Capítulo 3- Apostando al amor

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   Capítulo 3 | Apostando al amor

Conozco a muy pocas mujeres que no se imaginen casadas y con hijos a la hora de conocer a alguien interesante. Tenemos esa (maldita) habilidad de transportarnos de manera inmediata a un futuro fantasioso salido de un cuento de hadas en donde todo es felicidad. No hace falta más que mirar los ojos de alguien que nos gusta para que nuestra imaginación se suba a un DeLorean, pulse los botones «diez años adelante» y arranque hasta alcanzar las ochenta y ocho millas por hora. Nos toma la misma cantidad de tiempo viajar al futuro y regresar, que lo que toma decir la palabra «hola».

Y ahí estaba yo, viviendo en París con dos de mis hijos ojo-azulados corriendo entre mis piernas y una hermosa princesita rubia saltando hacia los brazos de su padre, Frédéric el guapo, mi guapo. Ni siquiera sabía de qué parte de Francia era, pero ya andaba por ahí corriendo a orillas del río Sena agarrada de su mano y con nuestros hijos saltando frente a la torre Eiffel. Estaba a punto de susurrarme algo romántico al oído cuando mi sueño diurno se vio interrumpido.

—Sí, es él —me repitió Romina reforzando su certeza.

—¿Cómo sabes? —Mi mirada aún clavada en los ojos grises de mi francés.

—A ver, ¿cómo sabes que el cielo es azul, mensa? —me contestó con tono de obviedad y con una tierna voz infantil— porque lo puedes ver, ¿no?

Sus palabras confiadas y seguras le dieron más vuelo a mi imaginación. Pude vernos bailando bajo la luna, nuestro primer beso romántico, delicado y delicioso, lo escuché decirme al oído palabras de amor incomprensibles, nos vi brindando en nuestra boda y hasta sentí los rayos del sol de la Polinesia Francesa broncear mi piel durante nuestra luna de miel.

Lo malo de soñar despierto es que la realidad nos pega un par de cachetadotas en la cara para despertar. ¿Cuándo se ha hecho realidad algo que pasó en un sueño diurno? ¡Nunca es la respuesta! ¡Nun-ca!

Las expectativas de amor siempre superan la realidad y todo por culpa de Disney, las chick flicks, las fanfics y todos esos escritores frustrados que no tienen otra cosa que hacer más que mantenernos la ilusión amarrada a las letras.

Me parece que a estas alturas ya se puede notar que crecí influenciada por Disney y sus princesas; en mi defensa, todo el mundo está influenciado por algo.

Vimos a los chicos extranjeros con cara de travesura, haciéndonos gestos con la mano, indicándonos que nos acercáramos a ellos.

—Vamos, vieja —me dijo Romina con determinación, haciendo que mis piernas se agitaran con nerviosismo una vez más.

Siempre le había admirado ese andar sin miedo por la vida. La seguridad que tenía sobre las cosas daba la impresión de que sabía el qué y el porqué de lo que hacía. Simplemente se dejaba llevar por la corriente, pero con la certeza de que cosas muy buenas la esperaban a la orilla.

—Nunca hay que empujar al río —me aconsejaba cuando más lo necesitaba—, el río fluye, solo hay que seguirlo.

No solo admiraba su personalidad, también su cuerpo. Romina tenía dos pedazos de cachetes redondeados y carnosos, deslumbrantes a la vista de cualquiera. Bajaban desde su pequeña y delineada cintura, tan estrecha que parecía caber en dos manos. En más de un centenar de ocasiones, tuvimos que lidiar juntas contra hombres perversos tratando de tocarle el trasero con una nalgadita o un leve roce, como queriendo probar un pedacito de ese gran pastel. Se saboreaban sus delicias pasándose la lengua por los labios de una manera vulgar y atrevida. Era incontrolable. La misma cantidad de veces vimos a mujeres clavándole los ojos con envida como si con la vista pudieran desinflarle su belleza.

Siete Meses ♥GANADORA PREMIOS WATTY 2014♥ Publicada en PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora