Con la puerta rota

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Cuando ese día llegó, yo estaba arreglando la puerta que tiré. Menudo desastre. Era increíble la fuerza que tenía cuando el muto me poseía, aunque eso ocurriese cada vez con menos frecuencia. Aproveché también para dar una mano de barniz a uno de los muebles del salón, uno de los pocos que nos habíamos quedado al renovar la decoración de la casa. Estaba enfadado porque me estaba costando muchísimo colocar las bisagras de la puerta correctamente, cuando escuché que se abría la de la entrada. Me giré, con un vuelco al corazón, y vi a Katniss apoyada en la pared, con sus maletas, mirándome sin decir nada.

-Hola… - La saludé, olvidándome de la puerta, que se quedó medio colgando en su soporte. Estaba guapísima. Dejó de mirarme y se agachó para recoger sus bártulos. Después subió las escaleras con ellos. Yo cogí una de las maletas para ayudar, pero tiró de ella sin decirme nada, indicando que seguía enfadada conmigo.

-¿No vamos a hablar? - Le dije, mirando cómo subía - Tengo muchas cosas que decirte, Katniss - Pero me ignoró y la seguí escaleras arriba - Katniss, no vamos a estar toda la vida sin hablarnos. No seas infantil. Katniss, venga.

Se metió en el dormitorio y soltó las cosas en el suelo de golpe. Se puso en jarras y me miró.

-Lo que tengas que decirme, dímelo rápido. Tengo prisa - Soltó, furiosa.

Yo no me esperaba aquello.

-¿Prisa? ¿Por qué tienes prisa? ¿Adónde vas?

-¿Y a ti qué te importa? Ya no estamos juntos. No te debo ninguna explicación.

Me retorcí de dolor por dentro, pero aguanté el tirón.

-Aunque estuviéramos juntos tampoco me la deberías.

-Pues entonces no la pidas. ¿Qué quieres?

-Te quiero a ti, Katniss.

-Venga ya, Peeta. Eso ya me lo sé de memoria.

-¡Pero es que es verdad! He sido un tonto y un completo imbécil, y te pido mil perdones por haberte hecho sufrir. En estas semanas he comprendido que lo único que me importa es estar contigo y hacerte feliz.

-Eso suena muy bonito, pero no es tan fácil, Peeta. No podemos seguir así. Esto tiene que acabar. Te quiero, claro que te quiero, lo sabes, pero no puedo acaparar tus deseos de ser padre frustrándolos. Tenemos toda la vida por delante. Habrá muchas personas a las que podamos querer, con las que ser felices.

Eso me dolió más aún.

-¿Insinúas que has conocido a alguien? - Nunca una respuesta me dio tanto miedo, pero ella puso los ojos en blanco.

-Eres insufrible, Peeta. ¿Has conocido a alguien tú?

No me creía la pregunta.

-¿Lo preguntas en serio? He estado este tiempo pensando en ti a cada segundo. Vamos, como durante toda mi vida. No me interesa nadie que no seas tú. No sé cómo puedes dudarlo.

-No te hagas el ofendido.

-No me lo hago, lo estoy. Me ofendes, Katniss. ¿Y sabes lo que quiero?

-¿Qué? ¿Qué quieres? - Me gritó.

-¡Deja de gritar!

-¡Deja de gritar tú primero!

-Quiero casarme contigo, Katniss.

Se puso lívida.

-¿Qué? ¿En plena discusión me saltas con eso? Qué truco más malo, Peeta.

-Que va en serio. Quiero que nos casemos. Me da igual que no hayas acabado la carrera y que tengamos veinticuatro años, bueno, yo aún no veintitrés.

-Estás de ingreso.

-¿No quieres casarte conmigo, Katniss? - Le dije, acercándome meloso y cogiéndola de la cintura, muy cerca de su cara.

-No quiero casarme contigo. Hueles a barniz.

-¿No me vas a perdonar nunca? - Le dije, poniendo aposta voz triste.

-Peeta, suéltame…

-Cásate conmigo, Katniss…

-¿Ya vamos a empezar?

-¿Me das un beso?

-¿Si te lo doy me sueltas?

-Vale.

Y me besó. Pero no paró. Era así, lo he dicho muchas veces, éramos dos tontos enamorados. En pocos minutos la ropa acabó por los suelos y nosotros como si lleváramos décadas sin vernos.

-Peeta, que me sueltes. No te creas que porque haya pasado esto está todo arreglado.

-Pero si te morías porque pasara…

-¡Peeta!

-¿Te vas a casar conmigo entonces? - Se le puso una sonrisa tonta pero no me dijo nada. Yo le empecé a acariciar el cuello y el pelo - Así, con un vestido bonito, o con las botas y la cazadora, pero conmigo… ¿No quieres? - Siguió sonriendo sin hablar ni mirarme - Te quiero demostrar que el único hijo que me interesa es uno que sea tuyo. Y que no pienso separarme de tu lado. Si no tenemos hijos, pues no los tendremos. Ya está - Eso sí hizo que hablara.

-¿Y cómo vas a demostrarme eso? - Dijo, poniéndose seria.

-¿Lo dudas, Katniss?

-Podrías estar con la mujer que quisieras... Eres maravilloso.

-Estadísticamente podría estar con todas las mujeres del mundo, podría tener sexo con cualquier mujer, pero tú eres la única mujer del mundo con la que cuando tengo sexo estoy haciendo el amor.

Volvió a sonreír como si se le fuera a caer la baba, y yo la besé en la mejilla, a la altura de la mandíbula.

Yo abrí el cajón de mi mesita de noche y saqué algo que le enseñé.

-¿Qué es eso? - Preguntó, extrañada.

-Preservativos - Puso cara de haberse dado cuenta después - A partir de ahora, cada vez que lo hagamos los usaré. Tú te tomarás la pastilla, yo usaré esto. No habrá niños. Te lo prometo.

Suspiró y me acarició la cara con una mano.

-Peeta… Eres un amor, pero no hace falta que usemos eso. Con la pastilla es suficiente.

-¿Estás segura?

-Sí - Me dio un beso - Gracias por la confianza.

-Katniss, si cambias de idea o te sientes insegura, solo tienes que decírmelo.

-De acuerdo…

-¿Entonces hemos vuelto?

-Nunca hemos terminado, tonto…

-¿Y te casarás conmigo? ¿Aunque estemos siempre discutiendo? ¿Lo harás? ¿Quieres ser mi mujer?

Volvió a sonreír.

-Pues claro, Peeta.

Yo no salté de alegría porque preferí matarla a besos. No podía parar de reírse, pero cuando lo hizo recordé algo.

-Por cierto, ha venido Gale. Está esperándote en la hospedería de al lado de la plaza.

Para mi sorpresa, no se enfadó. Estaba realmente feliz.

-Pues entonces habrá que decirle a él y a todos que me voy a casar contigo, ¿no?

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