CAPÍTULO 1

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 —¡Adiós hija, regresaré por ti a las 2p.m.!, ¡Te amo! Esas fueron las últimas palabras que mi madre me dijo antes de que un conductor alcoholizado me la arrebatara en el camino de regreso a casa y la dejara en estado de coma. Una de sus actividades favoritas era llevarme a la escuela e ir por mi cada día. Ese día me enteré al mediodía que mi madre había tenido un accidente, la directora de la escuela lucía un tanto preocupada, aunque en ese momento, yo no le tome la importancia que merecía la situación, sus palabras exactas fueron:

—Suzy, tu mami ha tenido un percance, ella está bien, tu padre vendrá por ti en cualquier momento.

A la edad de 9 años, una niña piensa que tal vez su madre se había lastimado o se había caído, a la edad de 9 años, una niña no se da cuenta de la gravedad de la palabra "accidente" o "percance", a esa edad, la mente todavía no está preparada para descubrir lo que esa palabra significa.

45 minutos después, mi padre me retiró de la escuela, me llevo al hospital a ver a mamá. Al llegar, nos detuvimos frente a un gran mostrador negro, donde una señorita con un aspecto frío, el cual la acompañaba un juego de bata y gorro blanco, me señaló y le dijo a mi padre:

—La niña no puede pasar.

A lo que mi padre replicó:

—¡Es solo una niña y tiene derecho a despedirse de su madre!

Las 4 últimas palabras me hicieron darme cuenta de lo que aquella palabra significaba, decirle adiós a la mujer que más amaba, en ese instante me quedé muda, sorprendida y confundida, papá me miró como si hubiera cometido un error muy grave, se inclinó hacia mí y me dijo:

—No quise decir eso Suzy, mami está bien, ¿de acuerdo?, ella saldrá de esta —se puso de cuclillas quedando exactamente de mi estatura—. Te prometo que mami está bien —volvió a repetir y selló la promesa con un cálido beso en la frente y un abrazo, de esos abrazos que podrías fusionarte con la persona si eso fuera posible.

Después de eso, la enfermera que al final se llamaba Lizzy, le comentó a mi padre que las reglas del hospital eran muy estrictas y que los niños no podían pasar a menos que fuera una situación de coma o para despedirse de algún familiar, lo cual fue un poco confuso para mí y al final, me dejaron pasar.

Para llegar a donde estaba mamá, mi padre y yo tuvimos que recorrer un gran pasillo blanco con muchas luces en el techo y camillas a los costados, subimos al elevador y llegamos al piso 4, este pasillo era muy diferente al que había visto anteriormente, parecía el pasillo de un hotel con macetas en cada puerta, ventanas con persianas blancas, pinturas muy elegantes decoraban las paredes, había números en cada puerta, me di cuenta de eso porque mi padre grito:

—¡1309! Aquí es.

Dio vuelta a la perilla y abrió, lo primero que vi, fue una cortina amplia que ondeaba sobre una ventana, había un pequeño pasillo para entrar a la habitación y justo en el centro de la habitación, se encontraba mi madre.

Tenía moretones y pequeños raspones en la cara, su brazo izquierdo tenía una férula y sus dos piernas estaban fracturadas, tenía un collarín alrededor del cuello, una venda en la cabeza y un tubito transparente insertado en la nariz.

En ese momento, mi padre se dirigió a mí y me pregunto si me encontraba bien, lo miré y asentí, aunque en realidad no lo sabía. Me cargó y me sentó en un sillón café que estaba dentro del cuarto para que los familiares acompañaran al paciente, me dio el control de la TV que estaba justo en la parte de arriba frente a mi madre, me indicó que me portara bien y que no hiciera ruido, ya que podía ocasionar algunos problemas. Por mi parte, solo asentía con la cabeza y me preguntaba cuándo despertaría mi mamá.

¿Destino?Where stories live. Discover now