Capítulo 38: Un nuevo comienzo

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No sé cuánto tiempo duré en esa situación, pero fue lamentable. Fueron semanas encerrada en casa, sobreviviendo de comida rápida y pagos por internet. Lo poco que mamá me había dejado para emergencias se estaba yendo como agua entre las manos.

Tenía que buscar un trabajo.
De hecho eso era sólo una de las cosas que necesitaba hacer. La más importante era ser capaz de verme en el espejo sin sentirme decepcionada. El moretón tardó más de lo que yo quería, así que la puerta era una buena estrategia para ocultarme.

Esmeralda era la única persona que me visitaba frecuentemente. Acostumbraba a pedirle favores y ella jamás se negó, creo que comprendía la situación, pero no sabía cuánto tiempo duraría eso.

No contesté llamadas en casa por temor que Alfonso tratara de molestarme. Trató de contactarme dos veces, pero corté el teléfono. Las cartas en cambio me regalaban un poco de energía en esa lenta muerte. Lisa no pareció cuestionarme demasiado después de que le expliqué que Alfonso y yo nos divorciaríamos por desacuerdos.

Esmeralda me avisó que Lisa había enviado una carta a casa de Alfonso, pero nunca pude recuperarla. Yo fui la primera en explicarle los motivos cuando conseguí un poco de papel y tinta.

Cosas que se fueron acabando y se convirtieron en un recordatorio de conseguir recursos. Pensé en varios empleos y busqué en mi vieja computadora otras opciones, no eran demasiado prometedores, pero me ayudarían a sobrevivir.

Que mal se escuchaba eso. Después de sentirme tan realizada, consolarme con sobrevivir... Pero por algo se empezaba.

Hubiera vivido así, si a eso se le puede llamar vivir, más tiempo, pero el sonido de la puerta principal me interrumpió en mis planes.

En ese momento imaginé que algo había olvidado Esmeralda. Busqué rápido en la sala alguna pertenencia, pero nada visible. Que raro...

Me asomé por la mirilla antes de abrir y tuve que sostenerme de la manija para mantenerme de pie.

¿Roberto?
¿Qué hacía él aquí?
Mejor dicho... ¿Qué hacía yo con él?

Una gran lista de peligros y problemas me impidieron razonar con claridad.
No. No abriría.
¿Para qué hacerlo? El simple hecho de tener que explicarle lo que pasó me echaba para atrás.

Me senté en el sofá esperando que se cansara y se marchara, pero fue persistente. Los minutos me parecían eternos. ¿Qué quería? Se suponía que debía captar el mensaje de que la casa estaba vacía, pero quizás sospechaba que había algo más.

Mas si él dudaba yo tenía que asegurarme de que lo creyera. Me mantuve en silencio con mi mirada clavada en el techo y con el sonido de los golpes de la madera como eco.

Al final término por cansarse y se fue. Suspiré aliviada cuando escuché el motor de su auto alejarse.
De igual manera su visita ocupó mi mente durante toda la noche...¿Quería ayudarme? Imaginar que esa eran sus intenciones generaba más preguntas que respuestas.

Quizás Lisa lo había enviado, pero no sabía para qué. De igual manera era más posible que ella me visitara, a que él lo hiciera. ¿Habría pasado algo grave? Traté de no estudiar mucho esa posibilidad porque mi cabeza acostumbraba preocuparse demasiado por cosas que aún no pasaban. Sin embargo decidí conectar el teléfono y dormir en el sofá para estar al pendiente de eso.

A la mañana siguiente mi mente estaba más tranquila, al menos hasta que la puerta empezó a volver a sonar y mi mente se programó para un mal día.

¿Sería Roberto de nuevo? Imaginarlo del otro lado como la noche anterior avivaba en mí un montón de dudas. Pero no era él, no. Sin embargo era alguien parecido.

Querida novia de papáWhere stories live. Discover now