5. La misión que quisimos aceptar

54 13 14
                                    

Los niños pequeños, esos que los atacaron bajo las órdenes de Mardrom, estaban justo ahí, jugando, divirtiéndose, gritando. Para ellos, toda esa lucha en el bosque siguiendo las órdenes de un ser despiadado, no fue más que un sueño.

—¡Bastardo de mierda!
—Es un tipo despreciable —añadió Aurora.
—No, es que hay que acabar al tiro con ese infeliz —añadió Cristóbal adelantándose hasta donde estaba Bernardo—. Vamos, hay que entrar a la Dimensión y aniquilarlo, que ya me pican las manos por darle sus buenos combos. Sabri, ¿no decías que no debíamos arriesgarnos a entrar allí? Bueno, mira lo que es capaz de hacer ese bastardo —dijo apuntando a los niños.
—Calma, no nos atolondremos —trató Bernardo de frenarlo.
—No, si ya me emputeció ese maldito.
—Lo primero que tenemos que hacer es encontrar los Orbes. Nuestra misión es parar el caos que hay en la Dimensión Onírica y no sacamos nada con detener a Mardrom si aún hay esferas repartidas por ahí a merced de cualquiera que las encuentre. Además, no solo él está detrás de ellas.
—¿Cómo? ¿O sea que hay más? —preguntó Aurora.
—Mardrom es miembro de los Sicarios Redentores, una organización encargada de hacer el trabajo sucio en nombre de los Redentores del Sueño. No sabemos dónde podrán estar, pero sí sabemos que están tras los Orbes perdidos, así que lo más acertado que podemos hacer es encontrarlos por nuestra cuenta antes que lo hagan ellos. Una vez tengamos esos Orbes, iremos a por los que los Redentores tienen en su poder.
—Bien, no hay tiempo que perder. Vamos —sentenció Cristóbal apresurado.
—Pero espera —lo detuvo Aurora—. ¿Cómo sabremos donde están los Orbes?
—¿O sea que aún no pueden sentirlos?

Tras la pregunta de Bernardo, Aurora y Cristóbal miraron a Sabrina, quien de inmediato entendió lo que querían.

—Yo ya les dije que no pienso arriesgarme.
—Sabri, piénsalo. Hemos estado juntas en todas, sobre todo en los momentos difíciles. ¿Por qué no estar juntas en este?

Sabrina solo bajó la vista. No era capaz de mirar a su amiga, tampoco lo era para tomar una misión tan arriesgada, pero mucho menos era capaz de dejarla sola. Quería ayudarla, siempre lo hacía, pero para ella ir a la Dimensión Onírica a buscar los Orbes y detener a los Redentores no era más que una misión suicida.

—Eres la única que puede sentir la energía de los Orbes. No sabes la falta que nos vas a hacer, y sobre todo a mí —terminó por decir Aurora. Sabrina sólo suspiró e hizo el intento de mirar a su amiga con los ojos llorosos.
—Mejor no la obliguen si no quiere —dijo Bernardo—. Necesitamos onironautas con voluntad de salvar los sueños del mundo.
—Me voy a mi casa. ¿Me acompañas? —interrumpió Sabrina sintiéndose aludida.

Aurora dedicó una corta mirada de repudio a Bernardo y siguió a su amiga. Luego de que ambas cruzaron el umbral del jardín interior, una mujer de delantal azul se asomó por ahí.

—Doctor Upil, los niños tienen ahora su clase de manualidades.
—¡Ya, niños, todos a la sala, ordenaditos!

Mientras los pequeños se dirigían al aula, la impaciencia de Cristóbal se acrecentaba. Ansioso por actuar cuanto antes, no quiso esperar un segundo más.

—¿Y cómo entramos a la Dimensión?

Bernardo esperó a que los niños entraran para contestar.

—Tenemos dos opciones: dormir y dominar el sueño, o a través de un situs. Por desgracia, aún no soy capaz de abrir uno, y tampoco hay tiempo de esperar a que nos dé sueño para dormir y entrar, sin mencionar que no podemos despertarnos en mitad del sueño durante la búsqueda.
—Bueno, existen las pastillas —sugirió Cristóbal.
—No. Eso sería arriesgarnos a una sobredosis de droga. Es más, hay onironautas sin criterio que abusan de ella para ingresar y no despertar.

Orbix: La búsquedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora