Days of War, Nights of Love | SeHo

XVIII.

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Debía ser el quinto cigarrillo que JunMyeon encendía en los últimos diez minutos, o quizá el octavo, no tenía la menor idea, había perdido la cuenta después del primero. Sus pensamientos divagaban de uno a otro, disipándose como el humo que salía de sus labios cada vez que exhalaba. Pensaba en ChanYeol, en SeHun y en su madre, pensaba en lo malditamente cruel que había sido BaekHyun, pensaba en las últimas palabras que habían salido de boca de JongIl.

Tenía tantas cosas en la cabeza, más de las que podía manejar, todo era tan jodidamente caótico, tan complicado, y él no era más que un hombre débil y enamorado, no se sentía con las agallas suficientes para enfrentar todo lo que estaba por venir.

En el pasado quizá el haber escuchado que una guerra se desataría pronto podría haber sido motivo de celebración para él. No sería la primera vez que pisaría el campo de batalla, y cada vez que lo había hecho, había sido consciente de que podría ser la última, y la verdad es que jamás le había importado, porque no tenía nada, no tenía a nadie, pero ahora lo tenía todo, y no estaba dispuesto a perderlo a causa de las estúpidas decisiones que la cabecilla de Corea del Norte tomaba.

Si JongIl tenía razón, si existía un soplón dentro del ejército popular, entonces era el responsable de todo el caos que se desataría en el futuro, de toda la sangre derramada, sería el responsable del final de su historia de amor.

JunMyeon sabía que lo suyo con SeHun no terminaría bien, siempre lo supo, pero jamás espero que pudiese terminar debido a una estúpida guerra. Porque así sería, no existía otra manera. Él no podía ignorar sus responsabilidades como Coronel, no podía simplemente decidir que no lucharía. En realidad, no importaba, si luchaba corría el riesgo de morir, y si se negaba a hacerlo moriría definitivamente. No tenía elección, no en ese maldito lugar donde la suerte de todos está escrita desde el día de su nacimiento.

¿Y qué pasaría con SeHun? ¿Podría abandonarlo para luchar por su país? ¿Lo dejaría morir? Porque SeHun moriría sin él, sin su protección, sin su amor. Ambos morirían, eso era lo único de lo que JunMyeon estaba completamente seguro, pero jamás espero que el final les llegara tan precipitadamente.

Tenía que hablar con ChanYeol, era la única persona que podía entenderlo, y, además, el Subteniente tenía derecho a saber lo que les esperaba, y JunMyeon quería ser el primero en decírselo.

JunMyeon le da una última calada al cigarrillo, y lo deshace entre sus dedos, frunciendo suavemente las cejas al sentir el tabaco ardiente contra su piel.

Diversas imágenes se reproducen en su cabeza, SeHun sonriendo, Vivi corriendo y ladrando por toda la amplitud de la casa, ChanYeol y BaekHyun cuchicheando en una esquina de la casa presidencial, son imágenes bonitas, blancas y pacíficas, pero pronto se tornan catastróficas.

De un momento a otro es SeHun muriendo en manos de un cadete, los ladridos de Vivi siendo silenciados por un disparo, es ChanYeol siendo golpeado hasta la muerte por BaekHyun. Son imágenes horrendas, empapadas de sangre, y entonces cae de rodillas, sudor frío le empapa el cuerpo por completo, y las lágrimas comienzan a caer, empapándole las mejillas.

—¡Ya basta! —grita con furia antes de abofetearse a sí mismo con fuerza—. Deja de ser tan débil.

Se talla el rostro con ambas manos, y lo hace con tanta fuerza que se enrojece la piel. Pero es que está tan molesto consigo mismo, por ser tan débil, por llorar como un niñito asustado.

¡Joder! Es el Coronel del ejército popular ¿qué demonios estaba haciendo? Arrodillado en el suelo, llorando al pensar en cosas que no habían sucedido aún. Se parecía tanto a esos prisioneros, a todas esas pobres almas que habían recibido una de sus tantas balas.