4. El origen de los Orbes Oníricos

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El tiempo se detuvo para Aurora, Cristóbal y Sabrina. Tuvieron la imagen del recién llegado congelada por una fracción de segundo que pareció ser una hora, hasta que Francisco se le acercó.

—¡Beña! Sí, de hecho, mi hermana y sus amigos vinieron a dejarme el almuerzo.
—Un gusto —les dijo fríamente el tipo de piel morena y largo cabello negro tomado en cola. No cabía duda: era el mismo que le quitó el Orbe de la Realidad al sujeto de abrigo negro en el bosque.
—¿Vamos a almorzar entonces?
—No puedo, Bascu. Me tocó supervisar a los niños de primer ciclo, así que voy a almorzar más tarde.

Francisco salió de su despacho junto a los demás, y una vez en el pasillo, se despidió y caminó hacia el comedor. Sabrina, Aurora y Cristóbal se disponían a irse en sentido contrario, hacia la salida, sin siquiera despedirse del tipo de piel morena. Este, en cambio, los detuvo con una sola frase.

—Necesito que hablemos.

Todos quedaron paralizados un instante y, con un suspiro, Cristóbal dio media vuelta y le respondió con ironía.

—¿Para qué sería, comandante?
—Soy Bernardo Upil, miembro del Escuadrón Protector de la Dimensión Onírica. Lo que tengo que contarles es de suma urgencia.

La sonrisa sarcástica desapareció del rostro de Cristóbal. Se miraron entre ellos y aceptaron hablar con él. Total, ¿quién más les iba a explicar lo que sucedía allá donde los sueños son reales? A fin de cuentas, necesitaban respuestas, y Bernardo era el único que las tenía, así que no tenían opción.

Mientras caminaban hacia el jardín interior donde los niños jugaban, Bernardo les contó que la Dimensión Onírica es un espacio paralelo a la realidad donde el alma viaja cuando se duerme, y que todos los sueños son generados allí.

—Así que onironautas... —dijo Aurora para sí misma, mientras todos se ubicaban bajo un árbol.
—Ese es el nombre de toda persona capaz de controlar sus sueños y moverse entre ellos a voluntad —aclaró Bernardo—. Aunque no me explico cómo llegaron a la Dimensión si se desmayaron. No pueden soñar si están inconscientes.

Cristóbal se adelantó para contestar.

—No sé, estábamos en la universidad, vimos que la Aurora se desmayó y después nos desmayamos la Sabri y yo —hizo una pausa y de pronto recordó algo—. Y un diamante...
—¿Un diamante brillante en el suelo? ¿O sea que apareció un situs?
—¿Un qué?
—Un situs es un cruce transdimensional. Si se les apareció es porque alguien en la Dimensión Onírica lo activó y los llevó hasta allá. Debe haber alguien que confía mucho en ustedes para terminar con este problema.

Aurora intuyó sobre quién pudo haber sido, pero ante la duda, mejor guardar silencio. Bernardo prosiguió.

—Como pudieron notar, hay un tremendo desorden en la Dimensión Onírica. El caos que hubo en el bosque se está repitiendo en todas partes, y es que Mardrom no discrimina a la hora de destruir todo lo que haya a su paso con tal de encontrar los Orbes Oníricos.
—¿Y la esfera con humo verde claro era una de ellos? —preguntó Aurora.
—Exacto. ¡Javier, Rodrigo, no peleen! —Bernardo llamó la atención a unos niños, y estos de inmediato se separaron.
—¿Y porqué quiere Mardrom quedarse con los Orbes?

Bernardo se tomó un tiempo para contestar. Siguió caminando en el jardín, sin descuidar a los niños a su cargo, hasta que finalmente comenzó su relato.

—Les contaré todo desde el principio.

• • •

Su ánimo no era el mejor como para asistir al Congreso. Muchas veces rechazaron su propuesta, ¿pero qué hay de quienes lo apoyaban? Ambos argumentos eran sólidos y coherentes, pero él no claudicaría en su idea: su propuesta era la mejor y punto.

Orbix: La búsquedaWhere stories live. Discover now