar entre ellas siempre frustraos por el atento profesor. Alfonso tenía cincuenta años y uno de esos cuerpos antiguos. Fuerte, pero no como los jóvenes de ahora, sino como un forzudo de circo. Con bastante pelo por todas partes y cuerpo voluminoso pero poco definido. Su cara no se quedaba atrás, con pelo cortado en cualquier barbería de barrio y un mostacho que recordaba los mejores años setenta. Ned Flanders era uno de sus apodos, recordando al vecino afeminado de Los Simpson. Las chicas se sentían exhaustas sesenta minutos después cuando oyeron las instrucciones del profesor:

—Muy bien chicos, suficiente por hoy, id al vestuario a cambiaros, nos vemos pasado mañana, también en la piscina.

Las amigas respiraron aliviadas por fin cuando añadió:

—Todos excepto “Briseida de Saba”, que me deleitará un rato más con sus estilosos movimientos acuáticos.

—¡Profe!, tengo clase de latín, ¡no me la puedo perder!

Briseida. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora